sábado, 13 de abril de 2013

ALQUILER DEL ESPACIO EN EL TALLER. Y MIS DUDAS

140

Capítulo 2

Cuando Mariana se fue, luego de haber visto el lugar y aceptar mi propuesta de pago, quedé pensando que en verdad, nada sabía de ella, qué persona era. ¿Y si había cometido un error? ¿Qué pasaría si era uno de esos seres complicados, que se relacionan con otros a través del conflicto? Amortiguaba estos pensamientos el hecho de que fuera Aldo, amigo de tantos años, quien me la había presentado y él fue testigo de la conversación que tuve con ella, por lo que puedo concebir que, de no ser una persona de confianza, él me habría hecho alguna seña o dado una señal de que no le alquilara parte del taller.
Las dudas seguían. Y Aldo ya no estaba en Buenos Aires para hacerle alguna consulta acerca de Mariana.
Para olvidar, para quitarme esos pensamientos, me puse a trabajar en una de las esculturas que estaban en espera de conclusión
Estaba entusiasmado con la serie de las escaleras, no tenía un nombre todavía, pero sabía que podía decir algo interesante una vez cumplida. Lo que no sabía, era cuándo se completaría, ni cuántas obras serían necesarias para darla por finalizada.

Una vez preparados los elementos, me dirigí hacia los caballetes que sostienen las esculturas y me obligan a esquivarlos para ver a cada una de ellas. Me detuve ante la que di en llamar “La escalera por la cual María Mora decidió irse al cielo” Tema fuerte, intenso en mi sentimiento, dedicada a María Mora, que se suicidó hace un tiempo; era hija de un amigo escultor, con quien compartí un buen trecho en mi existencia, hasta que nos distanciamos. A María Mora la tuve en brazos a los pocos días de nacer, la vi crecer y recuerdo que cuando era pequeñita corría por el gran fondo de la casa y yo pensaba que si un día tenía una hija, desearía que fuese como ella. Se trata de una obra que tiene dos tiempos de apreciación: una pared, divide esos tiempos; de un lado, una figura que tiene en una de sus manos un paño y se prepara para subir a una escalera apoyada en ese muro; del otro lado, una figura de pie que sostiene con sus manos, los brazos extendidos casi en cruz, un paño que la cubre por completo. Es el símbolo de la muerte, pues la figura no puede verse en su totalidad. El muro, divide el espacio en metáfora del cambio de dimensión. María Mora atravesó el tiempo cronológico, para “pasar” a otro estado. Me cuesta trabajar sobre esta obra, en particular porque Paloma, mi hija, que yo había pensado años antes en que ella fuese parecida a María Mora en su alegría, en la libertad de su cuerpo cuando correteaba por el patio de su casa, fue quien me llamó por  teléfono al taller y me dio la noticia del suicidio. Como un mazazo, de un dolor inenarrable. Creo que por ello, por esa “relación” extraña, es que me puse a trabajar para concebir el momento en el que María Mora decide irse al cielo. Pero voy lento, doy vueltas en rededor del caballete, observo, observo y mis manos no se atreven a poner material sobre las figuras, que se me hacen esperan para ser terminadas y que se cumpla el conjuro que atempere el dolor.

Dejé de lado esa obra y destapé una que estaba trabajando en arcilla, de la serie de los bares de Buenos Aires, que llevaba por título, al menos mientras la trabajaba, “Sola con todos”. Una figura que está sentada a la mesa de un bar, pero no enfrentada a la mesa, sino más bien de costado, como ofreciéndose a los parroquianos o queriendo estar con ellos, por eso el “con todos”. Abierta a la comunicación, al encuentro. Una reminiscencia de la Deola de Césare Pavese, que me permitió la serie Deola de Buenos Aires, dedicada, justamente al escritor italiano que en agosto de 1950, dijo: “Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más” Escrito en su diario, el 18 de agosto. Nueve días después, se suicidó en un hotel de Turín, ingiriendo una dosis abundante de somníferos. Previo a eso, en otro lugar de su Diario, dice: "Uno no se suicida por amor a una mujer. Uno se suicida porque el amor nos muestra en nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestra vulnerabilidad, nuestra insignificancia.
Mientras destapaba la escultura, observé la foto de este inmenso que tenía fijada en la pared y el epígrafe decía: Cesare Pavese, foto tomada en agosto de 1950, días antes del suicidio.
Este inmenso me dio a Deola, la prostituta que quiso irse a Turín con el hombre que le había prometido llevarla luego de una noche larga, pensaba ella en el bar, sentada a una mesa, mientras se miraba en el frío del espejo.
Cuántas veces he leído ese poema, esa maravilla de poema, cuántos dibujos hice en los bares de Buenos Aires, intentando llegarle a Deola, a Pavese, a través de una energía cósmica y en ese intento, contarle a quienes vieran mi escultura expuesta, cuál era mi sentir.
La figura me agradaba, estaba bien construida, la composición de las masas era armónica y esa obra, tiempo después le haría escribir a Fernando García Curten, la presentación para una de mis muestras.
Trabajé varias horas cargando arcilla, dando por terminadas zonas que ya no tocaría. Luego vendría el secado y finalmente el horneado, que Ricardo, desde su sapiencia, haría con sumo cuidado, templando el horno en varias veces, para que la obra no estalle.
La tapé nuevamente con trapos húmedos y una bolsa de plástico, ordené las herramientas y salí del taller para ir a lo de Ricardo, que ya había horneado otras esculturas y yo estaba ansioso por verlas.

© Helios Buira

viernes, 12 de abril de 2013

DE MI TALLER. DEL DINERO QUE NO ALCANZA. Y ELLA.

139

Capítulo 1

Ella era una. Pero no una, sino la Una. La Única y verdadera.
Compartíamos el taller.

Supe que estaba buscando un lugar para alquilar, entonces le ofrecí un espacio en el que yo arrendaba. Había lugar, eran dos ambientes grandes, bien grandes, un baño, la cocina y una pieza pequeña, que era donde yo dormía. Podíamos trabajar ambos sin molestarnos, ya que los ambientes estaban dispuestos en forma de L, eran un ángulo perfecto para que pudiésemos conservar algo parecido a una intimidad, sin vernos mientras cada uno hacía lo suyo, pero, seguramente, sabiéndonos en el territorio. Mi ofrecimiento, a la vez, tenía que ver con que el pago del alquiler me estaba costando; hacía tiempo que no tenía entradas de dinero y lo guardado, se estaba yendo rápidamente.
Me había dicho que lo pensaría, pero, primero quería ver cómo era, qué comodidades tendría ella para poder trabajar; eso era lo que en verdad buscaba.
Le di la dirección, que anotó en un papel y pensé “seguramente lo pierde y yo pierdo el contacto con ella”
Me la había presentado un amigo, mientras estábamos en un bar; ella lo vio –estaba en otra mesa- vino a saludarlo y se quedó en la nuestra. Mi pensamiento fue premonitorio, porque luego de ese encuentro mi amigo viajó a Europa y por ello, si ella perdía la dirección de mi taller, ya no habría otra posibilidad de verla. En esa charla del bar, fue que mencionó la búsqueda de un taller.

Pasaron quince días y una tarde, golpeó a la puerta. Al abrir y verla ahí, parada, sentí alegría. “Traje bizcochitos” dijo y agregó “para el mate”. Entró. Por el gesto, por sus ojos, por la sonrisa, supe que el lugar le agradaba.
Días antes, pensando en que podría alquilar el espacio, me esmeré en ordenar, limpiar y mantener todo como para que a su llegada, no viera el caos, el desorden que siempre me acompañó en todos los talleres por los que pasé.
Dijo “Qué hermoso lugar”, en voz baja, casi susurrando, para ella, para su propio adentro.
-Recorré, mirá todo –dije-, mientras preparo el mate.
Al verla allí, observando detenidamente mis esculturas, dibujos y seguramente mi manera de estar, la intimidad de mi taller, sentí un cosquilleo, un temblorcito en el cuerpo. Mientras ella giraba la cabeza hacia un lado, hacia otro, mis ojos se llenaban de su belleza. En el bar, fue todo muy rápido como para saberla de la manera en que se daba mientras ella caminaba, se detenía, volvía a caminar, a girar, tratando de abarcar todo el lugar,  seguramente, para decidirse o no, a alquilar la otra parte que yo había dejado vacía, como para que se diese cuenta de la cantidad de espacio que podría utilizar.
Entró a la cocina, donde yo había puesto la pava sobre el fuego y preparaba el mate. “Cuánto me cobrarías por el alquiler” dijo. Le respondí que si estaba de acuerdo, la mitad de lo que yo pagaba y compartiríamos los gastos de luz y esas cosas. El taller sería de ambos. Abrió los ojos, sonrió y dijo “¿tan así? ¿Tan simple?” “Sí”, dije. “Es lo que corresponde” “Me encanta, quiero venirme ya”, dijo. “Bueno, cuando quieras” respondí.
Nos sentamos a la mesa, abrió el paquete de bizcochitos, mate de por medio y comenzamos una conversación de conocimiento mutuo, de acercamiento, ya que pronto tendríamos que compartir los espacios.
Casi al unísono, comenzamos a reírnos y ella dijo: “¡No nos dijimos nuestros nombres!”
“¿Y en el bar?” dije  “No recuerdo” respondió
Era así. Recién ahí nos presentamos.
-Soy Mariana.
-Soy Helios. Bienllegada a este lugar.
-Gracias –dijo- siento que este taller me estaba esperando.
-Una parte es tuya –agregué.
Así estuvimos hablando hasta bien entrada la noche. Se despidió diciendo que la próxima semana traería sus cosas y se instalaría. Usaría el lugar sólo para trabajar, pues vivía con su pareja
Tendí mi mano para saludarla y ella me dijo: -vamos a ser amigos. Y me dio un beso en la mejilla.

© Helios Buira

jueves, 11 de abril de 2013

DE LO SUPERFICIAL EN EL ARTE. Y HERBERT READ.

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Leyendo a Herbert Read, uno puede concluir en pensamientos a favor o en contra de lo que él dice, pero, siempre, este hombre deja huella dentro de uno.
Habla, por momentos, de un arte sin concentración, que abandona las guías filosóficas, un arte sin relación, un arte que se jacta de su inconsecuencia, de su incoherencia y dice, sin tapujos, que eso no es de ningún modo arte.
En los años que he trabajado en el Centro Cultural Recoleta, he visto mucho de lo que menciona Read: liviandades fenomenales, con un reconocimiento efímero, quedando fuera de moda al poco tiempo de haber sido expuestos esos trabajos. Porque buscan la moda quienes lo hacen.
Y cuánto escribieron críticos y presentadores de artistas, tratando de explicar lo inexplicable, intentando con palabras difíciles, raras, darle sentido a ese sin sentido que allí se exponía.
Para saber de qué se trata, basta con ver anuncios de artistas que dan clases de arte naif, o de arte abstracto. Un despropósito. Y allí se observan los mamarrachos que hicieron los pobres discípulos.
Dice Read:
El arte es una actividad que a la vez refina los sentidos e inventa y perfeccionas los símbolos del discurso; estos dos aspectos de la vida humana: la autointegración y la intercomunicación, son inseparables.
Pero creo que lo visto, y sobre lo que menciono, en nada refina sentido alguno. Al contrario, se me hace que mucho de lo que se expone, genera un rechazo notorio en el espectador, pero, un rechazo no provocado por la obra, como sería por su contenido y su factura, sino rechazo porque nada dice, o sea, rechazo por una nada.
Están dentro de esos expositores, los que agreden al espectador, con formas que pretenden mostrar la crisis del hombre o con abstracciones corpóreas que proponen zonas punzantes, como si se tratara de la violencia instalada en la sociedad, pero no es otra cosa que la violencia del propio autor la que se manifiesta.
Consiguen claro es, que los críticos opinen y tal vez, sea eso lo que pretenden, pero pocos caen en la trampa de tomar en serio esas manifestaciones “artísticas”
He visto en una sala vacía, las paredes blancas, un breve texto escrito con marcador negro y en la entrada un larguísimo texto con un lenguaje críptico, tratando de decirle algo a quienes visitaban la muestra, que, debo decir por si no se entendió, era la frase genial que había escrito el artista en una de las paredes.
El comentario de algunos que entraron a la sala, era: “Pensar que hay verdaderos artistas que no pueden exponer sus obras por carecer de recursos económicos y este infeliz, se da el lujo de escribir una estupidez en la pared pretendiendo que se lo llame artista”
Vi mucho. Algún día escribiré sobre ello, a modo de “memorias de alguien que trabajó por años en el Centro Cultural Recoleta”

© Helios Buira

miércoles, 10 de abril de 2013

UN TEXTO. LOS QUE MIRAN DE LEJOS. Y EMILIO MATEI

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He leído el texto que a continuación publico, pues considero que su claridad y contundencia en el decir, puede ayudar a muchos a darse cuenta sobre lo que los medios hegemónicos de información (¿información?) pretende instalar de manera permanente en la sociedad
Emilio Matei, escritor, pensador y amigo, dice lo siguiente:

Los que miran desde lejos

“En medio del trabajo de días, tal vez sin dormir una o más noches, frente al horror de la muerte y las pérdidas irreparables de gente entre el llanto y la parálisis del no saber qué hacer frente al desastre, están los jóvenes preocupados y solidarios. Pero también aparecen, muy lejos de la acción, algunos puristas que discuten si la ayuda se hace del modo formalmente correcto más allá del tiempo y forma en que debe ser hecha.
La verdad, que no sólo la injusticia de los que juzgan desde lejos, sino el uso que se hace de esas discusiones, bizantinas en momentos como estos, tapan las preguntas más serias, esas que ponen incómodos a todos. Como, por ejemplo: ¿se previó lo necesario? ¿Hay culpables? Y no a la espera de respuestas por sí o por no, sino con datos precisos de qué es lo que se debió haber hecho y por qué no lo hicieron los responsables en el caso en que los hubiera.

Las camisetas de Cáritas o los uniformes de los Boy Scouts no parecen molestar a nadie, las agrupaciones juveniles de los partidos la mayor parte de las veces, sí. Sobre todo si representan intereses antagónicos a los de las empresas poderosas. Y ni hablar cuando, además, son masivos y eficientes.”

 Leí y escuché, montones de críticas realizadas contra esos jóvenes en su mayoría miembros de La Cámpora, una organización juvenil de militantes que adhieren, apoyan y militan en defensa del Modelo instalado en la Argentina desde el año 2003, sostenido, en la última elección presidencial, por el 55% de los votos. O sea, que la mayoría de los argentinos con posibilidades de elegir a sus gobernantes, ha decidido el acompañamiento de la gestión de la Presidenta Cristina Fernandez de Kirchner.
Quienes se oponen, quienes consideran que el gobierno no los representa, o no creen en el Modelo que se diferencia notoriamente de lo que el neoliberalismo instaló en Argentina a sangre y fuego, suelen ser receptores de lo que los medios radiales, televisivos o gráficos les dicen contra el gobierno y el modelo.
Muchos, les creen.
Pero ante la tremenda tragedia que cayó sobre La Plata en torrenciales lluvias provocando inundaciones, muertes, pérdidas materiales y mucho dolor, la respuesta fue un accionar solidario sin precedentes, algo que hacía mucho tiempo no veíamos los argentinos.
Allí es donde se presentan los militantes, la Cruz Roja, Organizaciones Barriales, ciudadanos dispuestos en ayuda, para mitigar en lo posible semejante horror.
Muchos de los militantes políticos, se identificaron con pecheras de La Cámpora, por dos motivos: para decir que allí estaban y para, a la vez, identificarse entre ellos, para mejor organizar las tareas de ayuda.
¿Qué hicieron los opositores que no pueden llegar a comprender un Movimiento Popular? Pusieron el grito en el cielo, en una cadena de críticas de toda índole, agravios, y todo tipo de sofismas, con tal de desprestigiar el accionar de los jóvenes.
¿Y qué hacían éstos? ¡Colaboraban para que la ayuda, llegase lo antes posibles a quienes estaba sufriendo lo indecible!
O sea, que de hecho, esos opositores, pasaron a segundo lugar, el drama de los platenses.
Cuando no se tienen ideas para debatir, lo que se utiliza en su lugar, es la mentira, o la agresión, sea física o verbal.
La prueba, el miserable ataque a golpes y patadas, que un grupo de la UOCRA, cometió contra jóvenes de La Cámpora, mientras cumplían sus tareas solidarias.
Esos, y muchos otros, son quienes de alguna manera, permitieron que la dictadura cometiera los crímenes que ya sabemos, porque jamás están del lado del pueblo, traicionando todo aquello que se intenta conquistar en aras de una mejor existencia.
He llegado a leer un cartel que decía:

Los fideos, el arroz, la ropa, te los mandé yo, no La Cámpora
Pero estos turros “los filtraron” y te los dieron en nombre de ellos
No te dejes engañar.

O sea, que quien escribió lo que allí dice, considera que lo donado por él o ella para los inundados, les llegaría como por arte de magia, sin organización alguna para la distribución.
Organización, reitero, en la cual participaron bomberos, policías, la Cruz Roja, las organizaciones barriales y cientos de personas, a los que denomino como Militantes Ciudadanos. Como también distintas instituciones privadas y del Estado.
El pensamiento de quien escribió ese cartel, muestra un egoísmo sideral y lo considero muy cercano al pensamiento autoritario.
Agradezco a Emilio Matei que haya escrito ese texto.
Su Blog: En Realidad Hoy

© Helios Buira

martes, 9 de abril de 2013

DE BUENOS DÍAS. DE PASADO Y BARRILETES

136

Por la mañana, fui a comprar alimento para mis cinco gatitos.
El señor que lo vende, es una persona de carácter más bien reservado, algo adusto, pero conmigo, se da a la conversación.
Vive su presente desde el pasado. Las charlas que tenemos, hablando de las cosas que hoy acontecen, él las comenta desde un tiempo ido, no sé cómo hace, pero mientras hablamos, nos estamos refiriendo al presente.
Tiene en un pendrive, 400 temas musicales de los años 60 y 70, y los escucha todo el tiempo; tuvo un programa de radio, donde difundía esa música. Y sabe de qué habla cuando opina sobre aquellos años sonoros.
Lo mismo con el equipo de fútbol con el cual simpatiza: por comparación, hace análisis sobre lo que hoy sucede, me dice que “tal jugador, en aquellos tiempos, producía determinadas jugadas dada la posición que ocupaba en el campo de juego, entonces hoy, fulano, tendría que moverse por el mismo lugar y así, sería más productivo y el equipo estaría mejor armado para enfrentar al contrincante”. Es como si no se tratara de nombres, sino de una estrategia futbolística.
Respecto de lo social, dice que “hoy, se intenta ser solidario ante una catástrofe, para socorrer o ayudar a quien lo necesite, pero esa solidaridad, antes, se daba en todos los aconteceres de la vida, ayudando a quien se construía la casita, o, cuando una mujer del barrio enviudaba, los vecinos colaboraban con lo que podían para que el desamparo de de la viuda no se notara tanto”; “claro, agrega, antes la mujer no trabajaba, salvo casos excepcionales, entonces dependía de lo que el marido trajera a la casa desde su trabajo, por eso se salía a ayudarla.”
Y así sigue hablando, cada vez que voy, contando anécdotas, o filosofando desde una perspectiva cotidiana.

Esta mañana, al llegar yo para comprar el alimento de los gatos, luego del saludo, agregué: -Gervasio. Qué día hermoso ¿verdad? Parece primavera.
Respondió: -Sí, un hermoso día. Antes, uno miraba ese cielo y estaba lleno de barriletes. Hoy no hay barriletes. ¿Será siempre el mismo cielo?
En ese momento llegó al local otra clienta, entonces me despedí y volví a casa.
Quedé pensando en los barriletes y me fui bien adentro, lejos en el tiempo, para memorar las salidas que hacíamos con los amigos del barrio para recorrer quintas, buscando cañas, y así seleccionar las mejores; todo en un análisis profundo de cuáles eran las mejores para poder hacer el mejor barrilete.
Una vez conseguida “esa” que buscábamos, se la limpiaba, y se cortaba del tamaño que queríamos fuera el barrilete. A partir de allí, el armazón, con formas de bomba, estrella, mitad bomba mitad estrella, cometa, cuadrado (que en verdad era un rectángulo); cubrir ese armazón con papel barrilete, de colores, los flecos y la cola, con tiras de tela que proveían las madres.
Entonces, muchísimos metros de hilo chanchero (el más fuerte) ir a la canchita de Banderín y hacer que el viento se lo llevara hacia lo alto. Y allá arriba, en ese cielo, lo veíamos pequeño, muy pequeño, sintiendo que lo habíamos remontado bien alto. La cosa, era remontar un barrilete.
He llegado a contar cien en un día, todos moviéndose en un vaivén lento, silencioso, como una cadencia cual danza barriletera.
Hasta que el drama. Dos de ellos se “enganchaban” y la desesperación de los dueños tratando de salir de ese trance, de ese desastre que presagiaba la caída y con ello la pérdida del barrilete y muchísimos metros de hilo, pues generalmente, dada la altura, iban a parar lejos del lugar en que eran remontados.
La sensación que provoca en la persona el hecho de remontar un barrilete, se me hace algo imposible de explicar, de narrar.

Aquí, la letra del tema de La Bersuit

BARRILETE

Estaciones de desilusión
Barriletes de mi corazón
Divagando sin buena razón
Vuelvo al primer amor
Garabatos de mi anotador
Recordando el tono de tu voz
Evocando tu forma de ser
Una niña en frasco de mujer
Pero cuando sopla el viento sur
Me arrastro hasta tu latitud
Y te busco en el fondo de un bar
O en las calles de cualquier ciudad
Barriletes de desilusión
Todo cambia y también cambio yo
Me da miedo saber la verdad
Si te encuentro entonces, ¿qué verás?
Dame una esperanza
Decime algo más
¿Por qué te escondiste?
¿Y para dónde irás?
Mandame una carta
Si es que te acordás
De aquellos días
Nuestros nada más
Pasa el tiempo y te idealizo más
Con tus besos de virginidad
Chocolates en tu delantal
Cruzando el parque Lezama vas
Cómo flota esta sensación
Se parece a ese planeador
Sin embargo todo es ilusión
Un fantasma en plena transición
Y no alcanza la brisa de hoy
A empujarte hasta donde estoy
Se precisa más que un huracán
Una especie de gran aluvión
Dame una esperanza
Decime algo más
¿Por qué te escondiste?
¿Y para dónde irás?
Mandame una carta
Si es que te acordás
De aquellos días
Nuestros nada más
Estaciones de reconstrucción
Barriletes de mi corazón
Enganchados a un poste de luz
Como aquel divino sueño azul
Barriletes de desilusión
Todo cambia y también cambio yo
Me da miedo saber la verdad
Si te encuentro entonces, ¿qué verás?
Barriletes de desilusión
Barriletes de desilusión


© Helios Buira

lunes, 8 de abril de 2013

ERIKA. NUESTRA SALIDA Y GOGOL BORDELLO

135

Hoy, como lo hacemos lunes, miércoles y viernes, nos encontramos con Erika, mi hija, para darnos una buena charla, tomar café sentados a la mesa de un bar, caminar por la avenida Corrientes, la peatonal Lavalle y distintas calles de esta querida Buenos Aires.
Erika tiene predilección por la música, a la vez que por la lectura y el intento de escribir cuentos policiales, de misterio y suspenso.
Cuando estábamos en el bar, toma mi celular y busca letras de una de sus bandas favoritas, Gogol Bordello, y me lee lo que allí se dice.
Escucho con atención y una vez terminada la lectura, me pide que suba a mi Blog, una de esas letras, que son canciones.
La traducción a ella le pertenece.
Bien, cumplo entonces:

CRÓNICA NÓMADE ( Nomadic Chronicle – Gogol Bordello)

                                                                 Pequeña parcela del Señor
                                                                 Canasta de frutas
                                                                 Salpicada con néctares.

Antes cuando era joven y loco, como decían
Pero seguro, trabajaba bastante duro.
Robé algo de dinero a mi mamá
Y tomé el camino a Leningrado
Fui detenido en el siguiente tren
En medio de la Ucrania rural
Así es como todo comenzó
Y voy a contar la historia de una verdadera rebelión

Suficiente, suficiente,
Suficiente paranoia

Quizás soy un hombre propenso
A girar en círculos, en su maldición
O quizás soy solo un paranoico
Puesto por el Señor en esta habitación
Y una botella siempre será mi cubierta
Todas vuestras cejas ¿podrían desatar por favor?
Y si hay algún desprecio para un gitano
¿qué queda para ser romántico?

Suficiente, suficiente,
Suficiente paranoia.

¿Esto es sólo cuando estoy borracho.
O veo alguna cosa clara?
Es como cuando uno es disléxico
Lo que soy, voy a seguir siendo: un no-ciudadano.

*****

Gogol Bordello es un grupo de punk gitano del Lower East Side de Nueva York formado en 1999. Uno de sus rasgos más característicos son sus frenéticas presentaciones teatrales, y otro su sonido inspirado en la música gitana. La mayor parte de sus miembros son inmigrantes de Europa del este, y el grupo utiliza sonidos de acordeón y violín y, en algunos de sus discos, saxofón y música de cabaret, punk y dub.
En una entrevista para la National Public Radio, el líder Eugene Hütz citó a Band Of Gypsys y Parliament-Funkadelic como influencias musicales del grupo, y a Nikolái Gogol, homenajeado en el nombre de la banda, como una influencia ideológica. Entre sus influencias están también Manu Chao, Fugazi, Kalpakov, Rootsman y The Clash.
Lanzaron su primer single en 1999, y desde entonces han publicado dos álbumes, un EP y un álbum en colaboración con Balkan Beat Box. En 2005 el grupo firmó con la discográfica de punk rock SideOneDummy Records.
La grabación de "Start Wearing Purple" del disco Voi-La Intruder les dio a conocer en el Reino Unido, y fue regrabada para su disco Gypsy Punks, convirtiéndose en su primer single internacional. “Not a Crime” fue seleccionado como segundo single.
La melodía de "Start Wearing Purple" aparece en varias escenas a lo largo de la película de 2005 Everything Is Illuminated, y en los títulos de crédito se oye la canción con letra; es también la última canción de la banda sonora. Además, Eugene Hütz tuvo un papel protagonista en el filme.
Varios miembros de la banda, junto con miembros de Balkan Beat Box, tienen un proyecto paralelo que mezcla dub y electrónica llamado J.U.F. (Jewish-Ukrainian Freundschaft).
En el 2007 actúan en una presentación en vivo en el Live Earth (Londres) junto a Madonna, con la que comparten escenario mientras cantan juntos "La Isla Bonita", el 07 de julio de 2007.
El 8 de junio de 2012, se usó un fragmento de su canción "Super Taranta", para darle música a la ceremonia de apertura de la Eurocopa 2012, en el Estadio Nacional de Polonia.

© Helios Buira

sábado, 6 de abril de 2013


LA MUESTRA. DÍA INAUGURAL

134

Acabo de llegar de la inauguración de la muestra “Los amigos del museo y sus creadores”
Nellie de Curia, Fundadora del Museo y actual Presidenta de la Asociación de amigos, al hablar en la presentación, dijo que es la primera muestra del año, anunció mpróximos eventos y que la intención de la Asociación es juntar a los artistas para que vean sus obras y en la del otro, sientan que no están solos, que el camino que cada uno recorre es el mismo del otro, así se sentirán reconocidos y alentados para potenciar esa misteriosa soledad en que el artista se encuentra en el momento de la creación.
Mucho público, en una noche agradable.

Mis Esculturas

Mis Esculturas y otras obras

Nellie de Curia
Parte del público

Más público

Atentos

Mili la Modelo

viernes, 5 de abril de 2013

DE PERROS, PERRITOS Y LADRIDOS.

133

Los que cuidan.

Son varios.

Accionan de guardianes.

La Negra, Pichi, Chusco, El manchita, Blanca, La Pepona, Huesito, Piyuga Tatín, Kamala y otros más.

Los veo a través de la ventana, como todo lo que veo que sucede afuera, en la calle, mientras sentado ante la PC, tecleo letras que forman palabras que componen párrafos, con el deseo de que digan algo completo una vez unidas las oraciones.

Van, vienen, se huelen, se miran,  se reconocen.

Cada vez que algo o alguien extraño ingresa en la zona que ellos vigilan, llega el aviso y todos, de inmediato, se posicionan en función de alerta. Uno de ellos es el que da la voz de listo. Entonces, todos a moverse, a ponerse inquietos, en un ir y venir como alterado.

Basta que uno lance el primer ladrido. Y el dicho: “Ladra uno y ladran todos” Batahola infernal, no paran, en una mezcla coral impresionante, con graves, agudos, continuidad; ladran, ladran, vuelven a ladrar sin detenimiento. Luego van cesando, de a uno, poco a poco, hasta que queda el último, que casi siempre es el más chico, el más inquieto, el del ladrido finito.

Esto puede darse a distintas horas del día. Y de la noche... cuando un gato, intenta atravesar la zona prohibida y luego de la corrida correspondiente, seguramente con el terror a cuestas, consigue dar un salto y trepar al primer árbol que se le pone en el camino zigzagueante de su despavorido escape. Y ese es el motivo del sideral escándalo de ladridos: el gato en el árbol y la jauría debajo, ladrando, ladrando, ladrando, ladrando sin fin, mientras los humanos damos saltos en las camas, interrogándonos aun dentro del sueño, qué es lo que está pasando afuera.

Pero también puedo observar, desde este “mirador” a La Negra, una perra de tamaño grande, que en épocas de celo, ha sido  inseminada por casi todos los perros del barrio y en alguna oportunidad, casi al mismo tiempo, uno tras otro. Pero... ¡Nunca ha quedado fertilizada! No sabemos, los vecinos, el por qué.

Entonces, La Negra, cuando otras perras tienen sus crías se acerca, y termina jugando con ellos, protegiéndolos, cuidándolos, como si fuesen su propia lechigada. Paciente como pocas veces he visto. Soporta todas las molestias que esos cachorros le propinan, echada, mirándolos con una ternura que es belleza.

Cuando una perra está en celo, la jauría de machos se inquieta, comienzan las escaramuzas, ladridos, gruñidos, mordiscones y hasta peleas en las cuales el más débil o pequeño, termina con un hueco en su pelambre y a esperar que cicatrice.

Cuando la perra es pequeña y la toman machos grandes, pobre perra. Cuando la perra es grande, pobres los machos pequeños, que andan a los saltos, detrás de la hembra, sin poder concretar el apareamiento. Saltan, saltan y a veces, hasta se me hace que la perra sonríe por lo bajo.

Son muchos, de todos los pelajes, de todos los tamaños y cada vez, se incrementa la perrería luego de las pariciones.

Pero tienen sus dueños, sus casas y cada uno, a ella se dirige cuando la necesidad de alimento o de agua.

Andan por la calle, descansan echados en la tierra, atentos, alertas.

Ellos son los que cuidan la cuadra.

Y yo los nombro. 

© Helios Buira


jueves, 4 de abril de 2013

TRAGEDIAS. HORRORES. Y DESPUÉS

132

Argentina está de duelo.
Las lluvias en Capital Federal y en La Plata, provocaron muertes. Muchas muertes.
Inmenso dolor.
Y las pérdidas de casas, autos, muebles, y tanto que se puede mencionar, arrastrado por el agua. La pérdida de los recuerdos tangibles.
Luego, las autoridades tratando de explicar lo inexplicable, escamoteando verdades y la hipocresía.
Hace algunos años, cuando la Tragedia de Cromañón, escribí un texto tratando de comprender ese otro horror, con el título de Siempre es Después.
Aquí va.

Siempre es después

Pasaron algunos años.

Fue exactamente, un 30 de diciembre.

Aquella noche guitarras, bajos, batería, pulsaban en la contundencia sonora que necesitan las bandas de Rock para expresar su decir. Los participantes-oyentes en festejo frenético, como es hábito en este tipo de encuentros, coreaban las canciones, saltaban, gritaban dentro de la alegría que se genera en esa química tan única entre las bandas musicales y los jóvenes.
Eran miles.
Quiero imaginar esos momentos, cierro los ojos y tal vez, pueda tener un acercamiento a través de las imágenes que pueden verse en noticieros o en las transmisiones dedicadas a esa disciplina artística que desde hace ya tantos años moviliza a millones de personas en aras de escuchar a sus preferidos, a quienes les dejan el mensaje del mundo en el cual vivimos. Casi siempre, la mayor de las veces, un mensaje rebelde, un mensaje de no-aceptación de los fundamentos de un sistema perverso y decadente que, por obra de la Gran Mediocridad, domina en el planeta.
Y el griterío, la algarabía, el frenesí mezclado con los acordes sonoros que la banda emite desde el escenario a través de potentes equipos de audio y en una cantidad de decibeles difíciles de soportar por quien no está habituado a esos acontecimientos, a esos encuentros. Celebración. Esta es la palabra con que me viene identificar esos rituales tan intensos y se me hace, tan ancestrales, más allá de las diferencias formales.
Aquellas reuniones tribales, en las que algún iniciado ofrecía a través de cantos la oración que se expandiera por la Naturaleza Toda y así, recibir los beneficios que ella ofrece a los seres vivos. Y ese canto, esa invocación, era coreada por el grupo para que tuviese más fuerza, mayor intensidad y así propagarse por el Universo.
Qué son, si no, esos gritos de los jóvenes, clamando por un mundo mejor, por un mundo más justo y prueba de ello es cuando se dan las mega-reuniones en las cuales se presentan varios grupos, ante miles y miles de oyentes-espectadores. Por la paz, contra el hambre. Siempre, solidarios
Y aquella noche, no era diferente.
Estaban ahí, en circunstancia, los mismos que podrían haber estado años antes, o en el momento en el que un grupo comenzara con sus acordes sonoros, para que el Encuentro se diera de inmediato.
Miles. Muchos miles. Tal vez, más de lo posible.
En un espacio cerrado, al cual ingresaban a través de una puerta que era controlada por quienes trabajan de receptores del ticket que garantiza que se abonó la entrada para poder disfrutar de lo allí programado.
Adentro a la sazón, las pancartas, las banderas, “los trapos” que identifican a los grupos, a las bandas, a las tribus que conforman ese acontecer en aparente delirio para una noche memorable, una noche que se guardará luego para siempre, como recuerdo de alegrías, de un estar en el lugar que les corresponde ante sus necesidades de gritar y de clamar por aquello que aún no tienen. Claro, se les dice adolescentes.
Y se agitan los trapos, las pancartas, los carteles identificatorios de barrios, de zonas, de identidades. Se agitaban los cuerpos, en el salto ritual de la Ceremonia. Y se encendieron las bengalas del festejo. Las bengalas.

Entonces el horror.

Inesperado. Imposible. Impensable. Jamás considerado entre los jóvenes.
Esas bengalas dieron en una mediasombra, (tela usada a modo de decoración) adherida a su vez, a planchas de poliuretano, de alto poder inflamable y esto fue el inicio de una de las tragedias que más golpearon a la sociedad, por las características y por todo lo que de ningún modo se hizo para que esto no hubiese ocurrido.
Esa noche, se duplicó la capacidad posible de ingresantes. A la vez, para que no pudiesen ingresar sin abonar la entrada, se le puso candado a una puerta lateral que hubiese servido como vía de escape.
Imagine el lector, a miles de jóvenes intentando escapar de un incendio declarado, a la vez que sin luz, dado que el lugar quedó a oscuras, tanteando paredes buscando la salida salvadora. Pero imagine los apretujones, lo empujones, cuerpos buscando de cualquier manera la vía de escapada, los que seguramente caían ante la imposibilidad de sostenerse en pie, pisoteados por los que sí mantenían la vertical, pero cuántos de ellos tropezaban con esos cuerpos caídos y eran arrollados por los que venían detrás.
Imposible imaginar. Hay que estar en una situación semejante como para poder compararse con lo que allí ocurrió aquella noche.
Horror. Sólo el horror. Pánico. Miedo expresado de todas las maneras, angustia inenarrable.
194 muertes. Más de mil heridos y, también, los que “nada” les pasó.
Todos en un rato, en un tiempo incalculable, debieron soportar ese acaecer colosal en el dolor.

La prensa.

Comenzaron los medios amarillos –y de los otros- a escribir, a decir, a “opinar” acerca de lo que allí había pasado. Medios, que por esos días, elevevaron notoriamente sus ganancias.
Muchos periodistas apuntaron la mira de sus armas ideológicas a través de la palabra, contra los jóvenes, contra el Rock, el descontrol juvenil, la droga y un montón más de palabrerío sin, en ningún momento, decir quiénes, verdaderamente, podrían ser los responsables de semejante tragedia.
Como también estaban los que hacían análisis sesudos opinando acerca de los funcionarios que no cumplen con sus “obligaciones”, de la policía que hacía la vista gorda ante la entrada desmedida de público al lugar, pero, en ningún momento, daban nombres y no se hacían cargo de tener que denunciar como corresponde las verdades del horror. Porque la Noticia, la Información, también debe ser una denuncia, cuando corresponde que así sea, si los medios se jactan de que están para informar, para decir lo que acontece en una sociedad.
Con este accionar, los medios, lo que hacían, era distraer y desinformar acerca de la responsabilidad de las autoridades de gobierno, que no ejercieron nunca el contralor correspondiente ya que, de haberlo hecho, quizás, la tragedia no hubiese ocurrido.
Siempre es después.
Al poco tiempo del espanto, salieron cantidades de inspectores municipales a recorrer todos los lugares en los cuales se hacían recitales.
Se revisaban matafuegos y se exigía que todo lugar donde ingresara público, debía estar equipado con la cantidad necesaria, para casos de emergencia.
Se daban charlas en los organismos oficiales acerca de cómo actuar en casos de incendio, cómo evacuar al público si tenía acceso a esos lugares, como reunirse los empleados fuera del establecimiento, como autoevacuarse, como, como, como...
Todos los lugares con acceso de público, debieron modificar la apertura de sus puertas, cambiando el sentido de la bisagra hacia “afuera”, contrario a lo que pasaba en República de Cromañón. Ahora, en vez de “Tire para abrir”, dice: “Empuje”

194 muertos después, se comenzó con la Seguridad para los vecinos de la Ciudad.
Pero si uno retrocede en la memoria, puede recordar muchos otros horrores como éste y luego de ellos, escuchar la misma cantinela, los mismos inspectores, las mismas nuevas normas de seguridad, las mismas... las mismas mentiras de siempre.

© Helios Buira

miércoles, 3 de abril de 2013

UN TESTIMONIO. ATRIBULADO MI SER. Y EL HORROR

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Estos textos de mi autoría, a los cuales suelo agregarles dichos de autores que he leído, intentan ser una expresión cuyo contenido, en mayor grado, está dedicado al mundo de la cultura, al mundo del arte.
El título del Blog, Cavilar el Mundo, por momentos, me hizo pensar en la posibilidad de ampliar la temática, pero debo decir que aún me cuesta someterme a otros contenidos.
En esta publicación de hoy, atribulado, quiero testimoniar, por boca de otra persona, lo que se ha hecho en Argentina, cuando el horror de la dictadura nos introdujo en una larga noche infernal. Noche y Niebla, dijeron algunos. Nacht und Nebel, dijeron otros.
Transcribo, tomado del diario Página 12, el testimonio de José Solanille, en el juicio contra los represores asesinos del campo La Perla, en la provincia de Córdoba.
Muchos, muchísimos, que no acuerdan con el Modelo Transformador que se instaló en el año 2003 y aún continúa, elegido y apoyado por mayoría de votos en elecciones democráticas, con hechos, en su gestión, que nos han sacado a los argentinos del horror económico que había instalado el neoliberalismo, a sangre y fuego y que en el 2001, dejó 32 muertos en las calles, por la represión policial. Reitero, esos muchos,  tildan al gobierno actual, como una dictadura.

El testimonio.

“Sinvergüenzas, hijos de mala madre”
Lo brindó José Solanille, un peón rural que vivía a 500 metros del centro clandestino de detención cordobés. Hizo un pormenorizado relato de las atrocidades que allí se cometieron. Contó de los fusilamientos y de las fosas comunes.

Por Marta Platía

El arriero José Julián Solanille, de 83 años, sólo encontró en su vocabulario de campesino insultos y descalificaciones para retratar a los autores de las torturas y el asesinato de cientos de personas; para describir los hedores de los cuerpos quemados, las fosas repletas de cadáveres y los aullidos de los prisioneros de La Perla. Un sitio que distaba, según precisó al dar su testimonio en el juicio por los crímenes cometidos en ese centro clandestino de detención, “a unos 500 metros” de donde se encontraba su propia casa.

“A principios de 1976 –arrancó– yo vivía ahí con mi mujer y mis seis hijos ahí cerquita de la cárcel de La Perla. Desde el 24 de marzo lo que ya venía viendo empeoró: se llenó de gente la cárcel y empezaron los gritos todas las noches. Desgarradores gritos todas las noches, señor juez. Mi mujer tenía miedo, se quería ir de ahí. Pero yo no sabía dónde ir, dónde si ahí tenía trabajo. Ahí es cuando empecé a ver lo que estos atorrantes, sinvergüenzas, hijos de mala madre estaban haciendo.”

Entre los imputados, Solanille reconoció a Luciano Benjamín Menéndez, a quien dijo haberle “tenido aprecio alguna vez”, ya que le calzó uno que otro caballo; al “Nabo” Ernesto Barreiro; al “capitán (Exequiel) Acosta”, alias “Rulo”; a Pedro Vergez, alias “Vargas”, y a Luis Manzanelli.

Recordó cuándo escuchó por primera vez el apodo de Barreiro: fue por boca de la mujer de un paracaidista de apellido Baigorria. “Me acuerdo que el marido tenía un Chevy amarillo. Venían y este señor dejaba a la señora, que era muy linda, en mi casa. Una vez ella salió al campo con un termo y estaba cerquita de la cárcel. Se sentían gritos. Se escuchaban muchos gritos de chicas. Entonces los dos vimos pasar a Barreiro como a unos ocho metros. Ella me dijo entonces ‘ahí va el Nabo. Vas a ver cómo se va a acabar el griterío de las putas ésas’.”

Barreiro se rió como si hubiese escuchado el mejor de los chistes. Pero su mano izquierda lo traicionó con un movimiento hiperkinético sobre su rodilla. El otro que no pudo con su propio cuerpo fue nada menos que Menéndez. Su pose impertérrita, pétrea, sostenida durante los seis juicios que lleva por delitos de lesa humanidad, estalló en añicos durante el testimonio de Solanille: estuvo sentado de lado en su butaca, el torso hacia adelante, el pecho casi tocándole los muslos en dirección al arriero. No quiso perder palabra de lo que dijo Solanille. Se molestó y masculló insultos por lo bajo en algunos pasajes, y varias veces levantó la mano para replicar. El juez le ordenó silencio. Sólo le admitió una queja: que el declarante “no debe calificar a los represores”. Pero ni eso lo tranquilizó: Solanille lo vio al frente de un fusilamiento masivo y dio cuenta de ello.

“Estaba con otro compañero en la Loma del Torito. Habíamos visto la fosa cavada. Unos cuatro metros por cuatro. Tenían a toda la gente en dos filas. No sé, eran muchas personas. Como cien. Algunos vestidos, otros totalmente desnudos. Estaba Menéndez. El había llegado en un (Ford) Falcon blanco. Yo lo había visto. Sabía que se venía algo grande. Y ahí estaba, con su fusil. No lo vi disparar. Pero él dio la orden. La gente estaba encapuchada o vendada o tenían unos anteojos... Los que no tenían nada, los que podían ver, gritaban. Unos hasta corrieron. Pero los mataron por la espalda. Ahí nos rajamos con mi amigo. Estábamos cagados de miedo. Nos habíamos arrastrado hasta arriba de la loma, pero bajamos corriendo. Después se ve que los quemaron. Tiraron explosivos. El humo con ese olor espantoso se vino para mi casa. Era insoportable. Mi mujer y mis hijos se quejaban. Era horrible.”

Solanille contó que días después pasó por el lugar y vio que habían tapado la fosa: “Se ve que estaba muy llena, porque sobró mucha tierra”. También recordó cuando una perrita que tenía comenzó a llevar a la cucha “huesos chiquitos, cabecitas muy chiquitas...”. Allí se quebró. Se cubrió los ojos celestes con una de sus manos y sollozó: “Perdónenme abuelas, pero la perrita traía manitos, bracitos, batitas celestes y rosas...”

El ternero y los cadáveres en el pozo

Solanille recordó también la vez que uno de sus terneros cayó en un pozo y lo rescataron con otro campesino y unos soldados: “Tenía más de 18 metros. El animalito estaba parado. Pero alrededor había muchos cuerpos. Era espantoso. Salía un olor horrible. Había mucha gente muerta. Cabezas, piernas, brazos retorcidos, una chica con el pelo despeinado, para adelante... Sacamos el ternero. Un olor bárbaro tenía... Cuando volvimos después con los jueces y la Conadep, costó encontrar ese pozo, porque le habían hecho una loza de material arriba, y habían construido una casa cerca. Pero yo sé bien que ahí abajo estaba el pozo donde se cayó el ternero”.

El hombre dijo haber contado “más de doscientos pozos”, algunos grandes, otros más chicos. Todas tumbas. “Eran tumbas porque tiraban a la gente adentro y siempre sobraba tierra. A veces los enterraban tan mal que las lluvias lavaban el terreno y salían los huesos... Entonces los animales los agarraban. Los llevaban a mi rancho... Además el olor. Quemaban los pozos y, cuando había viento norte, el humo con ese olor de cristianos quemados llenaba mi casa. Con mi mujer discutíamos. Yo me había vuelto casi loco. Tanto que me fui a dormir a un rancho más adentro del campo para no tener tantos problemas. Ni una sola noche desde que vi todo eso me he podido olvidar de La Perla”, soltó. Y de nuevo los insultos “a estos vándalos, atorrantes, asesinos”.

Contó, además, de “la primera y única vez” que vio pasar un helicóptero por La Perla. “Fue el 3 de mayo de 1976. Iba a caballo y vi que tiraron como dos bolsas de papas. Eran dos chicas.”

Según Solanille, “algunas mujeres la pasaron muy mal, fueron muy maltratadas antes de que las mataran”. Dijo haber presenciado “una fiesta donde habían llevado a algunas chicas y las hacían chupar vino, se las tiraban unos con otros. Era espantoso”. Y también recordó un día que vio a “muchos jóvenes al sol, todos con los ojos vendados, las manos y los pies atados y, a un costado, llorando, a un chiquito de unos cuatro, cinco años”.

Solanille dejó casi sin preguntas a la defensa. Tan contundentes fueron sus dichos, a pesar de que, como era previsible, se intentó aducir “su pérdida de memoria por la edad”. Una afirmación que hizo sonreír a más de uno en la sala, considerando la minuciosidad de su relato.

Antes de terminar su declaración, memoró cuando una bala perdida casi lo mata a él: “Pero le dio a la yegüita en la que yo iba montado. Cuando me bajé, me manché con su sangre”. Furioso, volvió a darse vuelta y miró a los imputados. “Mire señor juez, los tengo acá, atrás, en mi espalda. Cuídeme, porque son capaces de cualquier cosa. Yo los he visto. De cualquier cosa.”

Antes de levantarse de su silla, el arriero pidió que “el juez y los periodistas” tomaran nota de algo: “Quiero decir que donde todos murieron, yo resucité. El año pasado, el 24 de marzo, cuando fui a La Perla, me infarté. Y si no fuera por los chicos de HIJOS, no estaría acá. Ellos me salvaron y no me morí por diez minutos, me dijo el médico. Emiliano Fessia (encargado de ese espacio de la Memoria) y los chicos me salvaron. Tanta gente que murió ahí y ahí yo resucité”, repitió, ya casi como para sí mismo.

Menéndez lo contemplaba, aún, doblado sobre sí mismo. La cara descompuesta, escuchando al único testigo que lo vio haciendo lo que todos saben que hizo y que el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército no niega: dirigir y ordenar la tortura y la matanza de cientos de personas en el campo de concentración más grande que ha existido en Córdoba. El de Solanille ha sido uno de los testimonios más terribles y definitivos de los que se han escuchado en lo que va de este juicio.

© Helios Buira

martes, 2 de abril de 2013

ACERCA DE FERNANDO GARCÍA CURTEN. Y LOS ORÍGENES

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Escribir sobre F.G.C. se me hace algo difícil pues la intensidad y la inmensidad de su obra generan en mí un dejo de pudor que me llevan a pensar si será posible que con mi texto pueda estar a la altura de la descomunal belleza de su obra, para poder contarle a ustedes de quién se trata.
Haré el intento, correré el riesgo.
Pero siempre me quedará aunque no pueda elevarme en vuelo, la certeza de lo que interiormente acontece en mi alma cuando veo y recuerdo la obra de este hombre grande que me fue dado en gracia conocer.
Fue así. Tuve que ir a la ciudad de San Pedro por una invitación que me hicieron para presentar bocetos con la idea de hacer un monumento a la amistad, que se instalaría justamente, en el Parque de la Amistad. Nos reunimos con políticos, con el Intendente, para iniciar y dar forma al proyecto que finalizaría con la inauguración de la obra.
Hablamos, nos reunimos, hablamos, nos reunimos, hablamos, hablamos y como generalmente suele suceder con los políticos por esa cosa que llaman "la interna", nada de esto se cumplió. Los bocetos fueron a parar a cualquier lado.
Pero tiempo después sabría que mi viaje a San Pedro tenía otro significado; que fui a esa ciudad para encontrarme con García Curten.
Una de las personas que frecuentaba las reuniones con los políticos, me dijo una tarde que allí había un escultor. Pensé que se refería a uno de los presentes y riendo, me dijo "no, en San Pedro tenemos un escultor".
Yo había viajado con Carlos Ferrari y Roberto Lo Tártaro, que participaban del proyecto; Lo Tártaro como Arquitecto, pues la cosa era de grandes dimensiones y él se haría cargo de parquizar el asunto. Comento esto, pues cuando el Sampedrino nos invitó a visitar el taller del artista de San Pedro, por lo bajo le dije a uno de mis amigos": vamos a ver los gauchitos del escultor".
Allá fuimos y como éste no estaba, tuvimos que mirar por una de las ventanas del taller. Cuando lo hice, caí hacia atrás, como fulminado por una energía poderosísima. Mis amigos me sostuvieron y el Sampedrino me preguntó qué sucedía y creo que dije algo como...-¡pero este tipo es un genio!.
Lo primero que vi fue El Cristo, que después supe que se titula "Cristo Para Armar". Y fui recorriendo como pude esas imágenes dolorosas, desgarradas, tremendamente fuertes que allí estaban expuestas mientras por mis mejillas caían lágrimas de emoción y culpa al mismo tiempo. Había recibido el sopapo mayor del universo aplicado a mi soberbia. Desde ese instante todo sería distinto. La amistad con Fernando quedó sellada en el primer abrazo que nos dimos cuando fuimos presentados al otro día.
Quiero transcribir ahora un texto de Abelardo Castillo que salió editado en Cuadernos Hispanoamericanos en el número 450. Dice esto:

"El arte de la antigüedad clásica ignoraba la muerte. Ni siquiera el arte funerario la conocía. Las necrópolis, ciudades de la muerte; sus mausoleos, el carnero solar o la pirámide, plantados como un desafío en la arena transitoria, junto al agua transitoria; esas piedras creen en la eternidad. No hay más que pensar en sus basamentos, en sus volúmenes de otro mundo, en sus criptas pintadas para ser vistas solo desde adentro. Lo mortal era la carne del hombre, no su espíritu ni la materia con que daba forma a las obras de su espíritu. Aun la catedral gótica, construida a lo largo de generaciones enteras, niega, a lo ancho y a lo alto, la aniquilación y el olvido. Por una paradoja que solo en apariencia es una paradoja, el arte toma conciencia de su muerte en el Renacimiento.
Leonardo descreía de la duración de la pintura. El arte de nuestros días sabe que es efímero. Si Dios ha muerto como cantó Zaratustra, todo está corrompido y trabajado por la muerte. El único tiempo de las obras del hombre es ahora. Ya se pinta sobre cartón, sobre paredes que se desplomarán mañana. Hilo, lata desperdicios, chatarra: muchos de los mayores artistas contemporáneos formulan sus sueños con estos materiales. Ya se sabe, hasta una catedral puede estar construida con basura. En este estado de cosas, parece no haber más que tres caminos: la desesperación, la frivolidad o la agonía.
En la orgullosa soledad de un pueblo de Buenos Aires, un pintor, un escultor todavía joven descubrió por sí mismo estas verdades y eligió el tercer camino. El arte de Fernando García Curten es un arte agónico. Demasiado talentoso para la frivolidad, demasiado rebelde para la desesperación, García Curten encontró en sí mismo una forma de arte y probó una etimología. Agonizar, ya lo sabían los griegos, es lo mismo que luchar. En esta raíz semántica en esa contradicción, yo he visto el secreto de estos cuadros y estas esculturas. Ya se trate de un humanoide que sostiene el marco de su propio estrago, un ciclista calcinado que parece venir de Hiroshima, de un abstracto sediento comido por su propia sed, estos fantasmas de alambre y madera y clavos se instalan en la realidad como una negación. Vistos de golpe, no se puede saber de qué están hechos: lo que parece lava volcánica puede ser cartón o madera hachadas; lo que parece corteza de palmera puede ser metal. Si Fernando García Curten hubiera nacido en Londres o en París, si aunque más no fuese viviera en Buenos Aires, alguien podría ver en su obra lo que vio Sartre en la de Giacometti: una visión metafísica del mundo. Giacometti desordenaba el espacio poniendo una lejana cabecita liliputiense en un torso de watusi; García Curten ha puesto una calavera de gato en el esqueleto de un pescado; y el pescado se volvió pez, cobró vida de barracuda, salió de la muerte y desde el corazón mismo de la fealdad está luchando por la vida y por la belleza. Los que aman los antecedentes, las genealogías, las filiaciones, notarán lo evidente: Fernando no es el único escultor que descubrió la nobleza de la basura, la utilidad estética del deshecho, la morfología de la chatarra, la divina proporción de lo informe. Lo que a mí me asombra es la originalidad de este solitario. Originalidad a lo Kierkegaard, quien supo que la originalidad nace del centro de la angustia. Originalidad qué, básicamente, consiste en volver a intentar lo que han intentado todos los artistas verdaderos de cualquier época: refutar la evidencia de la muerte. Con bronce, con palabras, con sonidos o con desperdicios: da lo mismo. Probablemente Fernando García Curten haya elegido el único camino posible en nuestro tiempo: robarle a la muerte sus propios materiales, luchar por la vida con la forma y la materia de sus despojos. Dos fábulas lo avalan: la del Fénix nacido de sus cenizas y la de la greda vil de Adán".

Este texto de Abelardo Castillo lleva como título "El Arte Agónico de Fernando García Curten". Lo elegí porque me parece bello, intenso y profundo.
Y a manera de homenaje de estos dos artistas, quizás, los más intensos del mundo actual (como diría Liliana Heker en la presentación del catálogo de una de mis exposiciones)
Castillo pone el énfasis en la originalidad de ese artista de San Pedro; voy a transcribir entonces un fragmento del capítulo segundo de "Plexus", cuyo autor, Henry Miller, es uno de los mayores santos de mi devoción literaria y quizás nos ayude a ver un poco más acerca de este tema tan complejo que es la originalidad y al que muchísimos pensadores trataron de todas las maneras posibles.
Dice Miller:

"¿He citado las cartas de Van Gogh que entonces estaba leyendo y que recientemente he releído tras un lapso de veinte años? Lo que me apasionaba era el ardiente deseo de Vincent de vivir la vida de un artista, de no ser sino un artista, pasara lo que pasase. Con hombres de su clase el arte se convierte en una religión. Cristo, muerto desde hace mucho para la iglesia, renace. El apasionado Vincent redime al mundo mediante el milagroso uso del color. El soñador despreciado y desamparado vuelve a representar el drama de la crucifixión. Se alza de su tumba para triunfar sobre los incrédulos.
Una y otra vez Van Gogh dice que no desea otra cosa que llevar una vida sencilla. Solo es extravagante en el uso de los materiales. Todo pasa por su arte. Es un sacrificio tan absoluto que en comparación, las vidas de la mayoría de los pintores parecen apagadas y sin valor. Van Gogh sabe que nunca lo reconocerán en vida; sabe que nunca recogerá el fruto de su trabajo. Pero, ¡tal vez su renuncia facilite las cosas a los artistas del futuro! Ese es su deseo más profundo. De mil formas diferentes dice: <Para mí no espero nada. Nosotros estamos condenados. Nosotros vivimos fuera de este tiempo.>
¡Cómo suda y se esfuerza para reunir cincuenta cuadros que su hermano ha de exhibir ante un mundo desdeñoso y despreciativo! Los últimos años de su vida es un auténtico loco. Pero un loco en el sentido propio de la palabra. Todo llama y espíritu, rebosa de energía creativa. Es la taza que desborda. Y está solo.
En Arlès resulta difícil conseguir mujeres para posar. La gente dice que sus pinturas son atroces.<¡Están llenas de pintura!> Me río y lloro al leer esto. ¡Llenas de pintura! ¡Qué terrible verdad!¡Qué ironía que la maravillosa consecución de ese prodigio (la saturación de la tela con color, con puro color tumultuoso), que ese sueño de todos los grandes pintores (por fin realizado) se usara contra é! ¡Pobre Van Gogh! ¡Rico Van Gogh! ¡Van Gogh Todopoderoso!
¡Qué burla cruel y blasfema! como si dijeran de un hombre de Dios.<Pero,¡está demasiado repleto de Dios!>.
Me gustaría pintar de tal modo, dice Van Gogh, que todo aquel que tenga ojos vea claramente lo que hay en el cuadro. Así hablaba y vivía Jesús. Pero los ciegos y los sordos no nos abandonan nunca. Sólo ven, sólo oyen, sólo actúan quienes están henchidos del precioso espíritu santo.
Sabemos que durante mucho tiempo Van Gogh se abstuvo de usar el color, que se forzó a sí mismo a trabajar con lápiz, carbón, tinta. También sabemos que empezó estudiando la figura humana, que intentó aprender de la Naturaleza. Sí, se ejercitaba para leer lo que estaba oculto bajo la concha. Se asoció con los pobres y los humildes, con obreros reprimidos, con parias. Adoraba al campesino y lo ensalzaba más que al hombre culto. Estudiaba la forma de las cosas, el tacto de los objetos. Se familiarizó con todo lo común y cotidiano para poder más adelante, cuando hubiera adquirido la destreza y la técnica necesarias, representar ese mundo de lo ordinario, de lo vulgar, de lo cotidiano a la luz de una realidad divina. Lo que Van Gogh deseaba era volver familiar en sentido nuevo -en sentido eterno, por decirlo así- ese mundo más que familiar. Quería mostrar que no estaba revestido de mal ni de fealdad, que nunca era monótono y aburrido, que basta mirarlo con ojos amorosos para reconocer su esplendor y magnificencia. Y, cuando hubo realizado eso, cuando nos hubo dado una nueva tierra, descubrió que ya no podía hacer frente al mundo: buscó voluntariamente un refugio, un manicomio.
Fueron necesarios casi cincuenta años para que el hombre de la calle comprendiera que un Cristo, que se había manifestado como pintor, había estado entre nosotros últimamente. De repente, gracias a la inmensa popularidad de un libro sensacional, miles y miles de personas se ponen a visitar los museos y las galerías; convergen como un Niágara ante las embriagadoras obras maestras de ese genio despreciado y desesperado, Vincent Van Gogh.
Reproducciones de su obra se ven por todas partes; surgen en los lugares más inesperados. Por fin consigue el éxito Van Gogh. Por fin <el gran fracasado> se ve reconocido. Su fe estaba justificada al parecer. Su sacrificio no fue en vano. Pues no sólo llega a las masas, sino que también -lo que es más importante- influye en los pintores.
En una de sus cartas -¡ya en 1888!- escribe:<La pintura da muestras de volverse más sutil -más musical y menos escultórica- en fin elle promet la couleur> Subraya la palabra color. ¡Qué profética su visión!¿Qué es la pintura moderna sino un himno al color? El uso libre y audaz del color, equivalente a una revelación, precipitó una liberación inopinada. Siglos de pintura quedaron aniquilados de la noche a la mañana. Se abrieron perspectivas increíbles.
En esas cartas maravillosas en que Van Gogh relata sus descubrimientos sobre las leyes del color (la mayoría de las cuales formuló Delacroix), trata con cierto detenimiento del uso del blanco y del negro. No hay que abstenerse de usar el negro. Hay muchas clases de negro. ¿Acaso no usaron el negro Rembrandt y Franz Hals?, pregunta.¿Y también Velázquez?. No simplemente el negro, sino veintisiete clases diferentes de negro. Todo depende de la clase de negro y de cómo se lo usa. Lo mismo ocurre con el blanco. (Utrillo no iba a tardar en confirmar las apreciaciones de Vana Gogh. ¿Es que no sigue siendo su época blanca la mejor?).
Hablo del blanco y del negro porque era inevitable que aquel revolucionario en el mundo del color se ocupara de las primeras y de las últimas cosas. En eso nos recuerda a esos auténticos hijos de Dios que no temen al mal ni la fealdad, sino que los abarcan e incorporan a su mundo de bondad y belleza.
Cuando el siglo XIX se derrumbó en el campo de Armageddón, las últimas barreras quedaron hechas pedazos. Los artistas demoníacos que sobresalieron en ese siglo contribuyeron a la destrucción del pasado tanto como los estadistas y militares, los financieros y los industriales, los revolucionarios y los propagandistas que prepararon el terreno para la derrota. La guerra de 1914 pareció el final de algo; sin embargo, sólo fue la culminación de algo que hacía tiempo que se preparaba. En realidad, abrió vastos horizontes nuevos. Mediante su obra de demolición dio salida a nuevos y vastos campos de energía. El período que va de la Primera a la Segunda Guerra Mundial es rico en producciones artísticas. En ese período, en el que el mundo estaba a punto de verse conmovido hasta los cimientos por segunda vez, era en el que yo estaba formándome. Fue un período difícil en primer lugar porque había que encontrar la forma exclusiva con las propias fuerzas, con las propias facultades. La sociedad, desgarrada por toda clase de disensiones, ofrecía al artista todavía menos apoyo y aliento que en la época de Van Gogh. La propia existencia del artista estaba amenazada. Pero,¿Es que no estaba amenazada la existencia de todo el mundo?
Al salir de la Segunda Guerra Mundial, existe la vaga sensación de que la propia tierra está amenazada de extinción. Hemos entrado en otra era apocalíptica. El espíritu del hombre está convulsionado como la propia tierra en períodos geológicos antiguos. La muerte es lo que nos estamos sacudiendo de encima: la rigidez de la muerte. Deploramos el espíritu de violencia prevaleciente, pero para romper las ataduras de la muerte hay que impulsar el espíritu del hombre. Las posibilidades más deslumbrantes nos envuelven. Estamos imbuidos e investidos con facultades y energías insospechadas hasta ahora. Estamos a punto de vivir de nuevo como seres humanos, con la plena grandeza que la palabra humano entraña. La heroica obra de nuestros predecesores parece ahora el trabajo de víctimas de sacrificios. No es necesario que nosotros repitamos sus sacrificios. Lo que debemos hacer es gozar de los frutos. El pasado yace en ruinas, el futuro se abre incitante.¡Tomad este mundo cotidiano y abrazadlo! Eso es lo que el espíritu insta a hacer. ¿Qué mejor mundo puede existir que este en que tenemos plena responsabilidad, todos y cada uno de nosotros?¡No trabajéis para los hombres del futuro!¡Dejad de trabajar completamente y cread! Pues la creación es juego, y el juego es divino.
Ese es el mensaje que recibo siempre que leo la vida de Van Gogh. Su desesperación final, que acabó en la locura y el suicidio, podría interpretarse como impaciencia divina. <El Reino de Dios está aquí>, exclamaba. <¿Por qué no entráis?>.
Derramamos lágrimas de cocodrilo por su lamentable fin, olvidando el estallido de esplendor que lo precedió.¿Acaso lloramos cuando el sol se hunde en el océano? La plena magnificencia del sol se nos revela sólo en los pocos instantes que preceden y siguen a su desaparición. Volverá a aparecer al amanecer, otra magnificencia, otro sol tal vez. Durante todo el día nos alimenta y sostiene, pero apenas le prestamos atención. Sabemos que está ahí, contamos con él, pero no le ofrecemos acción de gracias ni devoción. Los grandes luminares, como Nietzche, como Rimbaud, como Van Gogh, son soles humanos que sufren la misma suerte que el astro celestial. Hasta que no están ocultándose, o no se han ocultado del todo, no nos damos cuenta de su gloria. Al lamentar su tránsito, cegamos nuestros ojos para que no vean la existencia de otros soles nuevos. Miramos hacia atrás y hacia delante, pero nuestra mirada nunca penetra directa al corazón de la realidad. Si en ocasiones adoramos al cuerpo solar que nos da calor y luz, no pensamos en los soles que han estado brillando desde la eternidad. Aceptamos irreflexivamente que todo el espacio está tachonado de soles.
En verdad, el universo nada en luz. Todo está vivo e iluminado. También el hombre es receptáculo de energía radiante e inagotable. Es extraño que sólo en la mente del hombre haya oscuridad y parálisis.
Un pequeño exceso de luz, de energía (aquí en la tierra) y dejas de ser apto para vivir en la sociedad humana. La recompensa del visionario es el manicomio o la cruz. Parece como si nuestro hábitat natural fuera un mundo gris y neutral. Así ha sido durante mucho tiempo. Pero ese mundo, ese estado de cosas está acabándose. Nos guste o no, con anteojeras o sin ellas, nos encontramos en el umbral de un mundo nuevo. Nos vamos a ver obligados a entender y aceptar... porque los grandes luminares que apartamos de entre nosotros han trastornado nuestra visión. Vamos a ser testigos de esplendores y horrores, alternativa y simultáneamente. Vamos a ver con mil ojos, como la diosa Indra. Las estrellas avanzan hacia nosotros, hasta las más distantes.
Con nuestros instrumentos percibimos ahora mundos cuya existencia no sospechaba ni por asomo el hombre antiguo. Podemos localizar reinos de mundos que superan nuestro saber actual, porque nuestras mentes ya son receptivas a la luz que emana de ellos. Al mismo tiempo también podemos concebir nuestra propia destrucción total. Pero, ¿acaso nos quedamos por ello clavados en el sitio? No. Nuestra fe es mayor de lo que nos atrevemos a admitir. Sentimos la magnificencia de esa vida eterna que es la del hombre y que siempre hemos negado. A pesar de nuestro orgullo y nuestra vanidad, nos comportamos como si no supiéramos nada de nuestra herencia auténtica. Insistimos en que solo somos humanos, demasiado humanos.
Pero, si fuéramos verdaderamente humanos, seríamos capaces de todas las cosas, estaríamos listos para todas las emergencias, conoceríamos todas las condiciones del ser. Deberíamos recordarnos diariamente, repetir como una letanía, que en nuestro ser se encuentra encerrada toda la gama de la existencia. Deberíamos dejar de adorar e inspirar adoración. Ante todo, deberíamos dejar de aplazar el acto de llegar a ser lo que de hecho y en esencia somos.
<Prefiero>, escribió Van Gogh, <pintar los ojos de los hombres a pintar catedrales, porque hay algo en los ojos de los hombres que no existe en las catedrales, por majestuosas e imponentes que éstas sean...>"

Debo confesar que al acabar de transcribir el texto maravilloso de Henry Miller, sentí que por mis mejillas caían lágrimas de emoción, en el justo instante en que por la Radio Clásica estaban irradiando El Réquiem Alemán de Johannes Brahms.
El texto pertenece a "Plexus" (La Crucifixión Rosada II) y fue editado por Alfaguara con traducción de Carlos Manzano. A quienes les agradezco por haber publicado semejante portento..
Castillo termina hablando de la originalidad del artista.
Menudo tema el de los orígenes.
Porque en verdad ¿Qué es ser original? O ¿Cuándo se es original?
Nuevamente tenemos que volver al antepasado de las rocas, porque ese sí era original puro.
Todo lo otro, vino después.
Cuando graba en la piedra semejantes maravillas, cuando cuenta las historias que deja para los tiempos, el tipo no tenía el conocimiento racional del cual disponemos hoy, tampoco las posibilidades intelectuales ni podríamos decir que era un tipo culto, lector, que escuchaba la buena música o que tenía el bagaje de milenios en el mundo del arte que hoy cargamos.
Pero después de él, cómo se pudo seguir siendo original, si es que esto significa algo importante para el tema que nos une o nos pone en contacto para el encuentro. Porque el mismo Castillo en los primeros capítulos de su novela "Crónica de un Iniciado" cuenta que el personaje, hablando con Graciela le dice: <Es que la originalidad se la dejo para los que no tienen otra cosa>. Y yo subrayé esto pues me pareció buenísimo como argumento para cuando disiento y discuto con aquellos que quieren ser originales a toda costa, originales desde la razón, como si dijeran: "Ahora voy a ser original" y creen que con decirlo, tarea cumplida.
No. Porque la originalidad no nace de la razón; nace desde adentro, desde aquello tan profundo y lejano que albergamos en algún lugar del alma. Y no todos pueden serlo.

© Helios Buira