lunes, 1 de abril de 2013

ERIKA. LOS CUENTOS. EL MÚSICO DE LA CALLE LAVALLE.

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Salí temprano de casa. Colectivo hasta la Estación Moreno, Tren hasta la estación Once, colectivo hasta la casa de Erika, mi hija.
Salimos a caminar por la Avenida Corrientes, hablamos de muchas cosas.
Ingresamos al bar que vamos las veces de nuestros encuentros, nos atendió el mozo de siempre, y pedimos el ritual del café con leche y tostados. Más charla, más emociones de mi parte.
Erika transita por sus 17 años.
Me contó la idea que tiene acerca de escribir cuentos con una temática policial, y me preguntó si quería escuchar lo que está escribiendo. O sea, que la intención, es una praxis.
Estuvimos más de dos horas allí sentados y todo ese tiempo, ella hablándome de sus cuentos, narrándome tramas, ideas, búsquedas. Me dijo que se está informando, que quiere hablar con algún abogado pues necesita datos de cómo se practican los allanamientos, pues en uno de esos cuentos, hay una muerte y la sospecha sobre un posible asesino o instigador; me dejó con el suspenso del final.
Reitero lo de mis emociones, escucharla es placentero, agradable y siento cómo crece, cómo profundiza para su existencia.
Luego, volvimos a caminar, momento en que comenzó a caer una tenue llovizna. Anduvimos por la peatonal Lavalle mientras hablábamos (ella me hablaba) de su sentimiento por Buenos Aires, que se da cuenta que ama esta ciudad, que se apena por las transformaciones que está haciendo el gobierno de la ciudad, que para ella, son destrucciones. Y le duele pues no podrá ver nunca más, lo que han modificado.
En un momento de la caminata, escuchamos el sonido de un bandoneón, un hombre que sentado sobre una silla, con un atril frente a él, ejecutaba ese instrumento del que brotaba un tango. Erika me pidió detenernos para escuchar.
La llovizna se acentuaba, los transeúntes no se detenían a escuchar la música. Erika puso dinero en una gorra que el músico tenía para ese fin.
Cómo estábamos ella y yo, el hombre dejó de tocar y nos convocó a que escucháramos algo que quería decirnos. Nos contó de donde venía el bandoneón, que era un instrumento alemán, y mientras hablaba, sacaba sonidos explicándonos lo que significada cada uno. En un momento le mencioné a Alejandro Barletta y él se emocionó; nos dijo que había sido su maestro. Comenzó a interpretar obras de Bach, y nos dijo que Barletta era el mayor ejecutante de las obras de ese genio de la música en un bandoneón.
Estuvimos casi una hora escuchando esas maravillas.
Erika hizo comentarios preguntándose cuál era la injusticia para que un hombre como ese, tuviera que salir a tocar el bandoneón, bajo la lluvia, protegido apenas por una marquesina, para que las personas que pasaban por allí, le dejaran unas monedas.
La acompañé hasta su casa y volví a Moreno.
Mientras esto escribo, la emoción se acentúa.

© Helios Buira

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