lunes, 31 de diciembre de 2012

FIN DE AÑO. ALMANAQUE. Y LOS QUE NO.

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31 de diciembre. De todos los años.
Siempre, es fin de año.
Muchos, hacen un balance de cómo fue el año que se va, otros no tienen interés en medir el tiempo de ese modo y seguramente, están los que ni una cosa, ni la otra.
Y los de allá, los que lejos, muy lejos de nosotros, de las noticias, de los canales de televisión y de toda posible información, no llevan registro de almanaque alguno.
Son los que de generación en generación, llevan el estigma del hambre.
Claro, cada tanto, pueden que sean noticia y entonces se crean campañas fabulosas desde distintos organismos humanitarios.
Las personas que pasan hambre de forma crónica están subnutridas.
No comen lo suficiente para tener la energía necesaria que les permita desarrollar una vida activa. No pueden realizar ninguna actividad que requiera esfuerzo físico, por lo tanto es imposible pensar que puedan autoabastecerse de alguna manera. La subnutrición es especialmente perjudicial para las mujeres y los niños.
Los niños subnutridos no crecen de forma tan rápida como los niños saludables. Mentalmente se desarrollan más despacio. El hambre constante debilita el sistema inmunológico y les hace más vulnerables a enfermedades e infecciones. Las madres que pasan hambre de forma continua dan a luz a bebés débiles y con falta de peso, y ellas mismas se enfrentan a un mayor riesgo de muerte.
Cada día, millones de personas en el mundo ingieren tan sólo la cantidad mínima de nutrientes para mantenerse con vida. Cada noche, cuando se acuestan, no tienen la certeza de que tendrán comida suficiente al día siguiente.
Considero que las estadísticas que se dan son sólo eso, estadísticas y que no reflejan en realidad, lo que verdaderamente ocurre.
Si hay hambre en los países llamados desarrollados, imaginemos entonces, lo que acontece en aquellos países extremadamente pobres.
La FAO, dice que anualmente (desde el 01 de enero –año nuevo para muchos- Hasta el 31 de diciembre –fin de año para esos muchos- mueren en el planeta, 11 millones (sí, se lee bien once millones) de niños menores de 5 años como consecuencia directa o indirecta del hambre, por la mala alimentación, inadecuada o insuficiente.
Millones de niños padecen enfermedades relacionadas con la falta de vitaminas y minerales, y con la contaminación de los alimentos y el agua.
Digo: si estas cifras son inaceptables por sí mismas, lo son más aún, porque en el planeta hay alimentos suficientes para todos.
O sea que el horror que esto significa, es que el problema del hambre se centra, no en la existencia del alimento, sino en la distribución de la renta mundial de manera equitativa, para que quienes no lo tienen, puedan tener acceso a esa necesidad vital.
Frente a este panorama sombrío, pero con posibilidades de arreglo si hubiese voluntad política para hacerlo, se pregunta Sylvie Brunel si es posible alimentar a 10.000 millones de personas y contesta que: "El crecimiento de la producción agrícola mundial sigue siendo superior al crecimiento de la población". 
Afirma que el problema alimentario no es mundial sino local, haciéndose especialmente grave en África Subsahariana y Asia meridional, donde la oferta de alimentos es insuficiente para cubrir sus necesidades y además "la población no cuenta con medios para adquirirlos ni siquiera cuando los tiene al alcance de la mano".

Esta noche habrá festejos.
A las 00.00 hs., o 24:00, como más le agrade a quien esté leyendo, aquí en Ciudad Moreno el cielo se pondrá como de día, tal cual ocurre años tras año, dada la pirotecnia que estallará a esa hora dándole la bienvenida al nuevo año.
Mañana, todo seguirá igual, en algunos habrá resaca  luego de comidas y bebidas, otros, más sobrios, pensarán de modo diferente, y seguramente, la gran mayoría, con el deseo de que el nuevo año se favorable, bueno y que nos traiga paz.
Pero el tiempo cronológico, los días, los años, no son los que traen paz, discordia, alegrías o tristezas, sino que somos los humanos quienes obramos, quienes hacemos la praxis y en ello nos va el destino.

Las guerras y el hambre, no son una catástrofe. Son una forma de gobierno

© Helios Buira

domingo, 30 de diciembre de 2012

MONTEVERDI, EL TALLER Y MI RECUERDO

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De Claudio Monteverdi se han dicho muchas cosas y se ha escrito también, mucho sobre él.
Eso, tal vez, sirva para conocerlo o saberlo, para informarse acerca de un músico que vivió allá por el 1600.
Pero qué es lo que importa, respecto de este creador al que se lo calificó como revolucionario por unos y para otros, no  como un inventor de formas, sino por el refinamiento que supo imprimirle a la música, lo que había asimilado de las “últimas” ideas.
Dicen que consideraba imperioso aliar el rigor del modo antiguo de componer a las posibilidades expresivas que presentía en la forma madrigalesca.

Supe de este maravilloso músico a través del Maestro Pujia, cuando, siendo su ayudante me decía: -Escuchalo Helios, escuchalo, que es maravilloso, es un remanso, un descanso ante tanto grito, en medio del ruido que hoy nos rodea. Y así trabajábamos en el taller, mientras ese hombre nos deleitaba con su música iluminada.
Una de las obras que más recuerdo de aquellos años, es el Desnudo con uvas, que Antonio estaba creando para enviar a un salón, una obra de tamaño natural y hacíamos chanzas acerca del vino que tomaría Monteverdi, mientras la modelo reía y festejaba, sosteniendo y comiéndose las uvas.
Una escultura muy bella, una figura de pie que con el brazo derecho recogido y la mano a la altura del hombro, sostiene un racimo de uvas y en la mano izquierda, a la altura de la cadera, otro racimo y éstos se repiten en la base, alrededor de los pies.
Por ese tiempo, en la parte alta de la casa que hacía de taller, vivía Pipo Ferrari –uno de los grandes artistas argentinos que deberían tener mayor difusión- quien trabajaba encerrado en el silencio. Antonio, una vez que le dio el “toque” final a la escultura, me pidió que le dijera a Pipo que bajara para ver la obra. Pipo dejó de pintar, tranquilo, despacio, bajó por la escalera caracol e ingresó al taller de Antonio. Éste lo esperaba parado junto a la escultura: “Pipo, mirala un poco” escuché que decía. Mientras, Pipo comenzó a recorrer en rededor de la escultura; Antonio me dijo: “Helios, sentate ahí y escuchá”, señalándome un banquito. Eso hice. Y la maravilla fue verlo a Pipo recorrer, mirar, detenerse, volver a mirar, recorrer, mirarlo a Antonio, volver a la escultura, todo, en un silencio profundísimo. Yo percibía la respiración nerviosa de Antonio, que sabía que ese par, ese otro artista, le diría la verdad de lo que sentía al observar su obra. Esa “mirada”, duró casi treinta minutos, doy fe de ello. (No escuché vi)
Entonces Pipo se detuvo, lo miró a Antonio y abrazándolo, le dijo: -Tano, este es el Gran Premio- Ese fue todo su juicio.
La obra, debo decirlo, ganó el Gran Premio.

Monteverdi nació el 15 de marzo de 1567, como primogénito de cinco hijos de un médico de Cremona. Su educación musical fue confiada al maestro de capilla de la catedral, Marc Antonio Ingenieri, quien lo introdujo en la tradición franco-flamenca y le reveló el arte de los madrigales. Monteverdi adquirió una brillante cultura humanista, con especial inclinación por la poesía y la filosofía.
El género madrigalesco le permitía –al decir de Romain Rolland- “dejar penetrar el espíritu nuevo sin renunciar a las formas del pasado”
Éste fue el hombre, el músico, el artista que Pujia me enseñó a escuchar y hoy, después de muchos años, en momentos de concentración previos al inicio de una obra, Monteverdi es quien me acompaña con la belleza de su música.
Alguien dijo: Con Monteverdi, la Ópera dejó de ser meramente alegórica para abrazar los más diversos sentimientos humanos.
Murió el 29 de noviembre de 1643, o sea, que han pasado 370 años.
Vuelve siempre desde el silencio, para ocupar el lugar que le corresponde entre los grandes músicos de todos los tiempos, y continúa siendo tan moderno como lo era entonces.

© Helios Buira

sábado, 29 de diciembre de 2012

EL SUFRIR. EL GOZAR. LO SIMPLE PROFUNDO.

39

Por momentos, en un soliloquio, el artista insiste en ideas sobre la mayor perceptibilidad y afinación del alma bajo el influjo del sufrimiento y el dolor. Humana experiencia del hombre sensible que enfrenta la soledad y el misterio insondable de la existencia.
Porque en el momento de crear, se está solo. Tal vez, con la compañía de lo que se siente y es cuando ya no hay diferencia entre el sufrir y el gozar, o todo se transforma en un goce del espíritu que ante lo simple se expande de manera inconmensurable.
La persona sensible puede observar la labor formidable de un yuyito para multiplicarse y eso basta para imaginar un cosmos.
Como cuando Octavio Paz describe o crea esta belleza:

“Por las rendijas de la ventana del fondo entra el sol. Viene de lejos y tiene frío. Adelanta un brazo de vidrio, roto en pedazos diminutos al tocar el muro. Afuera, el viento dispersa nubes. Las persianas metálicas chillan como pájaros de hierro. El sol da tres pasos más. Es una araña centelleante, plantada en el centro del cuarto. Descorro la cortina. El sol no tiene cuerpo y está en todas partes. Atravesó montañas y mares, caminó toda la noche, se perdió por lo barrios. Ha entrado al fin y, como si su propia luz lo cegase, recorre a tientas la habitación. Busca algo. Palpa las paredes, se abre paso entre las manchas rojas y verdes del cuadro, trepa la escalinata de los libros. Los estantes se han vuelto una pajarera y cada cada color grita su nota. El sol sigue buscando. En el tercer estante, entre el Diccionario etimológico de la lengua castellana y La Garduña de Sevilla, reclinada contra la pared recién encalada, el color ocre atabacado, los ojos felinos, los ojos levemente hinchados por el sueño feliz, tocada por un gorro que acentúa la deformación de la frente y sobre el cual una línea dibuja una espiral que remata en una vírgula,  (ahí el viento escribió su verdadero nombre) en cada mejilla un hoyuelo y dos incisiones rituales, la cabecita ríe. El sol se detiene y la mira. Ella ríe y sostiene la mirada sin pestañear.
¿De quién o por qué se ríe la cabecita del tercer estante? Ríe con el sol. Hay una complicidad, cuya naturaleza no alcanzo a desentrañar, entre su risa y la luz.

Y sigue Octavio Paz en esta descripción de altísimo vuelo poético, para luego desarrollar un tratado sobre el Mundo Prehispánico, partiendo de esa simpleza o la inmensa maravilla de la entrada del sol en una habitación.
Como dijera Sábato: “No hay temas grandes, pequeños, profundos o triviales. Es el hombre el que es grande, pequeño, profundo o trivial”.
Y adhiero a esas palabras, que han calado hondo en mí y me llevan a decir de manera permanente que el contenido, determina la forma. Sin contenido, sólo hay formas y éstas, por sí solas, nada dicen. O puede que digan otras cosas, pero carentes de metáforas.
Y en mi subjetiva apreciación, la metáfora habla del hombre, a la vez que también le habla.
Y Macedonio diciendo: “Romper esta mesa a golpes de metáforas”
Para Maillol, por ejemplo, la forma era un placer, pero por el solo motivo de hacerla. Era nada más que el medio para expresar una idea, o sea, un contenido que pasaba por el sentimiento. Él argumentaba ante sus discípulos, que se servía de la forma para llegar a lo que está en la forma y desarrollando decir lo que no es palpable, lo que no se toca.
Agregaba que la idea debe ser preconcebida, que había que determinarla incluso, antes de ver al modelo. Decía que la búsqueda de la idea, nos acercaba a lo eterno.
Por ello decía que copiar del natural no significaba nada, que uno podía reproducir una modelo, pero eso no significaba una obra de arte. Y repetía las palabras de Ingres: “Hay que hacerse a la idea de que el modelo nunca es aquello que queremos pintar, ni como carácter de dibujo, ni como color, aunque al mismo tiempo sea indispensable no hacer nada sin él”.
Tal vez, la belleza no esté en la exactitud  de una técnica, sino en la pasión que se pone en las ideas, en el contenido de cada obra.
Para el artista, lo que toma como modelo, sea un desnudo, una naturaleza muerta, un paisaje o lo que él considere expresar, eso, emana un alma. Y es lo que expresa en sus obras: algo vivo.
El sentimiento llega del espíritu  y atraviesa todo el cuerpo del artista en el momento de crear.
Aún en lo más simple, en lo mínimo.
Y esta inmensidad de Máximo Simpson

HALLAZGO

Excavando entre ruinas, entre olvidos,
encontré este huesito, este silencio.

Esta minucia,
que resplandece aún entre mis dedos
con una luz muy suave,
es un emanación,
o apenas
el sosegado aroma de un tal vez.

¿Qué hacer con él, cómo cuidarlo?
¿Cómo esconderlo
del tropel de los días?
¿Cómo salvarlo de las autopistas,
de las celebraciones,
de la sociedad y del Estado?

¿Cómo guardar su resplandor?

© Helios Buira

viernes, 28 de diciembre de 2012

EL BAR, LA MESA Y ALREDEDOR, NOSOTROS.

38

-La verdad no existe.
Eso dijo.
Nos quedamos mirándolo, alguno con ojos muy abiertos, otro entrecerrándolos, como escrutando eso que había dicho, casi como queriendo ver las palabras.
Insistió: -No me miren así. La verdad no existe.
-¿Estás seguro? Interrogó Chipola
-Segurísimo. Respondió él.
-Estamos por reír, intervino el Chino Medina.
-Cosa de ustedes. Sigo y seguiré sosteniendo que la verdad no existe, es una abstracción lo mismo que la libertad, el amor, y toda esa moralina que gustan decir pomposamente.
Siempre lo tuve por un tipo de inteligencia superior, aún, sabiendo que era un provocador  de razones, un opositor implacable. Pero lo era por su agudeza. Hasta he llegado a pensar que por su exacerbada timidez para comunicarse con otras personas. Solíamos decirle Harry, por el Lobo Estepario.
En los primeros años de la Escuela de Bellas Artes, ya era el consultado por todos. Algunos profesores evitaban discutir, algo difícil para ellos, pues él siempre llevaba toda conversación a una discusión insalvable.
Una noche, estando en La Rábida, el bar al que concurríamos cuando salíamos de la escuela, una compañera le preguntó la edad. La miró, pensó, tomándose su tiempo y respondió: -Unos cuatro mil años. La compañera se ofendió, levantándose, y se fue. Él dijo: -Pobre chica.
Pero esa noche en que sentenció lo de la verdad, noté en su mirada algo extraño, que nunca pude comprender, o develar.
Juan dijo: -Bueno, pero hace años, digamos milenios, que el hombre se ocupa de la verdad.
-Exactamente –dijo- se ocupa y preocupa, pilas de filósofos devanándose los sesos buscando La Verdad. ¿Sabés por qué, porque vivían al pedo, porque no tenían otra cosa que hacer y la mayoría de ellos, vivían de lo mejor, atendidos por sus esclavos. Dejame de joder…
Y antes de que alguno lo interrumpiera, siguió: -Los egipcios, eran unos capos, que preferían las cuestiones mitológicas a las filosóficas. Tenían un lenguaje simbólico, adoraban los astros y los animales y hablaban de la transmigración de las almas. Cuando los griegos comenzaron a visitarlos, al escuchar a los sacerdotes lo que decían sobre los misterios de la ciencia, entraron en confusión y comenzaron a decir una sarta de estupideces que aún hoy, se siguen tomando como verdaderas y lo que es peor, como valederas.
-O sea que los griegos –dijo el Chino Medina- son unos giles que filosofaron estupideces.
-Sí, dijo él –y siguió- Tales de Mileto, unos seiscientos años antes de la llegada de Cristo, ya hablaba sobre una mente o espíritu –remarcó las palabras- que fecundaba el agua, que era el principio material de todas las cosas. O sea que Dios es la inteligencia que ha formado todas las cosas desde el agua.
-Y para vos, esto se vincula con los egipcios, dijo Aldo, que era una especie de adicto al mundo griego.
-¿Tenés dudas? Y siguió. Escuchá esto: Anaximandro, que fue discípulo de Tales, puso el origen de las cosas en el Caos, en una confusa mezcla de elementos. Todo nace del caos y vuelve al caos, decía. ¿Entendés loco? O Tales era un pésimo maestro, o este Anaximandro un tarado sideral.
-Así como si nada, alcancé a decir antes de que él continuara.
Me miró creo que ofuscado y dijo: Después, apareció Anaximenes, que es discípulo de Anaximandro que dice que todo nace del aire y todo vuelve a él, todo se hace por la condensación y dilatación del mismo elemento. O sea que en tres tipos que son maestros y discípulos seguidamente, ya tenemos tres versiones de la gloriosa verdad.
Fernando, el mozo, que iba y venía con los cafés, cervezas o moscato que cada uno de nosotros pedía, tenía los ojos desmesuradamente abiertos, intentando captar algo de la conversación, que supongo pensaba que hablábamos en chino o japonés.
La llegada de Fernando a la mesa, proponía un  descanso verbal, pero, él estaba empecinado en denigrar todo, para confirmar, a través de su certeza inapelable, que la verdad no existe.
Dio un sorbo al vaso de moscato y siguió: -Pitágoras, qué hizo, creó una especie de secta, cuyos iniciados tenían que pasar por una serie de duras pruebas para poder llegar hasta él, al que ellos veían como una especie de divinidad que escuchaban como infalible oráculo, y terminaban diciendo: El maestro lo ha dicho. No se necesitan más pruebas, remarcó y continuó: Pero este Pitágoras fue más vivo que los otros, pues hablaba de muchas cosas y las mezclaba entre lo oriental y lo griego, pues había realizado varios viajes y desde distintos países, traía información. Y conformaba a muchos.
No paraba, estaba acelerado. –Después vino Empedocles –dijo-, que ya metió el tema del bien y del mal, atribuyéndole al primero el amor y el segundo el odio y argumentaba que las pasiones del hombre han producido el mal sobre la tierra, destruyendo la armonía primitiva, pero ésta se reestablecerá con el triunfo del amor, que unirá en suave lazo, a todos los seres del universo. O sea, Empedocles, muchachos, se había tomado sus buenos vinos y estaba bien en pedo cuando propuso su filosofía de la verdad. Bueno, dicen que se cayó o se tiró en el cráter del Etna. O se creía un dios, o quiso estudiarlo bien de cerca.
Ya estábamos en la madrugada y algunos dijeron de irnos para seguirla después.
-Vale, dijo él. Mañana la seguimos, me faltan todavía unos cuantos, sobre todo Aristóteles, del que pienso que era un mal bicho y si leen su libro La Política, sabrán lo que decía sobre la esclavitud y es por ello que se me ocurre pensar que el Capitalismo, es contundentemente aristotélico
Durante todo el tiempo de estudios en la Belgrano, tuvimos charlas como esta, otras veces, sus monólogos, en La Ràbida o en el Bar Florida.
Al terminar la escuela, dejé de verlo.
Hasta que, leyendo una vieja revista de arte, vi que figuraba como asesor y como yo conocía a uno de los dueños, le pregunté qué era de la vida de Héctor; hizo un silencio  y me dijo: -Estaba muy mal, se suicidó el año pasado en Córdoba.

© Helios Buira

jueves, 27 de diciembre de 2012

BALÁN, PUJIA O EL DESTINO

37

Supe que la casa de Américo Balán, estaba situada sobre la calle Bulnes.
Allí, el maestro tenía también su taller, donde pudo crear bellísimos grabados, pinturas y dibujos.
Guardo  el honor de haber sido discípulo suyo en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano. Allí, sus clases, fueron memorables. No sólo nos enseñaba las técnicas del grabado, sino que acompañaba su decir con profundos conceptos filosóficos que ampliaban nuestras necesidades de conocimiento. Nos introducía en el mundo del arte.
Por aquel tiempo, el grabado (la xilografía) era mi manera de expresión. Cada trabajo que hacía en casa (aun no tenía taller) era visto por el maestro, que hacía las correcciones o explicaciones correspondientes sobre composición, técnicas, estampas, que extendía hacia otras disciplinas para completar sus dichos y uno pudiese comprender de qué se trataba.
Una noche, en el taller de la Escuela, me aparta del resto de los compañeros y me dice:
-Tus grabados, como también tus dibujos, me agradan considero que sos bueno para esto. Pero más que un grabador, veo en vos a un escultor.
Debo haber puesto cara de espanto o algo parecido, pues agregó:
-No es para tanto. Sólo te digo lo que a mí me parece. Pero deberías probar, intentar algo con el volumen. Mientras, seguís con el grabado. Hacé una cosa. Andá a verlo a Pujía, que él te va a orientar, a ayudar, es buen maestro.
Salí decepcionado, triste de la clase.
Al poco tiempo, le pedí a Pujía si podía verlo en su taller, pues quería hablar con él. Aceptó y me dio la dirección.
Allá fui.
Me recibió con un abrazo, luego indicándome la entrada del taller.
Entrar allí, fue una de las experiencias más fuertes de mi existencia respecto del mundo del arte. Quedé asombrado, sin palabra, ante la descomunal belleza de la obra de Pujia. Se dio cuenta y me dijo, con el humor que luego aprendí a saber de él: -¿No haré papelón, si muestro estas esculturas?
Recorrí todo, miré todo, vi todo, observé todo y disfruté todo.
Maravilla.
En otra oportunidad, le pedí aprender con él y aceptó.
Lo que he recibido en su Taller Escuela, primero como alumno, luego como ayudante, me ha dado una sólida formación técnica, más la posibilidad de aprehender a ver el mundo del arte y poder expresarme desde esa otra manera de decir que es el hecho artístico.
Fueron años de intenso trabajo, de intenso hacer a medida que él producía su obra; mi tarea era formar moldes, mantener húmedas las figuras que había construido en arcilla, del vaciado y llenado de lo moldeado, el picado de los moldes, preparar materiales y cosa muy importante, de mantener el orden en todos los rincones del taller.
Para Antonio, el orden era una premisa de buen hacer.
Había un cartel en una de las paredes, que rezaba: “Seamos limpios y ordenados” Cuando le hice la pregunta de por qué tanto cuidado en ese asunto del orden, respondió: -Muy simple Boira (me nombraba así, en vez de Buira) porque “el desorden se mete dentro de uno y luego, la obra, será desordenada. Y la obra, acaso... ¿no es nuestra existencia?”

Llegué a la calle Bulnes y busqué la dirección de la casa de Américo Balán.
El maestro había fallecido años atrás.
Me recibió su esposa, me hizo pasar y la agitación de poder ver en “vivo, en verdadero”, la obra de quien me había guiado hacia la escultura, fue intensa.
Me hizo recorrer distintos lugares del taller, me mostró obras que tenía guardadas, otras estaban a la vista. Mientras, me preguntaba sobre él, cómo había yo recibido su enseñanza, ambos, emocionados, hasta que nos sentamos a una mesa a seguir con la conversación a la vez que saboreando un rico café.
Le comenté que Pujia (a quien ella apreciaba pues habían sido amigos junto con Balán) se emocionó muchísimo cuando años después de haberlo conocido, le dije que Balán me había “enviado” hacia él, para que me enseñara el arte de la escultura.
Ella también recibió el impacto emotivo.
Fue así que salió el tema del destino, yo le dije lo que me parecía, lo que creía que era y ella dijo: -Soy psiquiatra, me agrada lo que decís. ¿Podrías, escribirlo?
Le dije que sí, que se lo enviaría.
Tiempo después, pude mostrarle mi sentir:

La trama del revés
Quiero imaginar al destino como si fuese un trozo de tela, un paño.
Uno puede recorrer libremente la trama, los distintos hilos de ese tejido, por donde le imponga en oportunidades, su soberano arbitrio: ir, venir, repetir el trayecto cuantas veces quiera. Lo que jamás podrá hacer, es salirse de la tela. La salida, significa el final. Establece que se cumplió el ciclo de permanencia en el paño.
También imagino que esa tela dentro de la cual andamos tiene diferentes formatos, como también, que su hechura se corresponde con disímiles materiales, que la hacen suave, rugosa, áspera, delicada, o tersa; pero también esas texturas pueden articularse de modo que la trama adquiera un aspecto no uniforme semejante a un continente en el cual sabemos que existen todas las cosas posibles, en todas las formas posibles, desde la más bella flor hasta el más horrendo y asqueroso engendro  que uno pueda imaginar. Diferente de un jardín, cuidado, acomodado, donde uno elige un orden para mostrarlo dotado de hermosura.
Quiero imaginar que las distintas texturas de la trama, simbolizan la vida de las personas que transitan por los incomparables ornatos de su resultado. Como cuando observo detenidamente el dibujo de mis dígitos, esa huella que no es un argumento policíaco, sino que me dice que esa línea interminable que me recorre, es el dibujo del alma; a la vez que me diferencia, diciéndome que no se repite jamás, en ninguna otra persona que habita en el planeta.
El hondo, complejo y misterioso interrogante, es indagar para saber si esa tela, ese paño, se nos ofrece ya creado, o lo vamos tejiendo en el acontecer de nuestra propia existencia.  

miércoles, 26 de diciembre de 2012

EL ARTISTA, SU TIEMPO Y ACONTECERES

36

El artista es un ser concreto que de manera constante se muestra tal cual es. Lo hace con sus obras y con sus actos.
De todos los modos posibles supera los escollos que suelen atormentarlo, con la decidida convicción de ser fiel a sus principios, de ser fiel a sí mismo.
Si tenemos en cuenta el tiempo y la época de su nacimiento, y los valores culturales que lo rodean, podemos coincidir en que el artista lleva consigo una individualidad que no puede atribuírsele a todos.
A un artista no se lo puede comparar con "el otro".
Por que ése y esos otros están unidos por las circunstancias culturales de su tiempo; me estoy refiriendo a los valores establecidos por la sociedad en su conjunto.
Si Pascal decía -según Sábato- que el artista en el juego de la vida apuesta dos veces, es cierto; pero la primera es la que le toca en el reparto de los naipes; la segunda, es porque el juego le resulta insostenible y él quiere cambiarlo todo.
El artista no crea otro mundo, sino que quiere crear un mundo en el cual el hombre pueda vivir mejor.
Picasso, al crear el Guernica, está diciendo todo lo contrario a lo que allí sucedió cuando la masacre.
Y si volvemos atrás en el texto, donde insisto en que bello y bien son sinónimos, tal vez lo que quiero decir es que el artista pretende un mundo mejor; no solo para él, sino para todos los hombres.
El artista supera los inconvenientes que le propone el entorno en el que vive, porque posee una fuerza interna, intensa, que le permite sobrellevar dolores inenarrables para poder decir eso que tiene que decir.
Con leer las biografías de Van Gogh, Gauguin, Pissarro, Fernando Fader, por citar solo algunos de los miles que son, me libero de mayores explicaciones y detalles.

Disciplina y rigor en la tarea.
Indagar de todas las maneras posibles en el mundo que nos rodea, pero a través del alma.
No es de otro modo.
Dijimos, o dije, si quieren, que el alma sale a vagar en rededor, va y viene de modo constante y observa qué es lo que está aconteciendo allá afuera. A veces se detiene en un lugar y nos obliga a poner toda la atención necesaria para que retengamos tal o cual instante. Con frecuencia nos impulsa a regresar a determinado sitio aun después de haber pasado mucho tiempo.
Por momentos, lo que vemos, nos parece sin sentido. A no preocuparse. Ella se encargará luego de ordenar las cosas, pondrá todo en su lugar y así, empujando, empujando, saldrá la obra que tenemos para hacer.
Convengamos, nuevamente, en que expresión, es presión hacia fuera.
Cuando digo disciplina y rigor en la tarea, me refiero al Universo del Taller, ese lugar sagrado en el que suceden los más bellos y profundos acontecimientos.
Estar. Estar allí esperando el dictado del alma, que pondrá en funcionamiento toda la energía que hace falta para que se cumpla la magia de la obra. Eso nuevo que aparecerá en el planeta para ser parte del todo que ya hay.
Pero cuidado con forzar el impulso imponiéndole la voluntad, porque de ese modo se rompe la magia.
Y el arte, ante todo, magia.
El arte no es cosa mental. Es cosa del corazón, del alma.
Lo que tiene que crecer es el corazón, no el cerebro.
Y como se ha hecho crecer el cerebro de manera desmesurada, así es como nos va.
La gran confusión ha sido confundir a la razón con la inteligencia.
¿Cómo nació la flor?
Cuando el poeta se hace esa pregunta no la hace como un botánico, un jardinero o un horticultor. En todo caso, le pregunta qué siente cuando amanece y comienza el día, como son de suaves sus pétalos, o como es el revés de una gota de rocío.
Que razón pudieron tener Shakespeare, Dante, Homero, Borges, para hacer lo que hicieron.
Qué razón pudieron tener Beethoven, Bach, Mozart, Verdi o Piazzola para hacer lo que hicieron.
Que razón pudieron tener Miguel Angel, Rembrandt, Rodin, Donatello, Fernando Fader, para hacer lo que hicieron.
"El árbol no busca sus frutos. Los produce".

© Helios Buira

martes, 25 de diciembre de 2012

CAMINAR POR LA CIUDAD Y LA SILLA DE VAN GOGH

35

Recuerdo que dijo: “Necesitamos sentarnos en algún lugar para descansar, para contemplar, para enterarnos de que tenemos un cuerpo… y un alma.”
Le creí.
Siempre habló desde lo más hondo de su sentir.
Llegó a ese decir como el final de un comentario sobre el mundo que nos rodea y que él presentía en decadencia; me hablaba de los rostros que veía, y en tremenda apreciación decía que eran rostros sin imágenes y que sentía que caminaba en un mundo perdido. Estaba conmovido por la desesperación de consumo, por la alocada visita a los centros comerciales y que los verdaderos vencedores, eran los creadores de las marcas que por todos los medios se metían en el cerebro de esos miles de millones de habitantes del planeta.
Y mientras, pensaba yo en los otros miles y miles que morirán de hambre en los próximos años.
Pero él nunca mencionaba a estos seres desdichados, no se metía con el tema del hambre; estoy casi seguro, era porque le dolía en demasía. Entonces, hablando de lo otro, de lo que se consume estúpidamente, por oposición, estaba hablando de los que padecen el peor de todos los flagelos: el hambre.
Decía que todo se presentaba como esterilizado, envuelto en celofán y por ello, a nadie se le permitía tomar el olor ni el sabor verdadero de nada. Que es casi imposible evadirse de la radio, el televisor, los teléfonos celulares y toda la línea de electrodomésticos que se vendían a carradas.
A veces trataba de oponer algún comentario, pero me hacía un gesto con su mano izquierda, como diciendo: -No insistas. No vale la pena que insistas con ese pensamiento. Los cimientos de la civilización, se están resquebrajando, ya lo dijo el filósofo.
Entonces yo callaba y esperaba su palabra.
Él seguía: -En todas las vidrieras veo las mismas chucherías centelleantes, en todos los rostros la misma historia vacía. La igualdad de todo es pavorosa. Es como la proliferación de un germen cancerígeno, que come y devora las almas. El mundo entero se está inoculando a sí mismo este germen corrosivo. Tal vez, tendría que estar infectado todo el planeta antes de que pueda haber una recuperación… si es que algún día se produce una recuperación.
Le respondía que mientras una mitad consume de la manera que él comentaba, había otra mitad que nada tenía, ni siquiera alimentos para consumir.
Entonces callaba y cerraba los ojos, seguramente meditando.
Pero continuaba: -Es inútil soñar con una salvación económica; la lucha no es entre los que tienen y los desheredados, sino entre los poderes económicos y el resto del mundo. La cuestión es: ¿destruirán los poderes económicos al mundo, o terminarán destruyéndose a sí mismos? Lo que han creado, es miedo. Y el miedo es un arma letal. Pero puede llegar a suceder que el miedo se les retobe y comience a atacarlos a ellos.
Yo sonreía pues esos finales de frases cercanos al optimismo, a la esperanza, me hacían pensar lo que escribió el poeta: -No todo está perdido.
-La silla de Van Gogh. Dijo.
Quedé mirándolo, había cambiado bruscamente de tema.
-Nadie, pero nadie –continuó- tiene derecho a llamar «un Van Gogh» a ninguna de las superficies pintadas por este artista, superficies pintadas como en carne viva. Sus pinturas son heridas.
Afirmé con un movimiento de cabeza, pero no entendía el por qué del cambio brusco en el tema que veníamos charlando.
-El grito de Van Gogh es inalcanzable. Dijo. Sus telas son su huella, su camino, su historia toda. Escuchá lo que dijo a fines de 1882: «Siento en mi interior una fuerza que me gustaría desarrollar, un fuego que no puedo dejar que se apague, que debo avivar, sin saber que resultado voy a conseguir; no me sorprenderá en absoluto si el resultado es triste» ¿Comprendés? Y esperó, siempre esperó trabajando, trabajando… Seguramente, jamás escuchó la pregunta de Rilke a Rodin cuando lo visitó en su taller: -Maestro. ¿Cómo se vive? Y Rodin respondió: -Trabajando. Bueno, fue lo que hizo Vinvent.
-Sí, pude decirle en voz baja.
-¿Sabés por qué la silla? Porque él esperaba. A alguien que viniera a calentarse en ese fuego que tenía en el alma y que avivaba constantemente con su trabajo. Había sido impresionado por una obra de Fildes, pintor inglés: La silla vacía de Dickens, que el autor hizo cuando había ido a visitar al gran escritor, sin saber que había muerto el día anterior. Y ahí, seguramente quedó en esa espera de las sillas vacías. Porque también, su padre, cuando él contaba con 25 años, dejó una silla vacía cuando fue a visitarlo a Ámsterdam y Vincent desgarrado lo acompañó hasta la estación y vio cómo su padre se alejaba en el tren.
-Sí, balbuceaba yo.
-Una silla vacía… la de él, que esperaba… Y pasaron años, tuvieron que pasar años, para que éste Inmenso Desdichado fuera valorado en millones de dólares –dijo- ¿Comprendés? Es la misma inmoralidad de la que hablamos en el comienzo de nuestra charla. Por ello, sentémonos en esa silla, descansemos, contemplemos y sepamos que tenemos un cuerpo y un alma…

© Helios Buira

lunes, 24 de diciembre de 2012

LA IDENTIDAD EN LA ENTIDAD. Y FERNANDO FADER

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Una obra de arte es una entidad.
Tiene vida propia, tiene su universo y el cómo y el por qué fue hecha, es algo que no la modifica.
Esa identidad tiene sus pares en las distintas disciplinas que conforman el mundo del arte, cada una, con la impronta digital que le corresponde.
A su vez, esta entidad, está inmersa en la circunstancia del hombre, es una presencia que habita el planeta.
La obra de arte es cosa que dice.
Más si alguien se detiene a observar una obra, el cómo y el porque se para ante ella, es algo que tampoco la modifica.
Pero qué sucede cuando alguien se detiene frente a una obra para observarla, abiertos los sentidos: ese alguien ya no será el mismo.
Aparece aquí un interrogante debido al carácter esencialmente subjetivo de la obra artística y a la correspondiente subjetividad en el juicio valorativo de quien la observe.
Quizás por eso Picasso dijo que una obra de arte son tantas obras como la cantidad de personas que la miren.
Quiere decir esto, que esa entidad, esa cosa que tiene su propio universo, funciona como disparador de las necesidades sensibles de quien se detiene ante ella y debido justamente a que ese encuentro se da en el plano de lo subjetivo, es que cada uno ve allí lo que solamente ese uno puede ver y sentir.
Fernando Fader, le pide a Federico Müller, en una carta fechada el 2 de mayo de 1917 que le envíe de manera urgente una cantidad de colores que detalla y termina diciéndole:
“Hágame el favor de despachar todo eso pronto. Ya se nos viene el invierno encima y he perdido más de dos semanas de hojas rojas y amarillas… Es un crimen artístico”
¿Se comprende? Fader dice que es un crimen artístico. O sea, que está más allá de una técnica, de colores o de formas. ¡Ha perdido dos semanas de hojas rojas y amarillas! Se trata de algo vital, relacionado con una estación. Con el ánima. Y ahí, Fader es un todo emocional.
Es que el paisaje, a él, lo tomaba hondo.
Es por ello que los nacidos para ser grandes se aíslan, para estar lejos del tumulto, para, así, poder verse a sí mismos y de esa manera expresar el contenido que consideran necesario decir, dada una visión del mundo.
Para Fader, la pintura es un sentimiento íntimo, reflejado en una tela.
Agregaba que «lo viejo es siempre nuevo. Lo que pensó Rafael hace tres siglos, es moderno si lo pienso yo. Es futuro, pensado por un pintor del siglo XXI»
Considero que es cierto, que eso significa traer el pasado a hoy, en vez de ir a buscarlo y quedarse en él. No hay cronología. Cronos pertenece al mundo tridimensional, al mundo que llamamos real. Pero para el artista, lo real, no siempre es verdadero.
La emoción, le nace desde un sentimiento de belleza.

© Helios Buira

domingo, 23 de diciembre de 2012

LA COMPRENSIÓN, LA ACEPTACIÓN, EL SENTIDO

33

Se dice que el artista tiene algo en común con el héroe.
Puede que así sea.
Sólo que él se expresa en otro plano, con otras herramientas y diferentes expresiones. Suele pensar que también tiene soluciones que ofrecer. Y da su vida para conseguir logros a veces, imaginarios. Van Gogh fue muy claro cuando dijo: “En cuanto a mi trabajo, yo arriesgo mi vida por él, y la mitad de mi razón se ha hundido” Es un fragmento de la última carta que le escribió a su hermano Theo antes de suicidarse, carta que Theo encontró en uno de sus bolsillos, durante el aseo funerario.
La comprensión.
El artista comprende que su existencia será tortuosa, aún, en los momentos en que alcance un bienestar, pues sabe que será temporal, no duradero, porque está en lucha permanente con su medio. Él vive en su obra y ese vivir, varía en cada individuo; es único e irrepetible. Sabe que es de esta manera que tiene significado la lucha.
El artista, es parte del misterio del arte. Vive en él, además de con él.
Es el primero que se oye, en un principio inconscientemente, y cuando aparece la comprensión es cuando se totaliza, se completa y puede decir el «que» como contenido que sólo el arte puede expresar.
Es cuando se acepta.
Sin arrogancia pero esforzado, sale en busca, para hallarse a sí mismo, llegar al fondo de sí, para descubrir los auténticos lugares de su existencia, no importa cómo sea ésta, pero sabiendo que el medio es el arte.
Acepta las inclemencias, los desaires, los olvidos, las trampas que “esa” sociedad le prepara, con la hipócrita convención de, llegado el momento, deificarlo, embalsamarlo, para después arrojarlo en un museo y así, miles y miles le dirán las glorias correspondientes.
Tal vez, por algo Antonin Artaud dijo: «Gérard de Nerval, Edgar Poe, Baudelaire, Lautreamont, Nietzsche, Rimbaud, no han muerto de rabia, ni de enfermedad, ni de desesperación o miseria, han muerto porque alguien los ha querido matar»
Y de Van Gogh, dijo: El suicidado por la sociedad.
Claro, en esa terrible y temible lista, debería figurar el Propio Artaud.
Es que la obra de arte, nace del artista en el misterio, por vibraciones anímicas.
El sentido es ese. Transmitir esa energía que es la vida propia de la obra, que una vez separada del artista, vive y actúa por sí misma.
Porque el artista, lo que hizo, fue darle forma a un contenido. Y al ser contenido y forma inseparables, es que la obra se libera y se ofrece a quien la observe en el mismo plano del universo sensible por el cual transita el arte.

© Helios Buira

sábado, 22 de diciembre de 2012

LO BELLO, LO ETICO, LO EST-ETICO

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Lo bello está fuera de lo estético.
Sucede que hace mucho tiempo vinieron los racionalistas a decirnos donde estaba la belleza. Llegaron con el bisturí del análisis y comenzaron a desmenuzar, observando y haciendo observar que tal masa, que tal plano, que el ritmo, la línea y todo lo que hace a la composición de una obra estaba bien o mal hecho.
Dijeron: he aquí lo bello.
Mentiras.
Un Esclavo de Miguel Ángel no es bello por lo que estos tipos dijeron.
Es bello porque está cargado de una Energía Superior,  misteriosa, que se produce en el instante en que Miguel Ángel inicia el recorrido de las formas para determinar el volumen de ese esclavo. Por algo dijo: -Lo que hago, está dentro de la piedra; sólo tengo que quitar lo que sobra. 
El sabía de qué se trataba.
El esclavo es bello también porque se ocupa del hombre, en este caso del hombre que sufre. A Miguel Ángel le dolía el sufrimiento. Quizá se sentía esclavo en su propio sufrir o atado a sus propias circunstancias. El caso que fuere da lo mismo, no modifica en absoluto el resultado: la descomunal belleza del esclavo.
Digo entonces que lo bello está en lo ético.
Porque la fealdad también tiene sus manifestaciones. Fea es la tortura, fea es la guerra, la injusticia, la corrupción de los gobernantes, la impunidad, el hambre, la esclavitud, la desocupación y cuantas cosas más.
¿Qué es el acto de un policía deteniendo a un joven por su vestimenta o por los tatuajes que libremente se hizo en el cuerpo? Algo feo, un acto de injusticia, de juicio previo.
O cuando paran por las calles pidiéndole documentos a personas de tez morena porque para estos señores el color de la piel de estas gentes les da inmediatamente categoría de "sospechosos"
Y entonces le dice Camille Pissarro en una carta a su hijo Lucien: "¿Quién les da la libertad, para cercenar la libertad de los otros?"
Reitero: Lo bello está en lo ético.
Lo que el artista hace, es contar lo que ve, lo que acontece en el mundo, pues es un testigo.
En este tiempo, en este horror globalizado, el artista más que nunca debe contar eso que ve. El artista no escamotea, no oculta. Dice la verdad.
Es testigo de su tiempo y a veces del tiempo por venir.
Va a la esencia, a lo verdadero.
La belleza en lo estético es artificio.
La Naturaleza tiene otros valores y la Energía Universal otros modos de expresión.
Por ello sólo el hombre puede ser ético.
Escuchen Los Cuartetos Medios de Beethoven o Las Cuatro Piezas Sacras de Verdi y se darán cuenta de qué estoy hablando.

© Helios Buira

viernes, 21 de diciembre de 2012

EL ARTE, LA VELOCIDAD O LA ESTUPIDEZ

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El arte se relaciona directamente con las palabras del profeta: "Hay que vencer la cólera con la dulzura; hay que vencer al mal con el bien, la mentira con la verdad".
Insisto con aquello de que Bello y Bien son sinónimos.

De Rodin: 
"Para el artista digno de ese nombre, en la naturaleza todo es bello; porque sus ojos, al aceptar valientemente toda verdad exterior, lee en ella, como en un libro abierto, toda la verdad interior.
Le basta mirar un rostro humano para descifrar un alma; ningún rasgo lo engaña; para él, la hipocresía es tan transparente como la sinceridad; la inclinación de una frente, el menor fruncimiento de cejas, lo evasivo de una mirada, le revelan los secretos de un corazón.
De la misma manera es el confidente de la naturaleza. Los árboles, las plantas, le hablan como amigos. Los viejos robles nudosos le dicen de su benevolencia para con los hombres, a los que protegen con sus ramas desplegadas. Las flores conversan con él por la curva graciosa de su tallo, por los cantarines matices de sus pétalos; cada florcita que se encuentra entre la hierba, es una palabra afectuosa que le dirige la naturaleza"
.

Y Rodin, con su descomunal obra da testimonio de sus palabras.
En arte, solo existen artistas o plagiarios.
Y cuando me refiero a los artistas, lo hago consciente de que estoy hablando de aquellos verdaderos que se ocupan del hombre.
Entonces alcanzamos a comprender el móvil del trabajo humano, que es esclavitud cuando su finalidad es ciega, egoísta y es alegría cuando se realiza en bien de todos, en bien de los otros, en bien de cada uno.
Y que sideral paradoja que hombres trágicos como Blake, Nerval, Kierkegaard, Lautreamon, Rilke, Strimberg, Sabato, Dostoyevsky, Poe, Henry Miller, Munch, Van Gogh, Kokoschka, Modigliani y tantos otros que sufrieron lo indecible en sus respectivas existencias, se hayan ocupado de los problemas del alma, se hayan ocupado por la creación de otros valores refundando lo ético. Si hasta duele pensar en esto.
La obra de un artista pone en juego un universo de circunstancias, penetra lugares inexplorados del alma humana donde habitan los más bellos sentimientos y los más terribles engendros del terror y de la angustia poniendo en litigio la capacidad que tiene el hombre para sobrellevar esto.
Pero hay una zona solitaria y sublime, donde se produce el encuentro para salir airoso de esta lucha tremenda y es la capacidad para admirar. Porque no cualquiera puede. Sábato dice: "Es que hasta para admirar se necesita grandeza".
Y tan pocos llegan a este estado. El resto está en una puja desdichada por conseguir sus oropeles, por conquistar un éxito efímero, con argumentos más efímeros aun. Luchan por tener acceso a sus pequeñas conquistas.
Y lo que les molesta es justamente la gratuidad del arte, su absoluta inutilidad. ¿Para qué sirve?. Claro, es tan gratuito como el amor.
Para ellos, que quieren cosas "útiles", esto no tiene sentido, salvo cuando le dan valor de mercancía, cotizable en el mercado. Ya vemos lo que se consiguió con esto, con jurados, críticos, coleccionistas, apostando a valores inventados durante un período, haciendo famoso a tal o cual para luego descartarlo y cambiarlo por un "nuevo valor" surgido desde las tinieblas de lo insostenible.
Pero atención, jóvenes, pues hay un juez inexorable que no es amigo, que no se puede comprar, que no está en venta, no entra en componendas ni se regala al mejor postor.
Ese Juez, se llama Tiempo.
Más en este tiempito, todos corren apresurados tras el éxito que los espera en algún rincón de la liviana existencia que poseen.
Velocidad, velocidad desesperada, vertiginosa, para llegar solamente a lo efímero.

© Helios Buira

jueves, 20 de diciembre de 2012

¿UNA VIDA CREATIVA?

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Se habla de una ascensión, de pasar más allá de uno mismo.
Ascender. Remontarse, arrastrar el mundo detrás de uno, ahogándose en profundidades estelares, tomarse de la cola de un cometa y fosforecer el universo.
Pasar de la imaginación a la invención, lugar desde el que no hay retorno.
Aventurarse más allá del merodear solo, depender absolutamente de sí mismo.
Por momentos, uno se detiene en el borde de algo. Un algo aterrador. Pero el impulso, el misterio del impulso, estabiliza.
-¿Qué tiene que tener una obra para ser de arte? Me preguntó el Maestro.
Ante mi silencio, dijo: -Vuelo. Mientras recorríamos las salas del Museo de Bellas Artes y, deteniéndose ante la cabeza del Balzac de Rodin, señalándola con su dedo índice, me dijo: -Ahí está.
Y comprendí. Supe todo lo que vendría, lo que haría, lo que sería mi existencia.
El crecimiento se convierte en experiencia y esa experiencia, a su vez, engendra otras y lo que se pone en las obras, es eso. Solamente eso. Desde lo más hondo a lo que uno pueda llegar en sí mismo.
La comprensión de la diferencia.
La discordancia entre lo nuevo que se gesta, lo nuevo en el estado interior y esas otras formas de paredes que oprimen, tétricas, monótonas, agobiantes que un día, por un azar concertado, comenzarán a derrumbarse. Y el aire será puro. Un espacio verde, un remanso en el río turbulento.
Al fin y al cabo uno llega a ser alguien –si es que llega- sólo para serlo
Pero de hecho, no en una actuación de solista, sino, en una interacción con miles de observadores, lectores o escuchas, según venga el caso de la disciplina utilizada en la expresión. El disfrute de una idea hermosa no es nada en comparación con el disfrute que proporciona el darle expresión a esa idea.
Llegan, esas ideas, a través de los “mensajes” que uno recibe tal vez desde lo más hondo del ser, o, por qué no, a través del Azar Concertado que dicta la emoción para expresarlas.
-Vení, me dijo el Maestro. Estábamos en su taller, yo era su ayudante.
Se paró ante el calco de la cabeza de un caballo griego, calco de primer agua; dijo:
-Dame tu mano. Se la ofrecí y él, tomándola, la acercó a la figura y agregó: -Recorrela suavemente, apenas con la yema de los dedos.
Lo hice. Mientras mis dedos se deslizaban sobre esa cabeza, él agrega: -Te imaginás Helios, lo que habrán sentido ante esta belleza Rodin y Miguel Ángel, al recorrerla como nosotros?
Lo miré, se dio cuenta y agregó: -Claro, Helios, a mayor grandeza, mayor comprensión sensible.
El maestro señala. Sólo señala. El discípulo sigue con la mirada. Hacia allá se dirige. Más es acompañado por el maestro.
El discípulo asciende, para pasar más allá de sí mismo.

© Helios Buira

miércoles, 19 de diciembre de 2012

SE HACE JUSTICIA

29

A través de la ventana, observo el gris del cielo, o los distintos tonos de grises que preanuncian la tormenta.
Comienzan a encenderse las luces de algunas casas vecinas, en este anochecer que invita al recogimiento, a quedarse adentro, sea de la casa o de uno, o en ambos interiores al mismo tiempo.
Suena lejano un trueno, expresión sonora de lo que está por llegar a este barrio apartado del centro de Ciudad Moreno.
La noticia en los medios informativos, está centrada en la lectura del veredicto de la Justicia, acerca de los responsables de la muerte de miles de ciudadanos en la causa llamada Circuito Camps. Lectura lenta dada la cantidad de personas juzgadas y dada la cantidad de personas que han sufrido las consecuencias del terrorismo de estado.
La Justicia dijo: genocidio. Condenados, los responsables, a cadena perpetua.
Quiere decir que aquel “Juicio y castigo a los culpables”, se hizo Praxis.
Soy testigo.
Testigo es el que ve, el que observa, el que tiene presencia cuando se dan los acontecimientos.
Es también el que puede contarlo.
“-Pero testigo es cualquiera”, me dijo aquella vez Carlos Ferrari.
-No, le refuté. Hablo de un testigo que puede narrarlo en la metáfora y creo que no todos están dotados para ello. Carlos, cuatro te menciono: Berni, aquí en Argentina, con Juanito Laguna y Ramona Montiel, Balzac, con la Comedia Humana, Picasso y su Guernica y Munch con El Grito, obra que es más abarcativa porque ese grito es el de la humanidad toda.
Creo que todos nacemos para algo. La cuestión, Carlos, es encontrar “eso” para lo cual nacemos.
Mientras esto escribo, César Franck es quien me acompaña con su Trío Concertante Nº 3 para piano, violín y violonchelo, de una belleza cósmica.
El mate, que permite cavilar en cada sorbo y los sahumerios que aroman el estar.
Afuera, truena.

© Helios Buira

martes, 18 de diciembre de 2012

DE ESCALERAS Y OTRAS REFERENCIAS

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Observo la obra sobre la que trabajo.
Me agrada, o me va agradando; la composición, la escalera algo inclinada y la figura que la sostiene, mirando hacia lo alto, hacia la zona en que termina la vertical escalonada.
Allá arriba, nada. Abajo, pareciera que todo.
La acción de la figura sosteniendo a la escalera, es el hecho de la obra. ¿Pero es tan así? O aparece la metáfora, el título y comienza otra apreciación del conjunto.
El observador tiene dos zonas de atracción: La figura que sostiene, es contundente en presencia pero, el final en lo alto, a su vez, también genera una llamada, guiado por la dirección de la cabeza, que mira hacia lo alto. Se da también que, cuando uno recorre el conjunto, ese vacío en la altura llama la atención.
Comienzo a sentir que la serie va a ser buena una vez concluida.
Se trata de un tema intimista, que se refiere a acciones individuales ya que el acto de subir, de utilizarla, sólo puede hacerlo uno. Nadie sube la escalera por otro.
Pongo atención en esto que digo, pues es, me parece, el núcleo de la metáfora. Y desde aquí saldrán los diferentes temas de la serie.
Voy comprendiendo.
Una muestra dirigida al individuo, una visión introspectiva para quien observe las obras.
“De Escaleras y Otras Referencias (subir, no es lo mismo que elevarse)” Así, es todo el título de la muestra, que da una idea acerca de qué se trata. Pero a la vez, cada obra, en sí, tiene un significado diferente en el cual el observador se identificará o no con ellas.
Generalmente, inicio cada obra con un título. Son pocas las que lo recibieron una vez terminadas. Anoto posibles títulos en una libretita y elijo dos o tres de ellos, y comienzo a imaginar cómo serían, o cómo serán un vez que puse manos a la obra.
Como ejemplo: “Cada cual la suya” Se trata de una escultura compuesta por cinco figuras, y cada una de ellas lleva una escalera, que difiere en tamaño (altura) de las otras. Desde el inicio supe que la obra estaría organizada de esa manera. Lo que no sabía, aún, era que las escaleras, al ser de diferente tamaño, me darían una visión distinta de lo que creía haber concebido. Claro, aparece la metáfora que me dice que cada uno, en la vida, tiene una altura a la cual llegar. Y quizás, algo de humor, porque una de esas figuras porta una escalera pequeña. Digo humor pues al verla me causa gracia; pero imagino que a ella no debe agradarle lo poquito que tiene para subir.
Otro título: “¿Dónde habrá una altura? Es una figura que lleva, arrastrando, una escalera en la mano derecha. El brazo izquierdo levantado y con la mano, haciendo pantalla sobre los ojos. Buscando en la distancia. La pregunta, parece decir como respuesta, que esa figura no tiene una altura en su existencia y es por ello que busca alguna.
Creo que así se verá la muestra, pero, como corresponde con el arte, con la observación del arte, cada quien sentirá subjetivamente algo que puede, o no, acordar con lo que dice la imagen.
Hay temas, como dije con un poco de humor, otros muy introspectivos y también están los dramáticos. En todos, el núcleo es la escalera.
Hay un único lugar posible para transitar por el planeta, para recorrerlo y saberlo, está dentro de uno mismo. Cuando uno quiere “subir”, de hecho, se sale de sí mismo.
Adentro, hay un punto insondable donde se funden pasado, presente y futuro de la persona que es única e irrepetible.
Cuando se sale de ese Centro, se inicia la especulación, que la razón lleva adelante, dejando de lado ese universo intuitivo, perceptivo y sensible que posibilita los otros mundos.
La especulación lleva inexorablemente a la injusticia.
A la vez que lleva al intento de subir, que no es lo mismo que elevarse.

© Helios Buira

lunes, 17 de diciembre de 2012

SIN CONOCERSE

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Algunos dicen que Kawamura Tokitaro a quien nosotros conocemos como Hokusai, nació en septiembre de mil setecientos sesenta.
Que viene a ser entonces, contemporáneo de Francisco Goya y Lucientes, que nació en marzo de mil setecientos cuarenta y seis.
Digamos, nacimientos de hace doscientos setenta años atrás.
Hokusai, en el barrio de Wariquesui, distrito de Honjo. Goya en el pueblo de Fuendetodos, en Zaragoza; uno en Japón, el otro en España.
¿Habrán sabido ellos de la existencia de cada uno?
¿Habrán tenido contactos entre sí o conocido sus obras?
No sé de escritos ni textos que me den una orientación respecto de estos interrogantes pero sí he visto las obras de cada uno y siento que un espíritu afín los recorría. Cual puede ser la diferencia entre los monstruos de Hokusai con los de Goya cuando se mete con los sueños de la razón.
Claro, la diferencia es la impronta digital de cada uno, la identidad que convoca para poder gozarlos individualmente.
Aquí convendría un paréntesis para discurrir sobre ese dibujo del alma que tenemos en la punta de los dedos, que no es un atributo policíaco y que no se repite en seis mil millones de personas que habitan el planeta.
Pero dejo esto para otro momento.


© Helios Buira

domingo, 16 de diciembre de 2012

Crítica, críticos y algo más...

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Están los artistas que expresan sus figuras de manera tal que brazos, piernas y cuerpos se mueven en una forma parecida a la insensatez o imposibles de explicar y sin embargo, esto se corresponde con la más absoluta realidad.
Le ha sucedido a muchos, que fueron vituperados por espíritus pequeños, que sólo ajustan su decir a la mera observación de las formas.
Imaginemos un retrato hecho por Picasso , con los dos ojos de la persona en un solo  perfil. Un despropósito, podríamos decir. Pero, si abrimos nuestro sentir, nuestra sensibilidad, podremos concluir que Picasso, es en extremo figurativo, naturalista, porque los humanos, tenemos dos ojos, una nariz, dos orejas, una boca cuando hablamos de nuestro rostro. El Gran Español, jamás tergiversó la cuestión natural.
Lo que tenemos que decir entonces, es que un dibujo, una escultura, una pintura, no son personas. Pertenecen a otro plano de la realidad en cuanto imágenes. Sí pertenecen al mundo real, en cuanto objetos. Esa es la diferencia.
Si observamos el Hombre que camina, de Augusto Rodin, veremos que el maestro concibió esa figura sin brazos y sin cabeza. Son dos piernas y un torso, unidos en un andar impresionante. Claro, Rodin no necesitaba más, para mostrarnos el andar del hombre sobre el planeta. Para mí, una de las obras más bellas que este artista ha creado.
Para el artista, todo es posible cuando hablamos de su creación. Puede convertir lo que mencionamos como feo, en absoluta belleza.
Dice Rodin: “Dejad que un gran artista o un gran escritor se apoderen de alguna esas fealdades y él, instantáneamente la transfigurará. De un golpe de varita mágica la habrá convertido en belleza. ¡Cosa de magia; caso de hechizo!”
Y creo que de eso se trata.
Pasa, muchas veces, que el crítico expresa su “juicio objetivo”, desde un lugar lejano a la objetividad, ya que suele realizarlo desde la simpatía o la antipatía personal respecto del juzgado. Por lo tanto, la observación de la obra del juzgado, está sometida a ese sentir simpático o antipático.
Rodin fue rechazado durante años por los académicos. Pero no por la calidad de su obra, sino ¡por el odio que sentían por quien había sido el maestro de Rodin! Increíble, pero verdadero.
Gauguin, en una serie de textos acerca del arte, dice: “Para juzgar un libro se requiere inteligencia e instrucción. Para juzgar la pintura y la música, además de la inteligencia y el sentido artístico, hace falta tener sensaciones especiales ante la naturaleza: en una palabra, se tiene que haber nacido artista y, entre los llamados, son muy pocos los escogidos”
Se puede hablar tanto del dibujo en el arte, como del estilo en la literatura.
El estilo que se amanera que gesticula para hacerse notar, considero que es malo. Lo bueno, es cuando el estilo se hace olvidar para que uno se concentre sobre el tema, sobre la emoción expresada, que no es otra cosa que la esencia de lo que se pretende decir.
Ningún artista que se precie, hace ostentación de su dibujo, como ningún escritor de los buenos, quiere ganar elogio por su estilo. Lo que “gana”, es el interés por lo que se expresa. De la verdad que se revela.
Termino con esta aberración escrita por Miguel Cané, respecto del Sarmiento de Rodin, obra que le fuera encargada por un comité de notables y como la obra no satisfizo la capacidad de crítica de estos señores, es así que cané, le envía una carta a Rodin, diciéndole lo siguiente:
“…usted pensó seguramente que los argentinos son salvajes y que la escultura que nos mandó la aceptaremos sin más. Usted se equivoca. Los argentinos no son como usted se los imagina en Francia. Usted no ha querido seguir las recomendaciones del Comité. ¡Bah! ¡un montón de salvajes! ¿Qué diría usted si un escultor comprometido para hacerle el retrato a usted, en mármol, en bronce o en chocolate, le representa una barba enroscada dándole la forma de una serpiente. El escultor (no Moisés) le diría a usted: es así cómo yo veo a papá Rodin. Y usted debería callarse porque ese argumento es el mismo que usted esgrime… créame usted. Deje de hacer mal. Quiero decirle que no esculpa más, que abandone la escultura”
Mueve a carcajada.

© Helios Buira

sábado, 15 de diciembre de 2012

REFLEXIÓN DESDE LEJOS

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Recorriendo un cuaderno que utilizo como “ayudamemoria”, encontré algunos textos que suelo guardar para refrescar pensamientos, para modificar o confirmar, según encaje.
Tengo muchas de estas anotaciones, que fui guardando en años y años de transitar por este mundo del arte, de la cultura.
Autores de todos los tiempos figuran allí, volcados sus nombres en diferentes estados anímicos, pero siempre, con las ganas puestas. Las ganas de saber que en algún momento, esos nombres y sus textos, serán ayuda en el descubrimiento.
Rafaél Squirru había escrito una nota en un diario, apoyándose en algo que dijo Maurice denis: “Recuerden que un cuadro, antes de ser un caballo, un desnudo o cualquier otro tipo de anécdota, es esencialmente una superficie plana cubierta de colores dispuestos en un orden determinado”.
Ahora releyendo ese texto, debo decir que no acuerdo con lo dicho por Denis. Un cuadro es un caballo, un desnudo o cualquier tipo de anécdota, pintado de tal o cual manera; no hay un antes o un después, es todo al mismo tiempo, porque lo que el artista hace, es “decir” algo con su obra y entonces, elige la manera (la forma) para decirlo ya sea con colores, en blanco y negro, con volúmenes o como se le ocurra; lo único que puede suceder, es que eso que hizo, esté bien o mal hecho. Que sea una obra de arte o un mamarracho.
Eso dicho por Denis, tal vez, cuadre para la expresión llamada abstracta, al plano cubierto de colores, que carecen de contenido. O sea, formas de colores.
Convengamos que no hago juicio de valor alguno respecto de cada una de las maneras expresivas.
Hay quienes al hacer arte, o lo exponen, o lo estudian sobre una base profesional, se muestran escépticos respecto de la idea de jerarquía, que se opone a lo que significa una idea generalizada de decir que una cosa es mejor que otra, al menos, en términos estilísticos. Y están quienes piensan que una ordenación jerárquica en el arte, no se puede suprimir por completo.
Es que el arte contemporáneo y las maneras en que lo percibimos, ha variado notablemente respecto del arte del siglo XX, que había sufrido una explosión creativa, acoplando a ello la influencia de otras culturas, como por ejemplo el arte tribal del África, allá por los inicios del siglo que finalizó hace apenas doce años.
Tal vez lo que haya estado sucediendo, sea que las rígidas estructuras del “arte moderno”, comenzaron a romperse y el término vanguardia, perdió el significa primigenio.
Pero, sigo considerando que si hay un caballo, un desnudo o lo que sea respecto de lo reconocible, sobre la tela hay algo más que la suma de una cantidad de colores dispuestos en un orden determinado.

© Helios Buira

viernes, 14 de diciembre de 2012

EL MUNDO DEL ESPÍRITU

24

El mundo del espíritu cae de manera inversamente proporcional al obstinado "progreso" de la civilización. Pregunto: ¿Estaremos en los comienzos del fin de esta civilización?
Cuando el hombre entra en estado desesperante para sobrevivir, cuando la lucha por lo material parece no tener fin, cuando lo efímero, lo trivial y las comodidades innecesarias ocupan un lugar destacado mientras la tercera parte de la humanidad padece hambre, quiere decir que se ha perdido el rumbo. Así como crecen las tecnologías, la mecanización, la economía de los poderosos, del mismo modo y con la misma intensidad, crece la inseguridad y la inestabilidad a la que se ve sometido el ser humano.
Los medios de comunicación globalizados, nos muestran a diario las miserias espirituales de los gobernantes cuando vemos y oímos que nos hablan de este presente maravilloso, de sus planes económicos, de los proyectos hacia el futuro, mientras las cámaras de TV, casi como una conspiración, nos muestran los dolores indescriptibles que padecen poblaciones enteras que habitan este bendito planeta.
Miles y miles de chicos mueren por causa del hambre a cada minuto, madres desesperadas que llevan los huesos cubiertos de piel de sus hijos en brazos, que apenas pueden sostener buscando una migaja cuando sabemos que ya es tarde.
Entonces Munch grita y gritará por los siglos de los siglos.
Porque el arte y la fe salvarán al hombre. Porque el arte es un acto de fe, un acto de vida.
El cavernícola fue artista antes de completarse como hombre y ello sigue vigente.
Mientras Herbert Reed escribe: "Toda la fábrica de inteligencia humana, se halla amenazada en sus cimientos".
Cuando vemos que el principio mercantil se apoderó de los valores sensibles del hombre, las palabras de este pensador poseen una presencia aterradora, dado que una máquina, un pasa cassette tiene más valor que la vida de un chico. Cuántas balas hay alojadas en la cabeza, en el cuerpo de tantos chicos de la calle.
O como en estos días, en Argentina, donde un jurado absolvió a trece personas acusadas de secuestrar, golpear, violar y desaparecer a Margarita Verón, en un fallo miserable cuando hay pruebas aportadas por otras jóvenes que padecieron el horror al ser obligadas a ejercer la prostitución.
Y hoy, sí, hoy, un joven ingresó en una escuela de Connecticut, en el momento que los padres esperaban la salida de sus hijos en edades que van de los cinco a los diez años y vieron como esa persona ingresaba en el patio del establecimiento y abría fuego a mansalva, disparando más de cien tiros.
El horror se apoderó de esos padres, que fueron testigos de semejante inenarrable horror. Murieron veintisiete personas, de las cuales, dieciocho, son niños.

Vivimos en la intención de un mundo mecanizado; el hombre cosificado que debe dar por perdido al hombre concreto, al hombre completo, que es espíritu encarnado.
Y ese loco de Gauguin diciéndonos: "¿De dónde venimos?, ¿Qué somos?, ¿Hacia dónde vamos?
Una vez más el artista nos hace pensar y mirarnos dentro, una vez más el artista ocupándose del hombre.
Este Gauguin que ha sufrido como pocos, pasando hambre, enfermedades, indiferencia. Más sabía lo que hacía. Claro, se refugió en la isla porque los hombres de la ciudad lo acosaban con su mediocridad, con sus estupideces, con su imbecilidad. Y en un inmenso acto de burla, le escribe al Director del Mercure de Francia una carta memorable que termina así: "Me queda por decirle que Tahití es tan agradable como siempre, que mi nueva esposa se llama Pahura, tiene catorce años y es muy libertina; pero eso no tiene comparación con sus virtudes. Y finalmente, sigo pintando cuadros de una grosería repugnante".
Y la rueda del tiempo sigue, la trama existe como marca del destino y el azar concertado nos ubica en el mismo espacio y en el mismo instante. ¿Acaso Gauguin no está aun entre nosotros? ¿Qué es lo que sucede cuando la Energía de los Grandes atraviesa el tiempo?.
Un esclavo de Miguel Ángel es aquella vez, es hoy y será siempre.
El arte es un absoluto.
No se lo discute.
Sólo se lo siente.

© Helios Buira