jueves, 31 de enero de 2013

EXPRESIONISMO. EXPRESIONISTAS. PLEJANOV TAMBIÉN.

72

Sábato dice que “expresión, es presión hacia fuera”.
Puedo concebir entonces que el expresionismo trata de decir, mediante una presión, la sustancia, la esencia de los seres y las cosas. Las hace “salir” y “aparecer”. Con fuerza, sin consideraciones. En un aparente desorden. En un desajuste que rompe con lo que tradicionalmente se concibe en la forma ordenada, pulcra. Al principio, hiere a los ojos, pareciese como si los ofendiera.
Un conglomerado de pasiones, de sentimientos desbordantes, por momentos alucinates, en eso que va a ser “todo el espectáculo”, al decir de Antonin Artaud.
Pienso que el expresionismo no es la manifestación de una época, de un tiempo en el arte. El expresionismo ha existido siempre. En toda creación artística importante, quiero decir las grandes obras. Desde la Venus de Willendorf, los Caprichos de Goya, su obra negra, las escenas callejeras de Daumier, hasta las pinturas rupestres que bien podrían haber sido la manifestación del llamado período expresionista.
Ese período, manifiesta su apogeo entre 1880 y 1918 aproximadamente, siendo, para mí, sus precursores, Vincent Van Gogh y Paul Gauguin.
A su vez, el expresionismo, no es un grupo ni una escuela, sino todo lo contrario. Podría decirse que es una tendencia, a diferencia del impresionismo, del fauvismo o del cubismo, que sí, fueron movimientos y si se quiere, se podría hasta darles fechas de nacimiento, de desarrollo y fin.
Los grandes artistas llamados expresionistas, nunca estuvieron agrupados, más bien, eran notorios solitarios. Y muchos de ellos, con existencias complicadísimas. Se ha llegado a decir que el expresionismo es el grito de los solitarios, desgarrados por un mundo que veían caer, por la moral estrecha de una sociedad que creyéndose eterna, se moría.
Suelo pensar que, luego de la primera guerra mundial, dejaron en claro a través de sus obras, que el mundo que venía, iba a ser peor aún. Y ya sabemos lo que fue la segunda guerra mundial, con los horrores del nazismo.
Considero que El Grito, de Edvard Munch, podría sentenciarse como emblema del expresionismo. Es un grito casi demencial. Pero un grito que el mundo no escuchó.
Los expresionistas se sentían solidarios con los humildes, los pobres, los obreros. Para ellos el arte era una entrega, un compromiso.
Pero pagaron cara su bondad, su lucidez, su libertad. La mayoría de ellos sufrieron lo indecible, muchos, llegando al suicidio y para colmo, se les puso el mote de “malditos”
El hecho de que llegaran a la deformación para acentuar la expresión, cosa esencial en el expresionismo, pareciera ser que esa actitud creativa, se les endilgó a las respectivas existencias.

J. Plejanov, en su libro El arte y la vida social, nos dice:
El problema de la relación del arte con la vida social siempre ha desempeñado un papel muy importante en todas las artes que alcanzaron un determinado grado de desarrollo. Este problema generalmente se resolvía y se resuelve en dos sentidos directamente contradictorios. Unos decían y dicen: «No es el hombre para la cosa, sino la cosa para el hombre» No es la sociedad quien sirve al artista, sino el artista quien sirve a la sociedad: el arte debe contribuir al desarrollo de la conciencia humana, al mejoramiento del orden social. Otros niegan terminantemente esta concepción. Según su criterio, el arte en sí mismo es un fin y el convertirlo en un medio para alcanzar otras finalidades accesorias, aunque más nobles, significa despreciar la dignidad de la obra artística
Colijo que es todo un tema para desarrollar, la cuestión de: El arte por el arte.

© Helios Buira

miércoles, 30 de enero de 2013

POESÍA. HENRY MILLER. RIMBAUD. Y OTROS.

71

Henry Miller, hablando sobre Rimbaud, dice: «No me acuséis de leer demasiado profundamente. Rimbaud, quiso decir exactamente todo cuanto escribió literalmente y en todos los sentidos».
Hablando de Blake, de Jacob Boehme, tanto como de Rimbaud, agrega: «Vivían en la imaginación; sus sueños eran realidades que nosotros aún no hemos llegado a experimentar»
Sueños realidades. Esto dicho, me hace elevar a Henry Miller a la altura de aquellos que él menciona en su estudio sobre Rimbaud. Sólo que Miller no lo aceptaría.
Cuando Hölderlin propone: «Puesto que existimos como lenguaje y podemos oírnos los unos a los otros», me pregunto si se refiere al hombre digamos de la calle, o al universo de los poetas. Los símbolos y signos usados por los poetas, son una de las pruebas más válidas de que el lenguaje es un medio para mostrar eso que no se ve, eso inescrutable que está en el mundo real.
Pero también el hombre de la calle tiene su lenguaje, su manera de decir. ¿Cuál sería entonces la diferencia? ¿Qué es lo que hace que el lenguaje sea poético?
Interrogantes sobre los cuales se ha dicho ya bastante, pero no siempre acertadamente. Tal vez Aldo Pellegrini haya profundizado de manera tal que al leerlo, uno puede llegar a comprender este asunto de la poesía. (El poder de la palabra. En Arte y Letras)
Y Octavio Paz dice: "La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro... Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: ya lo llevaba dentro."
Lo dicho por Paz, hace que me pregunte: ¿Pero… la poesía es el poema? O esa palabra puede abarcar a su vez a otras disciplinas artísticas.
Creo que pocos han explicado qué es la poesía, sino cómo es o para qué es. Y es lógico, la palabra “poesía” es un concepto abstracto, que lo tomamos como algo concreto. Es decir, analizamos siempre las cosas por sus efectos, y no la cosa en sí. Cuando hablamos de “bondad”, por ejemplo, nos referimos a lo particular que se manifiesta en los actos que parecen buenos, a lo bondadoso, pero no nos referimos a la cualidad en sí y su esencia u origen. Lo mismo pasa con el concepto poesía.
La poesía debe ser hecha por todos” Dice Lautreamont.
Y Becquer, propone: “Poesía eres tú
Desde mi subjetiva comprensión, creo que poesía es el origen de todos los sentimientos.
Poesía es lo que está oculto, pero que a través de nosotros, se expresa con el poema, como lo inmediato en la unión de la palabra; pero cuánta poesía hay en las Bellas Artes, en la Música, en la Narrativa.
Si uno va a una representación de Tosca, no puede salir del teatro en el mismo estado en que ingresó. Y no puede dejar de sentir que es una obra de una poesía sideral.
Volviendo a Aldo Pellegrini, que nos dice: «Todo lo que el surrealismo piensa del arte se resume en su concepción de la omnipotencia de la poesía. La poesía constituye el núcleo vivo de toda manifestación de arte y ella le da su verdadero sentido. Pero la poesía no es un elemento decorativo, o la búsqueda de una abstracta belleza pura: es el lenguaje del hombre como esencia, es el lenguaje de lo inexplicable en el hombre, es conocimiento al mismo tiempo que manifestación vital, es el verbo en su calidad de sonda lanzada hacia lo profundo del hombre»
Tal vez, acompañando, se puede decir que poesía es “todo lo que es y está en el Ser” y sus manifestaciones naturales en lo creado. La poesía es simplemente creación. y así lo llamaron los griegos poiessis=creación.
Por ello la poesía ilumina. Sí, las zonas oscuras del ser. Y a través de ello, es que el hombre puede reconocer su lugar poético en la realidad, como lo dijo Antonin Artaud.
Y finalizo el texto con Friedrich Nietzsche: «De todo lo que se escribe, sólo me interesa lo que se escribe con la propia sangre. Escribe con sangre y así aprenderás que la sangre es espíritu»

© Helios Buira

martes, 29 de enero de 2013

QUE LA VERDAD NO HA MUERTO. SÍ, LAS DÉBILES VERDADES O LAS QUE NO LO SON TANTO.

70

José Pablo Feinmann, escribe un interesante artículo en el diario Página doce, cuyo título es La vedad ha muerto y una explicación breve que propone: El tema de la verdad es uno de los más complejos de la filosofía y a ella le pertenece, le corresponde. Dejemos de lado a los griegos porque, de lo contrario, no terminaremos más. Pero acompaño a Protágoras y a su formidable frase “El hombre es la medida de todas las cosas”.
Se puede leer en Mi Blog

Se me ocurre pensar que la filosofía, está hecha por hombres. Además de todas las otras cosas que habitan el planeta, que el humano fue agregando desde hace milenios y milenios.
Colijo que es el hombre quien busca La Verdad, en todo caso, a través de la filosofía. Entonces La Verdad, le pertenece y le corresponde al hombre.
La cuestión es: cuántas verdades hay, ya que el mismo Feinmann va desgranando las diferentes visiones acerca de La Verdad, que proponen los pensadores, a través del tiempo.
Y cada una de esas teorías, refuta a la anterior, o le agrega algo, haciendo la diferencia.
El mundo nos preexiste. Cuando aparece el hombre, aparece en el mundo. Y allí, el Gran Cambio. Ya nada será igual en la Naturaleza. El hombre pretenderá dominarla y ésta, a defenderse, a su manera, a través de las inclemencias temporales, de los cataclismos que propone, y a su vez, el hombre aprendiendo a sortear, a sobrellevar o a escaparle a semejante acontecer.
¿Había una verdad en aquellos inicios? ¿Estaba ya instalada La Verdad?
Quizás, se puede decir que si aquellos tipos no usaban su astucia, su ingenio, inteligencia o como quiera que se llame, no habrían sobrevivido y ninguno de nosotros, los de hoy, estaríamos haciendo todo lo que hacemos.
Pero aquí estamos. En mi caso, intentando opinar sobre lo escrito por Feinmann, diciendo en un título, que la verdad ha muerto, algo en lo que no creo.
Porque si la verdad hubiese muerto, entonces, quiere decir que hubo una verdad. Y si hubo una verdad ¿cuál de todas las propuestas por los filósofos?
Pero Feinmann, luego de lo contado acerca de los filósofos y sus diferentes visiones, quiere llegar a opinar sobre los medios informativos, sobre el poder de los medios informativos y hace un análisis de cómo se expresan esos medios.
Y estoy con él.
Pero disiento en eso que dice sobre que el periodismo nació para decir la verdad.
El periodismo nació para informar acerca de los hechos que ocurren en el mundo.
Y si “El hombre es la medida de todas las cosas”, bueno, esa información de los hechos, estará tamizada por cado hombre que la escriba.
Transcribo un texto tomado de la Red:
“Protágoras de Abdera, un sofista del siglo Vi antes de nuestra era dijo: "El hombre es la medida de todas las cosas, de las cosas que son en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son".
Recordemos que los sofistas basaban su enseñanza con la convicción de que "la verdad está en la opinión", y el "hombre virtuoso es aquél que vence en la asamblea".
Con la explicación de Protágoras, el señala la importancia de la opinión. Es decir, cada hombre tiene su verdad en tanto que emita opinión.
Esta postura fue duramente criticada por Platón. Este creía que la verdad era una sóla, y que el hombre no podía actuar sin conocer la "esencia de todas las cosas", que eran laas Ideas. estas son universales, eternas, inteligibles y, son "el molde perfecto de todas las cosas que existen en nuestro mundo sensible". Platón se oponía a la frase de Protágoras, porque la justicia, por ejemplo, es una y sólo una; no puede ser la justicia para cada hombre. Eso no es Justicia, porque, según Platón, no conocemos la Idea de Justicia, que es el molde perfecto, ideal de la Justicia (a lo que todos debemos aspirar).
Si aplicamos la frase de Protágoras a nuestro mundo contemporáneo, se puede interpretar que la opinión de Hitler era la verdadera en tanto era su opinión; "y no se la podría refutar". Hitler debía convencer para vencer con su opinión. Dejemos en claro que los medios para convencer y vencer defendido por los Sofistas era la retórica, en la cual se debía lograr un buen uso del lenguaje, y utilizar, incluso, para defender "con uñas y dientes nuestra opinión", se debían elaborar los mejores mecanismos persuasivos.
Bien. Cuando los medios informativos se dieron cuenta de que son un poder, ahí comenzó otra historia de la realidad.
A los medios, no les interesa la verdad, a como está hoy el mundo. Les interesa el Poder. Y aquí la ecuación más clara: “Tener poder, para obtener mucho dinero. Tener mucho dinero para ejercer ese poder”
Son grupos económicos y dentro de esos grupos, se encuentran los medios informativos.
Cuando un gobierno, cualquiera, de cualquier país intenta “perturbar” los intereses económicos que defienden esos medios, es muy probable que ese gobierno sea destituído. Para ello, los medios, utilizarán su “poder de información” tergiversando los hechos, mintiendo, o, decididamente, instalando en la sociedad, “la idea” de que el gobierno es malo.
Feinmann. Dice al final de su texto:
Brevemente: vayamos a la Argentina donde todo esto malamente abunda. En la Feria del Libro, hace un par de años, el médico psiquiatra Marcos Aguinis, junto con Jorge Fontevechia, le diagnosticó, sin conocerla, sin haberla visto nunca, sin haberla tenido de paciente, “depresión bipolar” a Cristina Fernández. Además, ¡un diagnóstico no se da en público, en la Feria del Libro! Un médico, si es honesto, se guarda el diagnóstico como todo paciente lo merece. Una indecencia. Hablé esto con varios psiquiatras y psicólogos amigos. Sobre todo, con uno que había sido maestro de Aguinis y le había derivado pacientes. “¿Marquitos hizo eso? Qué raro. Era una buena persona.” Aún no hay causa penal sobre eso, pero no importa. Lo que importa, lo que alarma, es la impunidad para mentir. Porque la mentira es la muerte de la verdad. Y la verdad ha muerto. Al menos en la tapa de El País el día que publicaron esa foto obscena del falso Chávez. Y, cotidianamente, en muchos otros medios de la presuntuosamente llamada “prensa independiente”.

© Helios Buira

lunes, 28 de enero de 2013

EL ARTISTA, EL HOMBRE. O MIGUEL ÁNGEL.

69

Algunos comentan que Miguel Ángel le dijo a Vasari: “Si algo de bueno tengo en el ingenio, me ha venido de la sutileza del país de Arezzo, y de la leche de mi nodriza he sacado los cinceles  y el martillo con los cuales hago mis figuras”.
Humilde, inseguro o mordaz, este Miguel Ángel, que dice “si algo de bueno tengo en el ingenio…” Que habrá pensado Vasari ante semejante confidencia, en la cual agrega que eso que parece tener le vino del país de Arezzo y lo más llamativo, lo que dice sobre la leche de su nodriza. ¿Quién sería esa mujer que lo amamantó para inundarlo de grandeza? En esa leche, estaba el martillo y el cincel, herramientas con las cuales pudo “sacar” lo que había dentro de los bloques de mármol.
Siempre digo que el cómo y el por qué fue hecha una obra, es algo que no la modifica.
Pienso lo mismo respecto del artista. Se ha dicho y de diferentes maneras, lo he escuchado en la escuela de Bellas Artes a los profesores, lo he escuchado en boca de artista, cuando se dice: “Una cosa es el artista y otra, el hombre” o sea, se escinde al hombre del artista, o viceversa. Considero esto como un error. Cuando se crea una obra, cuando está cargada de significación, cuando excede al virtuoso y pueril oficio, la vida de quien hizo la obra, interesa tanto como la obra misma. Porque es allí, en esa vida, en esa existencia, donde se forma la verdadera obra de arte. Por algo, Miguel Ángel, en uno de sus Sonetos, nos dice:

Nada crea el artista en su portento,
Que ya no esté en el mármol contenido
Y sólo arrancará forma y latido,
La mano que obedezca al pensamiento.

O sea, la mano del hombre artista o del artista hombre, según se prefiera.
Y ese hombre, como tantos otros, padeció lo indecible para soportar la violencia de quienes no estaban a su altura. Más él no fue un Zaratustra, sino que, a pesar de que se lo pretenda presentar como un irascible, era un hombre pudoroso que despreciaba la violencia. En todo caso, si fue agresivo o altanero, no lo fue para ejercer el dominio sobre los demás, sino, para defenderse de sus agresores, que fueron muchos.
Principalmente Julio II, quien lo humilló haciéndolo echar del palacio por un lacayo.
Miguel Ángel se debatió entre profundas contradicciones, desalientos, inseguridades que lo hacían vacilar ante todo lo que emprendía.
Pero…, siempre el viejo pero para decir que cuando sus manos tomaban el martillo y el cincel, ya nada lo detenía. Se transformaba en un titán, en un superhombre, como el propio Zaratustra en la montaña.
Y allá iba, a la montaña, a buscar los bloques de mármol que él mismo elegía para cada una de sus obras.
Dos acontecimientos marcaron la existencia de Miguel Ángel. Dos encuentros. Uno, con Lorenzo de Medici, y el otro, la aparición de Savonarola, con un enojo fenomenal hacia los artistas que tratan el desnudo como un ideal de belleza. Tal vez, por ello, Romero Brest pudo decir: “Una mezcla de paganismo y superstición, define el alma religiosa de Miguel Ángel, asimilando el espíritu, quizás más que la doctrina de Savonarola”
Condivi, su discípulo, llega a decir acerca de su Maestro: “Ha sido siempre muy sobrio en su vida, sobretodo, cuando estaba en el trabajo, entonces se contentaba con un pedazo de pan, que comía aún, mientras trabajaba. Lo mismo hace ahora que la edad más avanzada lo obliga a vivir con mayor cuidado. Varias veces le oí decir: Arcanio, por más rico que yo haya sido, siempre viviré como un pobre”
Éste era el hombre Miguel Ángel.
Que también escribía cosas como éstas:

Madrigal II

¿Cómo es que yo soy mío? ¿Quién me excede?
¿Quién es el que me habita
Quién tanto en mí gravita
Y lo que yo no puedo en mí él lo puede?
¿Cómo mi pecho hiere
Sin tocarme siquiera?
¿Qué es este amor? ¿Qué quiere
Que así al deseo encanta;
Que al alma, en forma artera,
Penetra y se agiganta
Para luego aflorar de mil maneras?

Soneto V

Yo no sé si la luz con la pureza
Que imaginó el Creador, el alma siente,
O si por la memoria o por la mente,
El corazón trasluce otra belleza.

Quizá en el alma aun brilla con certeza
En su primer estado el rayo ardiente,
Dejando un no sé qué de amargo e hiriente,
Que nos provoca el llanto y la tristeza.

No está en mí lo que siento, veo y me guía;
Ni sé encontrar las fuerzas que lo incitan,
Y parece por otro señalada!

Mujer, me acaece al veros cada día
Un dulce amargo, un sí y un no me agitan:
Es que ha sido, en verdad, vuestra mirada.

© Helios Buira

domingo, 27 de enero de 2013

LA CRÍTICA DEL ARTE. ALGÚN CONSEJO Y MIGUEL BRIANTE.

68

Compartí con Miguel Briante algunos años en el Centro Cultural Recoleta, cuando él era Director General. Fueron buenos años los de su gestión, más allá de las cuestiones que teníamos entre el personal, divididos por razones políticas, gremiales y éticas.
Pero la gestión fue favorable, se hizo mucho, se llegaron a programar muestras memorables y se amplió el panorama de contenidos de las exposiciones. A la grilla ingresaron artistas que nunca habían expuesto allí y debo decir, que al dejar Briante su gestión, muchos de ellos, no volvieron a ser convocados, pues los funcionarios responden a la política cultural que baja desde el Jefe de Gobierno, pasando por el Ministerio de Cultura y desde allí, a los diferentes organismos que lo integran.
No haré aquí una evaluación sobre las distintas gestiones, sino que mi interés es memorar un poco, aquellos años con Miguel.
Era un tipo apasionado. Tal vez, de vida tempestuosa, pero se me hace pensar que auténtico.
Solía decir: Los ejes del hecho cultural son tres: la libertad, el compromiso y la acción. La cultura no debe estar asociada al arte decorativo, sino al gesto creativo, a la libertad, a la difusión, al estímulo, a la actualización de los programas educativos.
Tuve el honor de buenas charlas tanto en el Centro Cultural, como en algunos bares situados por la zona.
Un amigo, José Bertolo, buen artista y creo que uno de los mejores realizadores escenográficos que hubo en Argentina, con quien había compartido también años de trabajo en el Teatro Colón, me pidió que le escribiese un texto para el catálogo de una de sus muestras. En verdad, no sabía qué escribir, ni siquiera cómo. Recurrí a Briante. Estábamos en un bar y le pregunté cómo podría hacer ese texto. Pensó, sorbió un trago de su vaso y dijo: Contá un cuadro. Contá un cuadro de los que va a exponer. No intentes hacer una crítica. La crítica no existe. Nadie puede criticar una obra. Sólo puede contarla. Pero la mayoría se meten en los recovecos de la crítica y es así las estupideces que leemos.
Pero nunca pude dejar de pensar, de sentir, que él fue de los mejores críticos que pude leer. Tal vez, por eso que dijo, porque él no hacía crítica. Era un escritor.
Un buen lector. Me hablaba de Faulkner, de Roberto Arlt, decía que Rulfo era uno de los grandes y cuando le pregunté por Borges, me dijo, decidido, un inmenso, quizá el más grande.
Briante entendía el ejercicio literario y del periodismo diciendo que el compromiso con la palabra y la escritura es un compromiso político. Tal vez, como lo hicieron Rodolfo Walsh, Tomás Eloy Martínez, entre otros.
Recuerdo una experiencia que se hizo, por tres días consecutivos: un canal abierto de TV para Buenos Aires, se le dio por nombre, el Canal 5 de Recoleta. Un organismo oficial autorizó la propuesta y una frecuencia autorizada por la Secretaría de Comunicaciones que se podía utilizar sólo por tres días, generó una acción maravillosa y sorprendente. La experiencia fue vista por más de 20.000 personas y allí participaron  estudiantes de periodismo, de radio, de televisión, artistas plásticos, actores, bajo la dirección de Pancho Guerrero. Fue una experiencia formidable. Sin Briante, eso no se hubiera hecho.
La muestra de Antony Quinn, que generó una andanada de comentarios, se escribió mucho sobre las pinturas y esculturas de ese legendario actor, muestra que fue visitada por miles de personas.
La muestra por los 500 años de lo que se dio en llamar el Descubrimiento de América, fue también un hecho importantísimo que estuvo en vigencia casi cinco meses. “La Conquista” fue el título
Y podría seguir mencionando grandes logros de la gestión de Miguel Briante, siendo el Director General del Centro Cultural Recoleta, pero tampoco es mi intención.
Quería memorar a Miguel, por quien tuve y tengo un hondo afecto, el recuerdo de buenos momentos trabajando con él y terminar, diciendo que Nació en 1944, vivió plenamente una existencia apasionada, en las letras y en la militancia.
Tuvo que dejar la Dirección general del Centro Cultural Recoleta, cuando se negó a desalojar a las Madres de Plaza de Mayo -que hacían una muestra allí-, un día en que el presidente Menem, debía concurrir a una exposición sobre el Holocausto judío.
Volvió a su pueblo, General Belgrano, donde un accidente, se llevó su vida.

© Helios Buira

sábado, 26 de enero de 2013

EL NARRADOR. QUE LA NOVELA. LA INSISTENCIA.

67

Pensaba en el narrador y me llegaban imágenes del pasado, recuerdos. Supongo que se relacionaba con la idea de que allá, podría encontrarlo. Digo allá, en el tiempo juvenil, pleno de acaeceres que calaron hondo en mi existencia.
Todo un tema. Sin narrador, seguramente no habrá novela.
Buscaba ubicarme en algún momento puntual de mi pasado, pero por algún motivo inexplicable todo se tornaba brumoso, como para no comprenderlo, no poder concentrarme en “eso” que quería ir a buscar. Hurgaba por los recovecos del recuerdo, de la memoria y aparecían algunas anécdotas, pero esto sólo hacía a personajes, que podía utilizar o no, personajes ricos en historias propias, vivencias, pero, ningunos de ellos, me acercaba al narrador que buscaba.
Un anecdotario que me contaba como si yo fuese otro, alguien que no hubiese vivido aquellas historias, por aquellos años juveniles. Pero aquellas historias ¿podían ser parte de una novela? ¿Tendrían sentido allí, como lo tenían en mis recuerdos?, porque eran parte de mi existencia, de lo vivido en aquel barrio de Floresta.
¿De dónde sacaron Henry Miller, Dostoyevski, Sábato y tantos otros grandes sus personajes?
Entonces Sábato, escribiéndole al Querido y remoto muchacho: «No hay temas grandes y temas pequeños, asuntos sublimes y asuntos triviales. Son los hombres los que son pequeños, grandes, sublimes o triviales. La "misma" historia del estudiante pobre que mata a una usurera puede ser una mera crónica policial o Crimen y castigo»
Joder, esto cada vez se complica más.

Alguien me lo presentó. No recuerdo quien, pero sí que era en tiempos de Onganía, una más de las dictaduras que asolaron la Argentina. Él se presentó como Senio, le dije mi nombre y comenzamos una charla  interesante acerca de la realidad que nos rodeaba. Mostró una ideología militante, revolucionaria, eran sus palabras que proponían luchar contra el régimen, contra la dictadura. Un tipo interesante, algo extraño; su aspecto mostraba que vivía con lo justo, quiero decir que comía menos de lo normal, cosa que noté al verlo devorar los panes que estaban en una cestilla que había traído el mozo antes de que él llegara pues dos de los presentes en la reunión, habían almorzado.
Llegó, saludó y se sentó a la mesa con nosotros. Fue ahí que me lo presentaron. Su ropa mostraba cierto abandono y lo que atrajo mi atención, fueron dos libros que depositó sobre la mesa y un cuaderno, con las tapas escritas, algo viejo y mal cuidado. En el bolsillo del saco donde las personas elegantes suelen llevar un pañuelo y la mayor de las veces, haciendo juego con el color de la corbata, él tenía allí tres lapiceras que por el capuchón, mostraban sus colores de tinta: una roja, otra verde y la tercera, azul. Llevaba, en el ojal de la solapa, un botón rojo, de un centímetro de diámetro aproximadamente. Al terminar la reunión, quedamos en vernos al día siguiente, en la pizzería que está ubicada en Rodríguez Peña y Rivadavia, pues él estudiaba periodismo en el Circulo de la Prensa, que está a unos metros de esa esquina.

El recuerdo de lo acontecido cuando el encuentro con Senio, me abrió una puertita de esperanza, pues creí que allí podía esconderse la posibilidad no de un argumento, pero sí de poder contar de alguna manera, lo que pasaba por aquellos años de dictaduras, militancias, lucha armada, historia que se expresaba por toda Sur América. Porque con él fue que ingresé a militar en el campo de la cultura, desde una visión del mundo, con la concepción de que Arte y Política, en una instancia metodológica, aúnan el criterio  hacia la revolución, que era el argumento para la acción.
La continuidad en el recuerdo, me depositó en el taller de Antonio Pujia, cuando era su ayudante, que tenía la carga y la fuerza de lo nuevo, del asombro, de un camino desconocido a recorrer, sabiendo ya, que de esa senda jamás me apartaría. Todo era trabajo y estudio. Bajo mi brazo, apretados, siempre había un libro y una carpeta de apuntes donde anotaba y bocetaba el mundo que me rodeaba, llenando hojas y hojas que tiempo después servirían de ayudamemoria para los temas a tratar. Un lápiz Staedler Tradition 6B, un grafito Cyclop 6, 7, y 8B más todas las ganas puestas, era la consigna, aceptando el mensaje permanente del Maestro. Hacía croquis, emocionado, sabiendo que eran la vitamina que fortificaba el espíritu, la gimnasia que mantenía al alma en buen estado.
Con Aldo y Ricardo, dos de mis amigos en el arte, alquilamos un lugar, una viejísima casa, en el barrio de Barracas para hacer nuestro taller, nuestro lugar de estudio y práctica en el aprendizaje; allí respirábamos futuro, allí soñábamos con la grandeza de los grandes, íbamos conociendo a los maestros que nos señalarían el camino. Eran tres habitaciones, una para cada uno; Aldo y yo, las más grandes, pues nuestra tarea artística asó lo requería, mientras que Ricardo, con menor espacio se arreglaba para poner su piano.
Y así nuestros días, discutiendo a más no poder sobre el mundo del arte, leíamos y leíamos, a veces uno lo hacía en voz alta mientras los otros trabajaban. Allí supimos de Máximo Simpson, sus poemas, que leíamos en noches maravillosas de los fines de semana cuando llegaban al taller amigas y amigos, cada uno trayendo un alimento o una bebida y Ricardo nos maravillaba con Beethoven, Mozart y Ravel, que eran sus preferidos. Así las noches, las madrugadas exorcizando las ruindades de un sistema que se notaba ya en decadencia Y Herbert Read nos decía que los cimientos de esta civilización se estaban resquebrajando.
Luego, durante la semana, el trayecto era del taller, al taller de Pujia y de allí, nuevamente a mi taller, Mientras Rilke le preguntaba a Rodin: -Maestro. ¿Cómo se vive? Y el más grande, el inmenso escultor, respondió: “Trabajando”

© Helios Buira

viernes, 25 de enero de 2013

LIBERTAD. INDIVIDUAL, COLECTIVA. INTERROGANTES

66

¿Cuándo se es libre verdaderamente?
Interrogante que viene bastante seguido a mis neuronas. Pero… y sigue el interrogante.
Para Bakunin, el principio positivo de la libertad, se basa sobre la igualdad y la solidaridad colectivas, ya que la libertad es un producto de la actividad social del hombre.
Dice Bakunin: «En suma, el hombre aislado no puede tener conciencia de su libertad. Ser libre, para el hombre, significa ser reconocido y tratado como tal por otros hombres, por los que están a su alrededor» Agrega luego: «No soy verdaderamente libre, sino cuando todos los seres humanos que están a mi alrededor, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de los otros, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad, es la condición necesaria y su confirmación. Soy verdaderamente libre sólo gracias a la libertad de los otros… Mi libertad personal, así confirmada por la libertad de todos, se extiende hasta el infinito»
Se me ocurre, luego de leer lo dicho por Bakunin, que hay “otra libertad”, que no me resulta favorable de ninguna manera. Es la libertad que propone el liberalismo. La libertad del individuo frente al Estado.
El proyecto liberal, se presenta como el defensor supremo de la libertad, cuándo, en verdad, esa concepción de libertad, se sostiene ante un mercado opresor, que limita de todas las maneras posibles, la libertad de los individuos. Algunos le dicen la cosificación del hombre. Que puede leerse, como el hombre cosa.
El liberalismo, propone el libre mercado con casi ninguna intervención del Estado, por eso aquella paradoja de ciertos slogans, que decían: «Achicar el Estado, para agrandar la Nación» Claro, de esa manera, los grandes grupos económicos, dominan todas las situaciones de relación entre los individuos y el Estado, aislándolos, para que el sujeto, “sea libre” de elegir lo que le convenga del fabuloso mercado. Un sofisma fenomenal.
Se dice que el Estado moderno, tiene sus orígenes en la conformación de un esquema creado en Europa entre los años 1100 y el 1600. Que esto ocurre, al institucionalizarse el poder político, en las luchas intestinas que comienzan a conformar una multiplicidad abigarrada de reinos, dominios de la iglesia, ciudades independientes en una constante lucha por imponer o defender algún tipo de soberanía sobre tierras, bienes, vasallos y demás cuestiones que con el tiempo, se transformaría en la defensa de la “Propiedad Privada”
En nuestros días, no se trata del poder político, sino del poder económico como dominación. Y el poder político, queda sometido a la concepción economicista del mundo. Este poder, es el que decide las guerras. En qué lugar y con qué fines. Siempre, claro es, para apoderarse de los bienes que no les pertenecen.
Hernández Arregui, propone que la libertad «… era el acatamiento al orden natural y sus leyes, de las cuales las económicas eran derivadas. Por eso la libertad, para el liberalismo, en su forma más coherente, consistía en admitir las leyes naturales y por esa senda, las correspondientes a la sociedad con su remate resplandeciente, puro, jurídico: la propiedad. Esta concepción empapa toda la vida espiritual de la Europa liberal.» Y luego agrega: «Dicho de otro modo, en su esencia histórica, aunque se disimule con los afeites de la ética, la libertad del espíritu del capitalismo no es más que la libertad de comercio»
Claro, ese canto a la libertad que propone el liberalismo, no es otra cosa que el beneficio de las clases empresariales y las rentas superiores a costa de las clases populares.
Tal vez, podríamos recurrir nuevamente a Bakunin, en el inicio del texto: « No soy verdaderamente libre, sino cuando todos los seres humanos que están a mi alrededor, hombres y mujeres, son igualmente libres.»
Es tal la desfachatez de estos liberales, que proponen cosas como las que dijo en su discurso inaugural el presidente Reagan: “Tenemos que favorecer a las rentas superiores, pues la riqueza que se crea en la cúspide se irá filtrando al resto de la sociedad”.
Y lo tremendo es que se le creyó y se obró en consecuencia.
En Argentina, sabemos muy bien de qué se trata.
Entonces: ¿Cuándo se es verdaderamente libre?

© Helios Buira

jueves, 24 de enero de 2013

DECADENCIA, PRESAGIOS Y EGON SCHIELE

65

Egon Schiele, es en mi subjetiva apreciación, uno de los más intensos expresionistas que se haya pronunciado en el mundo del arte.
Una existencia complicada, plena de infortunios, escándalos, presagios y dolores, que no sólo él transitaba, sino, que debieron afrontarlo también tantos jóvenes que pretendían decirlo todo a través del arte.
Nace en 1890. Año en que Van Gogh se suicida. Rodin cumplía 50 años y aún seguía “luchando” denodadamente para que se lo reconociera. Sufría la intolerancia de los franceses hacia su obra.
En el caso de Schiele, pareciera ser que el sentimiento de orfandad que lo acompañó durante gran parte de su vida, no encuentra justificación en el ámbito artístico, que esperó tantos años para decidirse a aceptar la obra de este inmenso, que, como tantos otros, preanunció el mundo que estaba por llegar.
Schiele vivió apenas 28 años.
Muere en el mes de noviembre de 1918, cuando ya se había desatado la primera guerra mundial, durante la cual fue movilizado, en 1915, con destino en Praga.
De Klimt recibió apoyo material y una notoria influencia, pero, para Schiele la protección del maestro fue muy importante, protección que duró hasta 1918 en que Klimt muere a principio de año, o sea, unos meses antes que él.
La influencia que recibió, podemos extenderla a Vincent Van Gogh y a Tolouse-Lautrec, pero, será a partir de 1910, con apenas veinte años que Schiele comienza a desarrollar su personal estilo, así como también su característico y reducido universo temático.
Resumía su filosofía diciendo “todo está muerto en vida” y fue partícipe de la crisis que se anunciaba para el mundo, como se puede ver en su obra, que, salvo en algunos momentos, apenas concede un lugar a los goces de la vida.
Claro, al mismo tiempo que Munch, Kierkegaard, Broch, Freud, él no podía estar ajeno  de la concepción del mundo que tenían esos contemporáneos suyos. El pesimismo que impregna su pintura, responde al espíritu de la época, que, reitero, desembocó en la primera guerra mundial con todo lo que eso significó para el mundo.
Se intenta relacionar a la obra de Schiele con una concepción misógina, incluso, con las teorías de su compatriota Otto Weininger (suicidado a los veintitrés años), que expone en su obra Sexo y carácter, pero, en mi sentir, no acepto esa relación. No veo en la obra de Schiele ningún componente misógino.
Tal vez, habría que indagar en su relación con la locura y la muerte de su padre, enfermo de sífilis, una pésima relación con su madre y el ambiguo vínculo con su hermana Gerti, que algunos historiadores proponen como incestuosa, para intentar comprender la compleja personalidad de Schiele, a quien se ha catalogado como un eterno adolescente.
Dije en alguna oportunidad que el cómo y el por qué, es algo que no modifica la obra de ningún artista.
En Schiele hay que hablar de la esencia de su arte, basado en una técnica extraordinaria, en su visión del mundo para expresar temas universales como la soledad, la angustia, o el sufrimiento en diferentes formas.
Un dibujante excepcional, con un profundo dominio de la línea, y una composición audaz para abordar el encuadre, que tal vez, pueda tener un correlato en Degas, pero no me animo a afirmarlo.
Fue expulsado de la Academia por sus constantes disputas con sus profesores y esto parece ser que le costó el retiro de la ayuda económica de su tutor, un tío llamado Leopold Czihaezeck y es así que Schiele entra en la indigencia, cosa que no lo acobarda. Gustav Klimt será, luego, quien lo ayude económicamente, a la vez que consiguiéndole encargos de diseños.
Por ese tiempo, realiza un viaje a Trieste, en compañía de su hermana Gerti, escenario de la luna de miel de sus padres. Su hermana accede a posar desnuda para él.
Conoce a un crítico influyente, Arthur Roessler, en quien encontrará amplio apoyo.
Klimt, lo invita a exponer junto a él en la Kunstschau de Viena y es así que Schiele se va introduciendo en el mundo cultural vienés.
Por 1911, después de exponer en la galería Miethke de Viena, se instala en Krumau, lugar de nacimiento de su madre. Va en compañía de Valerie Neuzil, quien hasta 1915, año de su movilización durante la guerra, será su fiel compañera y modelo.
La vida de Schiele, puede calificarse como “desordenada”. Por lo que recibió la abierta hostilidad de sus vecinos, a tal punto que tuvieron que mudarse de Krumau y pasar a Neulengbach, un pueblo tranquilo, y allí, una vez más, el escándalo: en abril de 1912, por la denuncia de un oficial retirado, que lo acusó de seducir a su hija, una menor que posaba para él, lo encarcelan. Finalmente es exculpado, pero, por unos dibujos que el juez puede observar, lo condena por la difusión de arte pornográfico. Este episodio marcó profundamente a Schiele, quien no dejó de sentirse incomprendido y lo interpretó como un atentado a su libertad creadora.
La existencia de este artista, me resulta como una de las más apasionantes del expresionismo. Considero, al mismo tiempo, que su obra es de una originalidad que se destaca en apenas observar una de sus pinturas..

© Helios Buira


miércoles, 23 de enero de 2013

LENGUAJE. PALABRAS. PLIEGUES EN ANTES Y DESPUÉS.

64

Cuando teníamos que doblar el lenguaje en pliegues infinitos para sortear censuras, aquellos pliegues para comunicarnos y que sólo nosotros fuéramos los receptores de ese “nuevo” lenguaje que aprendíamos en prácticas apresuradas porque la esperanza, la utopía, los sueños se hacían día a día en rincones que nunca habíamos visto de la ciudad y de todas las ciudades.
El lenguaje del valor, que nos daba la seguridad necesaria para sabernos.
Las otras palabras. Las nuevas palabras. Que antes no habían sido pronunciadas.
Como si se estuviese creando un diccionario de etimologías hacia un tiempo no lejano. Por venir.

Estaban también las palabras escondidas, esas que “no se deben pronunciar” según el reglamento de las buenas costumbres. O, en caso de tener que nombrarlas, todo era en voz baja, casi susurrando. Los progenitores hacían hincapié en ello: en la no pronunciación.
En cambio, había algunas muy, pero muy escondidas que sólo las pronunciábamos nosotros. Era nuestro secreto. Un secreto profundo, no fuera cosa que alguien lo descubriera y entonces, la cosa se complicaba.
No obstante, a veces, era así.
En la complicación, podía aparecer otro lenguaje, que pretendía ser eficaz para conseguir quebrar el que valorábamos como estrategia de supervivencia. No todos soportaban mantener el escondrijo de las palabras que eran nuestras certezas.
Y los años venideros se llenaron de vocablos de todo tipo, en una babel irracional, presagiando la hecatombe. Cuántas palabras fueron escamoteadas, desaparecidas.
Más no nos dimos por vencidos.
Sólo que guardamos las que nos quedaban para que volvieran algún día a cobrar vigencia, en otro tiempo, con las mismas ganas, de otra manera.
Y aquí estamos, hoy, pronunciádolas, ya sin tabiques, a la vista de todos, a los oídos de todos, sin tapujos, para que sean escuchadas de Norte a Sur, de Este a Oeste en nuestro territorio y porque no, también, en los limítrofes espacios que conforman tres palabras: La Patria Grande.
Ahora pronunciamos todas. Aún, aquellas escondidas que el decálogo del no se debe nos impedía.
Ya no susurramos. Hablamos en voz alta.
Y no hay discriminación posible de las tantas que no se podían expresar. Las decimos.

© Helios Buira

martes, 22 de enero de 2013

RENACIMIENTO. DEVENIR. OTRAS CUESTIONES

63

En la historia, el renacimiento puede darse.
Siempre y cuando, esa palabra, signifique una retrospección de los modos de creación hacia un devenir.
Pero de ninguna manera, ese renacimiento puede ser una vuelta atrás, es decir, la reconstrucción de una época ya vivida.
Quiere decir que lo hecho en épocas pasadas, queda allá, en su tiempo. El renacimiento, actúa en un ambiente nuevo, diferente, seguramente complejo, donde comienzan a relacionarse nuevos principios, que generan una cultura completamente disímil de los tipos anteriores.
Cuando se suscitan cambios culturales, ¿implica esto que es el hombre el que cambia su estructura sensible, de comprensión y acciona en consecuencia? O hay una interacción de factores que llevan a la nueva circunstancia. Porque es el hombre y su circunstancia, como dijo el filósofo, pero, aquí se está hablando de un renacimiento, de un cambio profundo respecto de circunstancias anteriores. Como que se está recorriendo una nueva historia.
Es cierto, a la vez, que si se produce un cambio profundo, es porque seguramente, éste ya existía en las profundidades de lo anterior, sólo faltaba que saliera a la luz. Como que nada, en la historia, es espontáneo, de un día para otro. El tiempo de la historia, ya lo dije, no es el tiempo del almanaque. Eso cuenta para nosotros, para festejar cumpleaños, efemérides, cambios de estaciones, pero a la historia todo eso no le hace ni mella. Es un desarrollarse constante, perpetuo. Venimos desde los primitivos, desde aquellos habitantes de las cuevas. Y en eso, todo sigue igual, de la misma manera. Vamos hacia el devenir, o lo estamos esperando, pero no podemos volver.
Quizás, estemos en una época de desdoblamiento, en la cual chocan violentamente diferentes fuerzas y el resultado, sea la totalidad de una nueva manera de expresión en los hombres, en las sociedades.
Porque no asistimos a la apariencia de un cambio. El cambio se está engendrando, acontece.
Cuando la caída del muro de Berlín, cuando la desaparición de la URSS, se habló de un nuevo orden internacional, parecía que el imperio sería global y por los siglos de los siglos. Bueno, no resultó eso que se dijo. Hoy el imperio está en una crisis fenomenal, el capitalismo en un fracaso grandioso. Cuáles serán las nuevas formas, lo que está llegando, aún no lo sabemos y creo que ni podemos sospecharlo siquiera, pues estamos en medio del estallido, de la convulsión y como dicen los que saben de tormentas, hay que esperar hasta que aclare para ver cómo nos dejó el vendaval.
Y posiblemente, en ese aclarar, se pueda ver que el hombre vuelve a la profundidad de su espíritu, reencontrándose con el sentido de la vida.
El nuevo orden internacional será aquél en el cual TODOS de los miles de millones de seres humanos que habiten el planeta, tengan su plato de comida.

© Helios Buira

lunes, 21 de enero de 2013

PANDORA. UN MUNDO ATERRADOR. LAS POTENCIAS. Y EL DESPUÉS

62

El ritmo de la historia cambia. Siempre.
Hoy, estamos en un tiempo desenfrenado, con el espíritu del hombre desquiciado, y el trastoque de valores que presagian un devenir complicado para la humanidad.
Un mundo conflictuado.
La incertidumbre acerca de la historia que estamos haciendo, nos llena de zozobra. Aunque haya pequeñas islas de aparente armonía, de figurada tranquilidad, lo que está en el universo de lo posible, es el horror.
Lo que nos parecía estabilizado, lo que a la vista del hombre era el lugar a mirar, hoy está en vías de desplazarse, de correrse y dejar allí el vacío de la nada. Como diría Henry Miller, el gran cráter.
La vieja Europa se deshace. Está subvirtiendo su existencia. Abrieron su propia caja de Pandora.
Es que aquel fuego que le fuera robado a los dioses, va a quemar de manera inenarrable a quienes pretendan hacer uso de él. La venganza de Zeus, sigue vigente.
Estamos entrando en la Zona Desconocida y las Certezas que creíamos acumuladas, se irán como arena entre los dedos.
El porvenir es sombrío.
La copa de dolor está por desbordarse. Y la seguimos llenando.
Todo aquello que se creía cuando se hablaba de progreso y el futuro iba a ser mejor, más bello, en un mundo amable, se ha transformado en una crisis fenomenal cuyas consecuencias recién comienzan. Y no podemos imaginar cuál será el resultado. Lo que resulte de ello.
Estamos ante “algo” que se agota. Que llega a su fin. Y como la humanidad, los hombres, siempre han reparado, esta vez, no será diferente. Pero tendremos que pasar por el horror.
Las potencias económicas, los países llamados “desarrollados”, están en plena involución. Es por ello que salen a conquistarlo todo, a querer apoderarse de los recursos naturales que tienen, fronteras adentro, los países que dieron en llamar “en vías de desarrollo”. Mentira. Ningún país sometido, dependiente, está en vías de desarrollo.
Desarrollarse, es hacerlo libremente, sin ataduras, sin que nadie se lleve nada de las pertenencias necesarias para ese impulso.
Para conseguir sus intenciones, las potencias crean un gasto impresionante en armamentos, hombres, pertrechos, vehículos, aviones y todo lo necesario para las invasiones que van a efectuar, en nombre de la Democracia, contra el terrorismo o, el derrocamiento de dictaduras (que previamente ellos fomentaron y mantuvieron durante años y años) que ya no sirven a sus intereses.
Y un aparato de prensa fenomenal, que le contará al mundo, las bondades de dicha invasión.
Sucede que cada día la cosa se agudiza, los países poderosamente desarrollados, comienzan sus invasiones unilateralmente para, como se dijo, apropiarse de los recursos naturales del país en desgracia, por ahora, con el apoyo de las otras potencias.
Pero, esto hará que la situación se complique cada vez más. En algún momento, alguna de las potencias, puede que quiera parte de lo conquistado por otra y será así, cómo se irán atomizando y allí, tendrán su Armagedón.

El después, o el mientrastanto.

América del Sur, ha ingresado en un tiempo de transformación, mientras la otra parte del mundo se destruye. Transformación que fue soñada, esperada, desde los albores y a la vez, pregonada durante años y años. El tiempo de la Energía de la Historia, no es el del almanaque. Se relaciona con el Tiempo Cósmico.
Bien, hemos ingresado, entonces, en la Época en que comienzan a cumplirse los sueños de quienes lucharon por la Patria Grande, de quienes también pregonaron en tiempos diferentes, el grito emancipador, el grito libertario, que nos haría romper las cadenas con las que el imperio nos tenía atados. Sometidos en un atavismo impúdico.
América del Sur, hoy, es una identidad en la Praxis.
Al mismo tiempo, en la vieja Europa, comienzan a escucharse cantos de protesta, de queja, en un coro que cada vez tiene más integrantes, se van sumando voces que van a llegar seguramente a ser millones y millones.
El canto libertario se expande.
Esas voces nos llegan y es así que en la respuesta, les mostramos “cómo se hace” lo que estamos haciendo. Ya no son palabras. Son hechos que se “ven”, pero lo más interesante, es que se Viven. Los vivimos.
Decíamos por aquellos años de los 70, Latinoamérica Unida. Latinoamérica unida, jamás será vencida.
Prefiero hablar de Sur América, me agrada, me suena mejor.
Porque también recuerdo aquello del Sur también existe, que es la diferencia con el Norte, que siempre nos ha sometido.
Y aquí estamos, en el mientrastanto, alejándonos del núcleo de fuego que han encendido los depredadores, pretendiendo arrasarlo todo.
Pero el fuego no se expandirá, sino que provocará la implosión.
Y el mundo será otro. En este mundo.

© Helios Buira

domingo, 20 de enero de 2013

LIBERACIÓN. HORROR. COMO SIEMPRE. Y PATRICE LUMUMBA.

61

Patrice Lumumba
Se cumplieron 52 años.
Tendría hoy 88. Pero lo asesinaron cuando tenía 36, o sea, hace 52.
Hablo de Patrice Lumumba.
Fue el primer Jefe de Gobierno de la República del Congo.
Líder de una gesta emancipadora, su grito libertario recorrió el continente africano.
Recuerdo, cuando era chico, leía en revistas de historietas, (hoy cómics), narraciones fantásticas que ocurrían en el Congo Belga, y así era como conocíamos aquellos lugares misteriosos y lejanos.
Pero no lo relacionaba con África, sino que era un nombre compuesto: Congo-Belga.
Ahora, uno sabe que el Congo, era una colonia de Bélgica.
Y jugábamos en el barrio representando las escenas que veíamos en los dibujos que nos llegaban en revistas coleccionables. Sin saber, que nos estaban metiendo en la cabeza, en el corazón, en el alma, el sofisma de que el Congo era eso que allí veíamos y leíamos, y no la verdadera historia de una nación sometida a los designios invasores de potencias que sólo querían lo que la tierra de ese país les ofrecía: sus recursos naturales.

En mi adolescencia, cuando recién comenzaba mi introducción en el mundo del arte, de la cultura, cuando me estaba preparando para dar el examen de ingreso a la escuela de Bellas Artes y después ir incorporando “eso nuevo” que se me ofrecería con los años, para comenzar a comprender el mundo y así, ir configurando mi visión de los acontecimientos, Patrice Lumumba era asesinado junto a dos de sus ministros.

Transcribo un texto publicado en el Tiempo.com

El 30 de junio de 1960, en el Palacio de la Nación de Leopoldville -actual Kinshasa- el rey belga Balduino I anunció el fin de la colonización. Nacía la República Democrática del Congo, tercer  Estado africano por superficie y una de las mayores potencias del mundo por recursos naturales. Balduino alaba incluso la obra colonizadora de Leopoldo II, el rey belga que masacró a los congoleños.
Lumumba, recién nombrado primer ministro, toma la palabra y carga duramente contra la colonización. Una afrenta al rey belga y el nacimiento de un héroe nacional. Lumumba, un africanista que creía en la unidad continental, comienza a mover sus bazas políticas para fomentar manifestaciones y problemas a los agentes del colonialismo belga desde 1958.
Bélgica, incapaz de controlar un territorio tan inmenso, acepta dar la independencia al Congo a principios de 1960. Las primeras elecciones democráticas no dejan un ganador claro y los líderes de los dos principales partidos, Joseph Kasavubu y Patrice Lumumba, son nombrados jefe de la República y primer ministro, respectivamente.
Pero Bélgica pone palos en las ruedas. Meses después, apoya la secesión de la región de Katanga, la más rica en recursos naturales. Lumumba pide ayuda a Naciones Unidas, que envía tropas pero para provocar un alto el fuego que dejaría a Katanga independiente.
La 'encerrona'
Lumumba mira entonces a la Unión Soviética. Los rusos prometen ayuda, y Occidente no tarda en preparar la caída del primer ministro y Kasavubu lo destituye. 
En la anarquía, aparece Joseph-Désiré Mobutu, un joven oficial del Ejército, que da un golpe con apoyo de la CIA y se hace con el poder. El 27 de noviembre, Lumumba huye hacia Stanleyville, pero es capturado por hombres de Mobutu y encerrado en una base militar.
El 17 de enero de 1961 es asesinado junto a dos de sus ministros. Bélgica niega su participación pero ésta es más que evidente. En el 2001, el Parlamento belga reconoció su "responsabilidad moral" en la muerte de Lumumba y confirmó la participación de la CIA, tras una investigación de la que no se dieron más detalles. Los tres hombres fueron golpeados, ejecutados ante oficiales belgas y sus cuerpos disueltos en barriles de ácido.
Su figura se convierte en el mito del tercermundismo, una suerte de Che Guevara para los africanos. Grupos de liberación en varios países africanos se autodenominan sus herederos y la Unión Soviética bautiza con su nombre la universidad que debe acoger a los estudiantes de los países amigos. 
Sus asesinos nunca fueron castigados. En el 2011, en Bruselas, responsable de su muerte, no hay siquiera una calle con su nombre. Sí hay, en cambio, en una de las principales vías, una majestuosa estatua ecuestre del rey Leopoldo II, el carnicero que mató a millones de congoleños.

Estoy escribiendo sobre acontecimientos ocurridos hace más de 50 años.
La colonización, como manera de sometimiento, de robo, de despojo de lo que le pertenece a otros pueblos.
Entonces hoy, puedo incorporar al texto, información acerca de los mismos métodos, las mismas mentiras y el mismo horror.
En nombre de la Democracia, contra rebeldes terroristas, para poner orden y pacificar a esa nación, Francia hace lo siguiente:

El ministro de Defensa de Francia, Jean-Yves Le Drian, declaró hoy que 1.400 soldados franceses se encuentran en Mali, donde llevaron a cabo ataques terrestres luego de que los rebeldes islamistas resistieran una semana de ofensiva aérea.
"Esta mañana, hay 1.400 soldados franceses. Ayer se observaron luces en tierra y aire... y se observan justo ahora", dijo el ministro citado por el diario Le Parisien.
Ante la firme resistencia de los rebeldes, los soldados franceses ampliaron su operación y el miércoles lanzaron su primera operación terrestre contra los insurgentes afiliados a Al Qaeda en Mali después de tomar el control de Diabaly, una localidad central de importancia estratégica, donde se localizaban "los grupos armados más organizados y decididos", dijo el ministro en otra entrevista.
Francia, que llevó a cabo ataques aéreos desde el viernes pasado en la parte norte de Mali controlado por los rebeldes, dijo que planea incrementar el número de soldados a 2.500.
El presidente francés Francois Hollande declaró que mantendrá a los soldados franceses en Mali hasta que el país africano occidental tenga dirigentes legítimos, un proceso electoral y que no haya más amenazas terroristas contra su territorio.

Lo que no dicen, estos miserables, es que pegado a Mali, se encuentra Niger, que tiene los yacimientos más importantes de uranio y se lo menciona, en alguna informaciones como “Este gigante mundial del uranio, con minas a más de 700 metros de profundidad” Es allí donde apuntan los terroristas franceses (me refiero a su gobierno) y nada, pero en nada les importa la democracia y mucho menos, la vida de los miles de inocentes que morirán arrasados por las bombas de los países democráticos de las “Fuerzas Aliadas” con el apoyo solapado de las Naciones Unidas, que, como siempre, callarán o publicarán alguna nota “llamando a la paz”.
Miserables, les digo. Criminales. Ladrones. Basura.

© Helios Buira

sábado, 19 de enero de 2013

LA BÚSQUEDA. LA NOVELA Y FERNANDA.

60

Pasados unos cuantos días de dolores, recuerdos, nostalgias, me levanté de la cama, me vestí, fui a la cocina, preparé unos mates, me senté en el banquito y mientras sorbía la infusión, cavilaba sobre la cuestión de la novela, si tenía sentido insistir, si en verdad no era un acto egocéntrico, o una competencia con mis amigos escritores, sobre todo después de que aquel infeliz me dijera: “Vos sos escultor, ¿cómo vas a escribir una novela?” cuando hice el comentario en casa  de Marcelo Caruso, sobre que tenía ganas de hacerlo y le respondí que muchos artistas cultivaron al menos, dos disciplinas diferentes; podría mencionar a Kokochka, a Günter Grass y a tantos otros. “¿Té comparás?” me dijo el infeliz y respondí que no, que solamente era un ejemplo, que hay artistas a los que con una sola manera expresiva no les alcanza para decir lo que quieren decir. Y agregué cuál es la diferencia que hay entre un cóncavo y un convexo de una escultura, o el grave y el agudo de la música, contrastes que hacen al ritmo de la obra, a la composición, al equilibrio y si en una novela no sucede lo mismo.
Todo esto cavilaba mientras sorbía el mate y Schumann acompañaba desde la Radio Clásica. Me levanté de un salto, dejé todo como estaba, tomé la carpeta con los borradores y fui a un bar para leer, para seguir anotando. A la vez, decidí llamar a Fernanda para que viniese y así, contarle lo que estaba proyectando.
Vino. Pedimos cortados, ella algo sorprendida por mi llamada apresurada. Le conté que estaba intentando escribir una novela, le dije que tenía los borradores en la carpeta y que necesitaba leérselos para que me diese una opinión. Me miró con ojos y cejas de asombro, tomó el cortado y sonriendo algo tímida, dijo que ella no sabía si en verdad podía ayudarme con palabras, porque creía que no estaba preparada. Vamos… le respondí. He leído tu libro de cuentos, sé sobre lo que estás escribiendo, Fernanda.
Creo en ella, en su talento de escritora. Comencé a leer en voz alta; escuchaba con atención y cada vez que yo detenía la lectura, podía observar en su rostro gestos de aprobación. Esto me agradaba y me permitía continuar. En un momento di por terminada la lectura. Un breve silencio de su parte.
-Helios. Me agrada, me emociona.
-Uy, gracias… dije.
Le comenté cuál era el proyecto, aclarándole justamente, el nudo de mis indecisiones; no sabía cómo darle orden a todo eso que tenía anotado.
Sonrió y en voz baja, suavemente como es su manera de hablar, dijo que sentía como que se lo estaba contando a alguien, que siguiera de esa manera, pero que a la vez podía verlo también como un diario de anotaciones, en el que yo contaba todo eso que podía contar.
Respondí que tal vez, la manera, sería una narración hacia alguien, pero por momentos, con característica de diario. Me interesaba y me agradaba. Hice aclaración que me sería muy difícil, pero iría en pos de esa construcción.
Pedí otros cortados antes de despedirnos, mientras hablamos de otras cosas, le pregunté por Fernando, me dijo que no estaba bien, que la última escultura que hizo lo dejó mal, quedó como vacío. Dije que le escribiría y cuando lo viera, le diera un fuerte abrazo, lento y apretado desde mí.
Volví al taller, preparé nuevamente mis mates, busqué entre los discos La Pasión según San Mateo, preparé el clima, encendí un sahumerio cerré los ojos y escuché esa belleza cósmica durante tres horas.

El encuentro con Fernanda me dejó inquieto, perturbado, porque pensándolo bien, agregaba otro interrogante a los que ya me acompañaban y en cantidades numerosas.
¿Cómo encarar ahora la posibilidad de narrar esto como si se lo contara a alguien, o escribirlo como si fuese un diario personal, con varios capítulos bocetados y el proyecto de la búsqueda del narrador bastante avanzado? Se me hacía casi imposible modificar la estructura de lo que ya había concebido. Pensé en dejar todo por un tiempo, como hago con las esculturas, para que madurara por sí misma, pero esto no seducía a mis ganas de escribir. Claro que no es cuestión de ganas, solamente.
Dejé.

© Helios Buira

viernes, 18 de enero de 2013

LA SILLA. EL CUENTO. MIS AMIGOS, LOS ESCRITORES

59

Quise escribir un cuento sobre la vida de una silla.

Pero no la vida física o vital, orgánica o humana, sino, la vida de la silla en la vida de las personas con las cuales ella convivía en una casa, allá por el barrio de Floresta.
Hice intentos de todo tipo, escribí pilas de hojas, borradores, que luego iban a parar al tacho de basura.
Decidí, claro está, decirme a viva voz que no soy escritor y mucho menos, escritor de cuentos. Algo tan natural, tan inmediato para tantos escritores a los que le brotan como agua de manantial.
Algunos de esos escritores me dieron el honor de su amistad, con ellos hablamos en varios encuentros acerca del arte, de la literatura, del maravilloso mundo de la expresión donde se dicen cosas cuando se las tiene para decir.
Cuando se las tiene para decir… Ellos encuentran cómo decirlo.
Por lo visto, nada tengo para expresar a través del cuento. Si no fuera así, entonces, la historia de la silla, hubiese salido a la luz.
No pierdo las esperanzas, quizás en algún momento me llegue algo así como una invocación y allí aparezca un soplido, una ensoñación o eso que llaman inspiración y pueda concretar el cuento, hacerlo real, leíble.
Mientras, me sigo deleitando con lecturas y sigo gozando, a la vez que por momentos sintiendo dolor o estados de ánimos encontrados, según lo referido por mis amigos, en narraciones hondas, intensas, con un manejo impresionante de los tiempos literarios; me refiero al tiempo-destiempo en el cual suceden las historias que ellos cuentan maravillosamente.
Abelardo Castillo, lo hace casi hasta diciéndonos no sólo de que se trata la narración, sino que agrega en un párrafo, lo que uno leerá luego en otra página y de inmediato vuelve a un presente determinadísimo, para después pasearnos por alternativas del pasado y del futuro en la vida del personaje, contadas, claro es, en ese presente en el que uno lee.
Un maestro.
Lo mismo puedo decir de Liliana Heker, memorando uno de sus cuentos que, desde mi subjetiva apreciación valorativa, es tal vez, uno de los mejores que se haya escrito sobre la vida de un boxeador, el clima del boxeo, el mundo del boxeo, sin que ella mencione todo ese mundo, sin hablarnos de un gimnasio, de un ring, sino, solamente, del boxeador y su familia, con el acontecer que ello implica. Y una radio en la cual, su esposa e hijos, escuchan las peleas que el padre, esposo, protagoniza. Me refiero al cuento Los que vieron la Zarza.
Y Marcelo Caruso. Otro. Su libro Un pez en la inmensa noche, es casi completo. Digo, completo en calidad, en hondura, en belleza. El cuento que le da título al libro, es un sopapo para despertar del letargo en la vida de rutina, de resignación en la cual se vive por estos tiempos, donde la mediocridad todo lo domina.
También, Sylvia Iparraguirre. De la misma manera, ella, como Abelardo -su esposo-, Liliana y Marcelo, escribe con intensidad, suelta palabras como cuando uno deja caer semillas en la tierra para que luego den sus frutos.
Mario Capasso. Cuenta lo cotidiano como sólo él puede hacerlo, y dándole a eso cotidiano que podemos “ver” a diario, un viso de eternidad. Lo embellece.
Reitero, tengo el honor de la amistad, la suerte de saberlos, de compartir noches maravillosas en sus respectivas casas, disfrutando, sólo disfrutando.
Recuerdo a Marcelo llegando una tarde a mi taller, contándome acerca de una novela que estaba escribiendo, una tarde en la cual yo estaba dando clases, y la clase pasó a ser ese encuentro con él, que me preguntaba acerca del Aleijadinho, que quiere decir el lisiadito y no es otro que Antonio Francisco Lisboa, que nació allá por 1730, según dicen algunos, en lo que hoy es Ouro Preto y el sobrenombre o apodo de lisiadito le viene porque según parece ser, tuvo una enfermedad que le fue destruyendo las manos y luego los pies (¿lepra?) Pero dejó unas esculturas de una belleza inconmensurable, de una belleza comparada, si es que el arte acepta comparaciones, a las obras de Miguel Ángel.
Marcelo preguntaba, yo respondía (los alumnos escuchaban) lo que sabía o recordaba de ese artista, pasando luego a hablar de Fernando García Curten -otro inmenso-, de sus esculturas hechas con deshechos; eso que la sociedad tira como desperdicio, entonces Fernando los junta y hace obras de arte. Bellísimas, intensas, feroces.
Y Marcelo insistía, indagaba, esperaba respuesta quería saber más. Claro, estaba escribiendo su novela Brüll, que de alguna manera, el sentimiento para poder escribirla, lo tomó de Fernando y es por ello que a él está dedicada.
Hace poco, nos encontramos nuevamente en un bar Esta vez, hablamos acerca de la esclavitud, de dónde y cuándo llegaban los esclavos aquí, a la Argentina, de cómo eran castigados, también sobre la contratación  de un verdugo para que hiciera justicia, se lo trajo desde otro país, me contó acerca de uno de estos esclavos, negro él, fue abandonado en una casa de notables, al nacer, recogido por esa familia, criado allí como si fuera un blanco, y toda esta conversación, me hace saber que está trabajando en una novela que tratará sobre la esclavitud en América Latina, y seguramente, al igual que Brüll, será intensa, profunda y uno no podrá dejarla una vez comenzada su lectura.
Y es así que la amistad con estos estupendos escritores, no fue contagio alguno para que yo pudiese escribir la historia de la silla, una historia que comienza cuando una pareja joven, gente trabajadora, ella en su casa tejiendo, planchando para afuera, él como plomero, haciendo  trabajos en casas de los vecinos que requerían sus conocimientos; una especie de sabelotodo en materia de reparaciones. Eran queridos en el Barrio, allá en Floresta.
La esposa quedó embarazada. Así salió él a trabajar con mayor intensidad, día a día, hora a hora, pues pronto habría una boca más en la familia para alimentar.
Buscaba yo recuerdos, personajes del barrio cuando allí vivía, trataba de imaginarme a fulana y a mengano para hacer de ellos los personajes, recordaba charlas, amigos, todo para ir llenando eso que dicen algunos autores cuando hablan sobre el arte de escribir, qué, teniendo el inicio y el final de la historia, lo demás, es fácil. Se pone lo que hace falta y listo el cuento.
Mentiras. Al menos para mí. Tengo el inicio, el final, pero jamás pude dar con “eso fácil” que hay que poner en el entretanto.
La idea fue que cuando nació el niño, los vecinos iban a la casa a saludarlos, como era costumbre, con regalos para el recién nacido y augurios de felicidad eterna.
Uno de estos visitantes fue Don Giuseppe Morávito, el carpintero, que con “sus propias manos”, como le dijo a la madre del niño, le hizo una silla para que se sentara sobre ella al tomar la leche o cuando creciera para hacer los deberes de la escuela.
Todo era algarabía, festejos. Duró varios días esta cosa de las visitas. Cuando llegó la calma y volvieron a la vida normal, el padre del niño (al que nunca pude encontrarle un nombre) salió a trabajar, por aquello de la nueva boca que alimentar. Se iba por la mañana muy temprano y volvía por la noche, cansado, pero, sabiendo que se ganaba el día, como el pan.
El niño crecía.
La madre lo veía crecer. Estaba feliz.
Mientras ella planchaba, la ropa que terminaba la ponía doblada sobre la silla que Don Giuseppe le había hecho, porque el niño era muy pequeño todavía para usarla. O, el padre, cuando llegaba por las noches, ponía sobre ella la caja de herramientas, o en otros momentos, se apoyaban diversos elementos, cosas que molestaban en el camino, como juguetes, o la misma plancha, o lo que fuere.
El niño seguía creciendo.
Cuando llegué a esta instancia del crecimiento del niño dejé de escribir por un tiempo, porque no sabía como seguir.
Y allí me esperaba el cuento. Volvía, pero nada.
En un momento de algo parecido a una inspiración, decidí, en un acto de arrojo, matar al padre. Sí, el hombre, luego de tanto trabajo, horas y horas, en verano, en invierno, sobre todo en esta estación, contrajo una enfermedad pulmonar que lo llevó a la tumba.
Por aquellos años el niño ya era un adolescente y salía junto con el padre a realizar los trabajos, aprendiendo el oficio. Al morir éste, el adolescente se hizo cargo de los pedidos de reparaciones que hacían los vecinos.
¿Y la silla?, me preguntaba.
Mientras me hacía la pregunta, imaginaba que la iban corriendo de lugar, que la sacaban de uno para ponerla en otro, porque era casi un estorbo. Solamente, la habían utilizado como lugar de apoyo. Al final, la madre le encontró un lugar fijo en la cocina y allí quedó, pareciendo ser un estante más donde iban ollas, cajas o lo que se necesitara apoyar.
También me interrogaba sobre el crecimiento del joven, cómo serían sus días, si hacía falta darle a la narración un sentido descriptivo en cuanto a imágenes, exhaustiva, de acontecimientos o lugares de la casa, detalles, cómo se veía el barrio por aquellos años (si es que el cuento transcurría en un tiempo lejano) cosa que me permitiera llenar aquello que hacía falta entre el inicio y el fin del cuento. Las dudas.
Todo, pensado o anotado en el borrador, leyendo a otros autores buscando ayuda, recorriendo la Web; aparecían algunas situaciones que me agradaban, pero no encajaban en el todo y no era cuestión de comenzar a cada rato tratando y tratando, todo, sin posibilidades de enganchar una cosa con la otra.
Mientras esto pensaba, murió la madre del joven. Quedó huérfano, más o menos cuando tenía unos veinticinco años. Ya era casi un Oficial Plomero, cuestión que su trabajo, lo tenía asegurado.
Pero entró en una profunda tristeza. A la vez que en una especie de abandono de sí, abandono de su persona. Ya en el barrio no lo veían bien vestido, la misma camisa durante la semana, pantalones sin planchado, barba de varios días y muchos de los viejos vecinos, comentaban con tristeza sobre cómo lo veían “venirse abajo”.
Don Giuseppe también había fallecido. Era uno de los vecinos con los cuales el joven tenía conversaciones más o menos prolongadas, cuando no salía a cumplir con su trabajo.
Los cercanos, también se dieron cuenta de que sus salidas con la caja de herramientas se iban espaciando; lo veían concurrir a La Esponja, el bar de la esquina de Segurola y Camarones; allí pasaba varias horas, taciturno, sin hablar con los otros parroquianos, primero con varios cafés al día, luego con algún vino blanco, finalmente, una copita con  grapa que el mozo, Fernando, llenaba por varias veces.
Así el deterioro físico, así también la casa, pedazos de mampostería que se desprendían como se desprendían pedazos de la vida de aquel que fuera el niño casi mimado por los vecinos.
Todos esto, era lo que pensaba, lo que creía que podría escribir, pero no me atrevía a incluirlo en lo que ya tenía guardado en el cuaderno de anotaciones.
La cosa es que el muchacho enfermó.
Doña Olga, la vecina de la casa lindera, cuyos fondos se comunicaban, comenzó a llevarle algunas comidas, a limpiar la casa, a darle los remedios recetados por el Doctor Selmonosky, ya viejito, que lo había atendido cuando pibe, hasta que cierta tarde, el joven estando en la cocina, mientras Doña Olga lavaba el plato en el cual había comido, se descompuso y la mujer, alcanzó a sostenerlo para que no cayera al piso y desesperada, por la angustia y el peso del joven, atinó a tomar la silla que estaba en el rincón, aquella silla que durante años y años había estado allí, desvencijada por la cantidad de cosas que habían apoyado sobre ella y por el paso del tiempo y lo sentó, como pudo, dejándolo, para ir a llamar al doctor. 
Cuando el médico llegó se acercó a la silla, lo tocó y le dijo a Doña Olga: «Está muerto».

© Helios Buira