31 de diciembre. De todos los años.
Siempre, es fin de año.
Muchos, hacen un balance de cómo fue el año que se va,
otros no tienen interés en medir el tiempo de ese modo y seguramente, están los
que ni una cosa, ni la otra.
Y los de allá, los que lejos, muy lejos de nosotros, de las
noticias, de los canales de televisión y de toda posible información, no llevan
registro de almanaque alguno.
Son los que de generación en generación, llevan el estigma
del hambre.
Claro, cada tanto, pueden que sean noticia y entonces se
crean campañas fabulosas desde distintos organismos humanitarios.
Las personas
que pasan hambre de forma crónica están subnutridas.
No comen lo
suficiente para tener la energía necesaria que les permita desarrollar una vida
activa. No pueden realizar ninguna actividad que requiera esfuerzo físico, por
lo tanto es imposible pensar que puedan autoabastecerse de alguna manera. La
subnutrición es especialmente perjudicial para las mujeres y los niños.
Los niños
subnutridos no crecen de forma tan rápida como los niños saludables.
Mentalmente se desarrollan más despacio. El hambre constante debilita el
sistema inmunológico y les hace más vulnerables a enfermedades e infecciones.
Las madres que pasan hambre de forma continua dan a luz a bebés débiles y con
falta de peso, y ellas mismas se enfrentan a un mayor riesgo de muerte.
Cada día,
millones de personas en el mundo ingieren tan sólo la cantidad mínima de
nutrientes para mantenerse con vida. Cada noche, cuando se acuestan, no tienen
la certeza de que tendrán comida suficiente al día siguiente.
Considero que las estadísticas que se dan son sólo eso,
estadísticas y que no reflejan en realidad, lo que verdaderamente ocurre.
Si hay hambre en los países llamados desarrollados,
imaginemos entonces, lo que acontece en aquellos países extremadamente pobres.
La FAO, dice que anualmente (desde el 01 de enero –año
nuevo para muchos- Hasta el 31 de diciembre –fin de año para esos muchos-
mueren en el planeta, 11 millones (sí, se lee bien once millones) de niños
menores de 5 años como consecuencia directa o indirecta del hambre, por la mala
alimentación, inadecuada o insuficiente.
Millones de niños padecen enfermedades relacionadas
con la falta de vitaminas y minerales, y con la contaminación de los alimentos
y el agua.
Digo: si estas
cifras son inaceptables por sí mismas, lo son más aún, porque en el planeta hay
alimentos suficientes para todos.
O sea que el
horror que esto significa, es que el problema del hambre se centra, no en la
existencia del alimento, sino en la distribución de la renta mundial de manera
equitativa, para que quienes no lo tienen, puedan tener acceso a esa necesidad
vital.
Frente a este
panorama sombrío, pero con posibilidades de arreglo si hubiese voluntad
política para hacerlo, se pregunta Sylvie Brunel si es posible alimentar a
10.000 millones de personas y contesta que: "El crecimiento de la
producción agrícola mundial sigue siendo superior al crecimiento de la
población".
Afirma que el
problema alimentario no es mundial sino local, haciéndose especialmente grave
en África Subsahariana y Asia meridional, donde la oferta de alimentos es
insuficiente para cubrir sus necesidades y además "la población no cuenta
con medios para adquirirlos ni siquiera cuando los tiene al alcance de la
mano".
Esta noche
habrá festejos.
A las 00.00
hs., o 24:00, como más le agrade a quien esté leyendo, aquí en Ciudad Moreno el
cielo se pondrá como de día, tal cual ocurre años tras año, dada la pirotecnia
que estallará a esa hora dándole la bienvenida al nuevo año.
Mañana, todo
seguirá igual, en algunos habrá resaca
luego de comidas y bebidas, otros, más sobrios, pensarán de modo
diferente, y seguramente, la gran mayoría, con el deseo de que el nuevo año se
favorable, bueno y que nos traiga paz.
Pero el tiempo
cronológico, los días, los años, no son los que traen paz, discordia, alegrías
o tristezas, sino que somos los humanos quienes obramos, quienes hacemos la
praxis y en ello nos va el destino.
Las guerras y el hambre, no son una
catástrofe. Son una forma de gobierno
© Helios Buira